La libertad: una maravillosa, caprichosa mariposa de colores

Artículo de Teresa Álvarez Olías

El ansia de ser libre, de actuar según su propia voluntad, es uno de los mayores deseos del ser humano. Conseguirlo representa una carrera titánica y eterna, contradictoria. Es una meta de nuestro espíritu que presentimos a veces gloriosa y otras veces inalcanzable.

El individuo

Cada hombre, y desde luego cada mujer, siente en su corazón el sueño de regir su propia vida, de desarrollar su creatividad, de ganarse un salario según su ingenio, incluso de sobrevivir conforme a sus ideas y a sus capacidades genéticas y económicas.

Pero ese individuo masculino o femenino advierte muy pronto las firmes cadenas que obran en contra de este sueño: la familia, las supersticiones, la ley, la moda, la religión, la dictadura imperante o la falta de recursos. 

Ninguna de estas cadenas es baladí ni fácil de romper, porque históricamente se han fraguado durante milenios para ayudar a ese ser humano a sobrevivir. Así que podemos plantearnos si la libertad que ansiamos no será una utopía, dado que las cadenas que la impiden las hemos creado para facilitarnos la existencia. Aquí radica la gran contradicción.

La sociedad

La libertad del pueblo al que cada cual pertenecemos es un objetivo que parece más factible de conseguir, pues aunque no parece sencillo, no plantea tantas contradicciones morales como la libertad individual, y en su consecución nos sentimos respaldados, aplaudidos, unidos a otros individuos que viven en nuestro territorio y con los que tenemos vínculos de sangre, de Historia o de trabajo común.

Las cadenas que constriñen la libertad de la sociedad son el imperialismo, la invasión, el esclavismo, la pandemia, el hambre o la catástrofe natural. Constituyen todas aquellas circunstancias que nos ahogan como pueblo, como colectivo.

Algunas imágenes emotivas de la Historia nos llevan a la multitud parisina tomando la Bastille y gritando “Liberté”. También a los ciudadanos del Berlín Oriental gritando “Freiheit” junto al muro, o a los universitarios madrileños de los años 50 gritando “Libertad” frente a la policía franquista.

Condiciones

Para que la semilla de la libertad germine y florezca es preciso una serie de circunstancias:

disponer de un salario o patrimonio mínimo que nos permita algún recurso para elaborar una estrategia sin que el hambre nos devore, conseguir cómplices como pareja o amigos que nos suavicen la lucha. 

poseer espíritu crítico ante la injusticia, ante la desgracia considerada irrefutable, ante la sinrazón o ante la costumbre que hace daño.

ser consciente de ansiar la libertad y nombrarla con valor, aunque el miedo nos atenace, pues en eso consiste la valentía, en hacer frente al peligro aunque nos tiemble el pulso.

Empleo asalariado

Desarrollar una actividad remunerada que nos permita comer, educarnos, tener ocio o, refugiarnos de las inclemencias climáticas es una práctica ancestral que nos ha permitido progresar como especie y a la vez invertir nuestro tiempo ordenando un horario y unos instintos vitales, mediante la disciplina.

Características del empleo asalariado

La jerarquía laboral, impuesta para conseguir una mayor eficiencia, dada la variedad de voluntades, capacidades y gustos de los empleados, incluso de edades de la población asalariada, implica obediencia, sumisión, ajuste de gastos al salario recibido, incluso abuso de la dirección, que puede degenerar en bullying, pero también permite el ascensor social si las circunstancias son favorables, tal vez el enriquecimiento personal, y siempre el desarrollo de las aptitudes intelectuales de la persona empleada. También, aunque no siempre, las de las personas dirigentes.

Empleo autónomo

Los autónomos o trabajadores freelancers, los artistas o emprendedores, los trabajadores no sujetos a un salario, son considerados más libres que los sujetos a un sueldo mensual. Si esto es una falacia, parece discutible.

Por lo pronto, la obediencia a la directiva de la empresa no es una constante para estos trabajadores, (aunque el mercado sí marca su impronta en ella), ni tampoco el subsidio administrativo, ni el beneficio laboral extra (bonus, pago de comidas, aguinaldo, seguro de vida o salud pagado por empresa, pago de cursos laborales, dietas, becas, etcétera).

Por contra, el empleo o actividad de las personas autónomas puede enriquecerlas, ya que no tienen techo salarial ni de ganancia, siendo la persecución de su éxito profesional un objetivo absolutamente individual.

Potenciadores de la libertad

La cultura, tanto de ocio como de disciplinas universitarias, expande, aviva el ansia de libertad individual y colectiva. Por supuesto, la cultura se alimenta con el estudio, el trato social, los viajes, la interacción con otros individuos y las vivencias diarias.

