Relato de Tomás Bernal Benito
A los pocos días,
diversos gremios trabajaban a destajo para inaugurar una moderna cafetería. Y
la monotonía de las rancias estanterías de madera llenas de lana, puntillas,
telas de cañamazo para puntos de cruz… dio paso a la mujer de mis sueños. A la
hora que yo pasaba, allí estaba ella, sentada en una mesa junto a la
cristalera, semejante a una diosa, desayunando un cruasán con café con leche.
Siempre el mismo desayuno: un cruasán con café con leche. La mujer de mis
sueños tenía unos hermosos ojos verdes, y sin poder evitarlo, me enamoré de
ellos.
En varias ocasiones
estuve tentado de entrar y abordarla, pero mi grado de timidez me lo impedía.
Temía su rechazo, era una posibilidad, y sangraba por dentro. Dicen que la
verdadera paz mental viene de la aceptación de lo peor. Si eso fuera verdad…
Y entonces, tras pasar
otra noche de insomnio, envalentonado, decidí de que mañana no pasaba. Mañana
le declararía mi amor a la mujer de los ojos verdes.
Pero cuando llegó
mañana, al dar de alta el móvil, resulta que era antes de ayer. No entendía lo
que pasaba, porque mañana no era hoy; el futuro se había convertido en pasado,
con lo cual no podía entrar. Tenía que ser jueves y era martes, y el martes,
mentalmente, yo no estaba preparado. El jueves sí, pero el martes, no. ¿Estaba
en un bucle? Me pregunté. ¿Acaso era el día de la marmota? Me marché con la
cabeza gacha y desolado.
Aquella noche recé y
recé por mi amor frustrado hasta la extenuación. Cuando me levanté, lo primero
que hice fue mirar el móvil y para mi sorpresa era viernes. Perfecto. El tiempo
había dado un salto sustancial. Parecía que todo había vuelto a la normalidad,
así que ni desayuné en casa, me propuse hacerlo en aquella elegante cafetería y
declararle mi amor de una vez por todas, pero otra vez no pude.
Y no pude… No pude
porque en el chaflán de la calle, había una mercería.
Tomás Bernal Benito es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.