En la efeméride de su muerte… 88 años sin ti.
¡Te quiero Federico, siempre!
Cuando se hundieron las formas puras
bajo el cri cri de las margaritas,
comprendí que me habían asesinado.
F.G.L.
En la sierra callada, el viento murmura,
ecos de un tiempo oscuro, un alma sin miedo.
Vega verde y dorada, donde el agua se apura,
susurran las acequias al canto y al recuerdo.
Silencio en la trama que abraza la tierra,
bandera bordada que en sombra se asienta;
las gotas que resbalan entre sueños de hierba,
dan vida a las raíces, su pluma alimentan.
Federico, canta chiquillo en el brillo del río,
las notas que despliegan su danza serena;
la luna va asomando con tenue desafío,
y el agua va tejiendo su mística cadena.
El sol, tirano amante, despierta presto al muerto,
y la sierra responde con un grito muy antiguo;
el eco de su voz reverbera en el llanto,
y un lamento que abraza lo sucio y lo impío.
Acequia que se mece bajo el peso del cielo,
sangre de poeta y luna que riega sin prisa,
en silencio toda alma, una madre sin consuelo,
y en cada roja gota, la vida reverbera.
Federico es vega de sueños, es abrazo sincero,
silencio que reposa en su ciudad eterna.
El agua es un espejo, la naturaleza un grito,
donde florece el presente y el pasado que encierra.