La música de los dioses

 

Julia María Dopico Vale y Piñeiro

En 1913 el escritor coruñés Wenceslao Fernández Flórez pasaba con su familia el primer verano en San Salvador de Cecebre, la parroquia del municipio de Cambre en la provincia de A Coruña de esta Galicia misteriosa y ancestral. La belleza del espacio y del paisanaje ‒ el de los paisanos‒ cautivarán a la familia que veraneará allí toda la vida, en la casa del apeadero 14 que hoy es su “Casa Museo” y centro de interpretación del escritor bajo los auspicios de su Fundación, los de la Diputación da Coruña y los del propio Concello de Cambre.

Autor de obras como Volvoreta, Las Siete Columnas, el Secreto de Barba Azul, las Gafas del Diablo…y de otras llevadas al cine como Camarote de Lujo, El hombre que quiso matar, Huella de Luz o el célebre Bosque Animado cuyo hilo argumental muestra la vida de todas las criaturas que forman la fraga de Cecebre: “ vino la Muerte y pasó su esponja por toda la extensión de la fraga y desaparecieron estos seres y las historias de estos seres (…) con sus luchas y amores, con sus tristezas y alegrías, que cada cual cree inéditas y como creadas para él, pero que son siempre las mismas…”.

Tristezas y alegrías que son las mismas pasiones que mueven y conmueven la propia naturaleza humana y que vinieron a revelarse en esta casa y en estas fragas gracias a la Asociación Cultural “Musicambre” y a la excepcional intervención el día 11 de mayo de tres artistas de excepción: Susana de Lorenzo, Concepción Pazos Pita y Jesús Sú, que nos trajeron no sólo la “Música de los Dioses”, una Conferencia-Concierto sobre el Mundo Clásico, sino también las historias que estos dioses entrañan, acudiendo nosotros mismos como en una “convocatoria de ánimas” para poblar también las frondosas y amenas fragas: “Cuando un hombre consigue llevar a un hombre allí, se entera de muchas historias y entonces comprende que existen otras almas, infinitas almas que están animando el bosque entero”.

Historias que se revelaron con las exposiciones de Susana de Lorenzo y Concepción Pazos que comenzaba de esta manera: “El ser humano poco ha cambiado. Han cambiado las formas (…) pero el interior es básicamente el mismo: los mismos miedos, las mismas pasiones, las mismas incertidumbres…ante las preguntas que no puede o no sabe explicar o responder a través de la razón o del mito.  El mundo clásico viene a ser aquí fuente inagotable que revela a través de sus personajes de leyenda temas universales como el amor, la muerte, el odio, la venganza, la guerra, la codicia…”.

Y… ¿Cómo se reflejan estas pasiones perpetuándose en el tiempo a través de la música culta o académica? Grecia nuevamente es el punto de partida con la formulación de la teoría musical de la que somos herederos o de las formas básicas de interpretación ligadas a la “aulodia” o la “khitarodia” en la escena de las grandes tragedias, de la épica o de la lírica. Una cultura, la griega, antropocéntrica y politeísta en la que las pasiones humanas se reflejan en las deidades que las elevan a la máxima potencia y a las que se recurre una vez y otra a lo largo de toda la historia.

La ópera concretamente, el género que surge a finales del S. XVI en torno a la “Camerata Florentina” pretendiendo recuperar musicalmente el mundo literario antiguo, es la que mejor refleja ‒por su propia esencia‒ todo este universo de héroes, leyendas y dioses.

No es casual por tanto que la Conferencia-Concierto comenzase a modo de “introito” con los compases iniciales del Orfeo de Claudio Monteverdi, considerada la primera ópera escrita, en la que se recupera el mito del músico capaz de “conmover a las piedras” con su canto. ¿Consideramos que la música tiene realmente ese poder emocional? Particularmente, diría que sí.

