La iluminada Pepita Salvadora y el escritor frustrado


Manuel Jacobo González Outes

De mis amigos de infancia, solo me acuerdo de los que no llegaron a ninguna parte, a los otros les perdí el rastro hace tiempo. Yo creo que la gente normal, es decir la gente de a pié, no le interesan los triunfadores, seguramente porque los hombres masa de Ortega, o sea, la mayoría de la especie humana de nuestros tiempos, no le interesa ponerse metas demasiado altas. ¿Para qué?. Siempre habrá alguien que te superará, y habrás perdido el tiempo en no acaparar cada segundo que la vida nos concede. Yo creo que eso fue lo que me atrajo de mi compañera, de sexto de G.G.B. Pepita Salvadora: su resignación y poco espíritu de lucha ante la esperanza de que Dios proveerá, olvidando el sabio refrán que  dice:”A Dios rogando…”  

A Pepita Salvadora,  le habría gustado ser toda la vida, la virgen preferida en el belén viviente  que nos hacía representar doña Consuelo cada navidad, pero no pudo ser, a mi me parece que los desgraciados se acostumbran a ser conformistas, a  lo mejor es una lacra que no los deja moverse del sitio. Pepita, todas las navidades se ponía los refajos de virgen y ensayaba su papel en el establo a los pies de la vaca (burra no tenían), daba pena verla llena de excrementos. Pepita era la virgen preferida de casi todos los del pueblo, porque con sus gramos de más en las caderas; su cara pálida llena de granos; su cojera de nacimiento; todavía creía en los milagros. El resto de las niñas que intentaba hacer de virgen María, fracasaban estrepitosamente, según decían las más viejas, porque  ninguna entendía tan bien como Pepita, la Inmaculada Concepción.

Nicomedes Toral cree que todos los premios Nobel de literatura, hicieron sus pinitos siendo unos mentirosos; piensa que la mentira, o sea, todo lo que se añade a la verdad, es arte. Nicomedes era un cambia chaquetas que tomaba partido por el primero que se  le apareciera, ahora era de izquierdas; ahora de derechas; ahora era republicano; ahora monárquico…  Uno con Nicomedes cerca, nunca sabe a qué carta quedarse, todos sus principios fundamentales no eran más que una lotería. A Nicomedes Toral los personajes se le amotinaron antes de que empezara el prólogo, o sea, que no llegó a decir gran cosa. Quería agrupar los sucesos de la nóvela por coincidencias, o por motivos de ser, que pensaba que venía siendo lo mismo ;pero como cuando una cosa pasa  por coincidencia, los motivos  tienen poco que ver, los actos no le cuadraban y no la llegó a empezar.

Nicomedes Toral  cuando tenía un vaso de más, decía que la personalidad de las personas se refleja en la tonalidad de su cara; que la cara el espejo del alma y que  el pálido es el reflejo de la pureza. Ya  le ha  partido la cara más de un moreno, para que aprendiera a no ir por la vida de iluminado, cuando las tazas  de ribeiro le engrasaban la lengua.          

Manuel Jacobo González Outes es miembro de honor de la Unión Nacional de Escritores de España.