La inteligencia innata es definitiva para imaginar el concepto de libertad y trazar una trayectoria de consecución, pero ha de acompañarse de extrema voluntad, de resiliencia, de adecuación persistente al medio, de dominio de la pereza, incluso de alegría en medio de la desilusión o dificultad para que fructifique. 

La inteligencia sola puede morir de aburrimiento, puede enfermar al individuo, puede perderse por no aplicarse y hacer sufrir tremendamente a la persona que la posee si la aparta de su círculo social.

El fracaso de un proyecto muy estimado es, sin embargo, un estímulo en el camino de la libertad, un punto de inflexión para desistir o avivar la llama de la esperanza. Es un desafío personal que puede y debe derivar en una ilusión mayor por conquistar la libertad laboral, o el éxito anhelado.

Escollos en el camino

La enfermedad, la extrema pobreza, la discapacidad intelectual o física, el cuidado de familiares, una pareja dominante, el ser mujer u homosexual o migrante o de raza subyugada, la guerra, el terrorismo, el gobernante dictador, el consumismo excesivo, tal vez también la pereza no ayudan a hacernos libres.

Más bien son piedras que entorpecen nuestra andadura, que nos restan fuerzas en la práctica diaria, pero la mejora de todos estas desventajas se halla en la unión con otros colectivos semejantes o diferentes, para apoyarnos en las dificultades sobrevenidas. 

Combustibles

El asociacionismo gremial, vecinal o cultural, el sindicalismo, la democracia, la bonanza económica, el bienestar social, el gobierno magnánimo, la tecnología imperante, la necesidad de olvidar el pasado oscuro, son parámetros que alimentan la máquina de la conciencia de libertad. 

No siempre se dan juntos ni siquiera por separado. Presentan numerosas contradicciones en su desarrollo (léase la dependencia de las redes sociales, del teléfono móvil, de las drogas, o de los medios de comunicación), pero no cabe duda de que aúpan a las personas hacia el optimismo.

Me atrevo a poner como relativo ejemplo de lo anterior la sociedad occidental tras la Segunda Guerra Mundial, donde el deseo de progreso llevó a estándares muy altos de felicidad y libertad. Fue una época en que se generalizó el reconocimiento de los derechos humanos (declaración universal de 1948, reivindicación de los derechos de la mujer y de los homosexuales, implantación generalizada de pensiones o subsidios), casi se acabó el colonialismo, y donde se dio empleo seguro a la generalidad de la población.

En los últimos cincuenta años la actividad humana se ha globalizado y distendido, se ha desprendido de telarañas ancestrales para generar permiso remunerado vacacional, tertulias políticas y culturales, coloquios, asambleas universitarias, de empresa, de padres y madres del alumnado, reuniones entre patronal, gobierno y sindicatos, encuentros entre directiva y empleados, créditos hipotecarios personales, etcétera. 

En una sola frase: la clase media ha tocado poder por derecho, llegando a la universidad de forma generalizada, extendiendo la mediana y pequeña empresa, fomentando el turismo y el comercio, aumentando la esperanza de vida gracias al avance de la higiene y la medicina, gracias también al uso de anticonceptivos que han regulado la natalidad y mejorando la calidad de vida de las familias.

En las últimas tres décadas, Internet ha allanado y globalizado la comunicación, duplicando el empleo del sector servicios, que no ata tanto a la persona como la tierra o la fábrica, y ha conseguido el abaratamiento y uso generalizado de los transportes: avión, coche, tren, bicicleta.

El estado 

En las consideraciones sobre la libertad siempre aparece el estado moderno como regulador de nuestras vidas. Ciertamente, las normas administrativas, también la costumbre, marcan el camino, pero admitamos que la libertad individual es más profunda si coincide con la social, considerando que el estado se encarga de las personas vulnerables que lo son temporal o definitivamente. Entendamos que también el estado debe lograr la igualdad entre los ciudadanos y que su existencia nos recuerda la Historia de nuestros ancestros, los que nos han traído a este momento.

La fuerza de la palabra

Veamos, por curiosidad, la cantidad de clases de libertad que distinguimos en nuestro idioma, lo que demuestra nuestro anhelo por ella en todos los planos:

amor libre

libre comercio

hombre libre

mujer libre

cubalibre

verso libre

liberalismo

entrada libre

aire libre

espacio libre

libertad de cátedra

libertad de pensamiento

libertad de conciencia y de culto

libre de humos

libre de ruidos

libre de tóxicos

libre de pago

libre de impuestos

libre de cargas

Muchos personajes de mis libros se debaten entre la libertad soñada y las cadenas que los amarran. Puedes comprobarlo en mi último libro,  Ventana al mar, que encuentras en Amazon.

Teresa Álvarez Olías es vocal honoraria de la Unión Nacional de Escritores de España.