La Manigua (2)

 

Paloma Juan

Fragmento rescatado del capítulo VI de la novela de mismo nombre de la autora

Carta del párroco Placido Tutusaus Trillo

A Don Nicomedes Borredá Porta

Parroquia de San Rafael Arcángel. El Cabañal, (Valencia , España), 2 de mayo de 1898

Estimado don Nicomedes:

Permítame, antes que nada, que me presente. Soy el padre Tutusaus, párroco de la Parroquia de San Rafael Arcángel del Cabañal, municipio donde residía nuestra bien querida Evarista. Siento ser portador de tan tristes nuevas para usted. Evarista marchó a buscar la compañía de Nuestro Señor hará este mismo mes dos años. Yo mismo escribí a su hijo Waldo para comunicarle tan triste noticia.

Con su permiso, me he permitido leer la carta que hizo llegar a la difunta ya que en la oficina de correos me la ofrecieron como párroco de esta comunidad por temor a que hubiera podido haber ocurrido alguna desgracia allí, en las américas, ya que el hijo de la difunta sabemos se encontraba bajo la tutela de su tío hasta que este heredó todo su patrimonio, como así me contó su bendita madre.

En referencia al contenido de su carta debo añadir mi desconocimiento al respecto sobre este legado que dice debía recibir la difunta. Ni ella me comunicó está asignación al igual que le digo que nunca llegó a recibir ningún dinero. Testigo soy yo y muchos vecinos de la situación tan desesperada en que vivía la pobre mujer. Enfermó y no pudo seguir con el trabajo de planchadora, una tuberculosis hizo presa en ella de su debilidad, tuvo que vivir de la caridad. El asilo que ofrecen las Monjas Clarisas de la Puridad fue la última morada de esta pobre desgraciada que no tenía ningún lugar donde descansar sus penas ni ningún familiar que se ocupara de ella.

Ya ve, querido señor, que aquel hijo que marchó a las américas con una fortuna ya hecha dejó aquí una madre de la que pronto se olvidó. Por ello, al leer sus líneas, no es de extrañar cualquier comportamiento que, lejos de superar el abandono de una madre, no sorprende a los que lo hemos conocido.

Aunque esté mal el decirlo, como siervo indiscutible del Altísimo como así me considero, hay ovejas que nunca vuelven al redil y, en este caso debe decir que hombre peor no ha nacido de madre, y disculpe mi sinceridad.

Me despido de usted agradeciendo que se preocupara por esta buena mujer que en vida se ganó el cariño de todos, excepto el de ese hijo con el que, ahora, deberá usted lidiar.

Quedo a su disposición.

Padre Plácido Tutusaus

Párroco

Paloma Juan es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.