La voz fresca, delicada, pulida y atrayente de la soprano Susana de Lorenzo comenzó el “viaje iniciático” interpretando el Epitafio de Seikilos, la “canción más antigua del mundo” por ser la primera de la que se conserva texto y música escrita en la antigua notación alfabética griega ‒de la que derivará la notación universal actual‒ y hallada en una columna de mármol cerca de la ciudad de Éfeso en Turquía. Supuestamente la habría hecho construir Seikilos para su esposa fallecida, Euterpe. Un canto funerario por tanto que paradójicamente incita a disfrutar de la vida: “Mientras vivas, brilla/ no sufras por nada en absoluto. / La vida dura poco/ y el tiempo exige su tributo”.

Después un ejemplo musical del Medioevo con todo el influjo religioso que lo impregna dado que la iglesia católica será el reducto en el que se auspicien las manifestaciones artísticas siempre con fines “propagandísticos”, es decir, para difundir sus creencias, surgiendo así el canto gregoriano en el que la palabra bíblica suena y se transmite musicalmente. Un canto cuyos orígenes se encuentran en la sinagoga judía y en la música griega. Susana nuevamente interpretó la antífona compuesta por la alemana Hildegarda de Bingen, conocida como la “sibila del Rin” o “la profetisa teutónica”; una de las mujeres más poderosas y misteriosas de su tiempo y reconocida por ello. Inteligente, visionaria, considerada la “madre de la historia natural” y compositora. Una auténtica excepción dentro del mundo eclesiástico de primacía y exclusividad masculina. De ella escuchamos O virtus Sapientiae, una oda al amor a la sabiduría, aquí en excelente montaje audiovisual grabado en las ruinas de un castillo en Mota del Marqués en Valladolid.

Y después, la ópera, como forma musical culta que vive su desarrollo en el Barroco. Un género reservado entonces para el goce de las élites aristocráticas ‒algo de lo que parecen quedar reminiscencias a pesar de que actualmente y con la progresiva democratización social y artística está al alcance de todos los que a ella quieran aproximarse‒; una refinada “jet” que se complace en admirar la “música de los dioses”, dignos protagonistas para ser escuchados por público tan selecto.

Sabiamente las conferenciantes llevaron a cabo una cuidadosa selección de modelos musicales operísticos para desgranar no sólo los argumentos contemplados en cada libreto, sino también para traspasar el velo teatral que mueve y conmueve a los personajes que evidencian pasiones vivas y latentes en la historia de la humanidad hasta nuestra época, como bien apuntaba Conchita Pazos.

Aparece Medea, de Luigi Cherubini, cuya trama es considerada una de las más trágicas y arrebatadoras del mundo lírico, girando sobre los sentimientos de traición y venganza como fuerzas destructivas. La protagonista, desesperada por el abandono de su amor acaba asesinando a sus propios hijos. Nadie mejor que MarIa Callas para interpretar a Medea: “Es la madre de tus hijos a la que ves vencida y desesperada, triste y abandonada por tu causa”. Bien. Desde 2013 se contabilizan este tipo de asesinatos que constituyen la lacra social del S. XXI bajo el nombre de “violencia vicaria”, considerada la expresión más cruel de violencia de género.

Después escuchamos el aria final de la primera ópera inglesa, Dido y Eneas de H. Purcell basada en la Eneida de Virgilio. En ella se aborda el amor apasionado y trágico que desemboca en el suicidio. “Cuando yazca en la tierra, recuérdame; pero olvida mi cruel destino”. Un reciente estudio en la Universidad de Columbia Británica afirma que en España hay 10 personas que mueren por suicidio cada día. Algunas también por amor. Una realidad ignorada.

Seguimos con Orfeo y Eurídice del alemán C.W. Gluck, cuyas temáticas giran en torno al amor, la pérdida, la muerte y el inframundo, mostrando el poder de la música para influir en la naturaleza y concluyendo con la muestra de las propias limitaciones humanas La reflexión sobre uno mismo y nuestras fortalezas y debilidades se utilizan actualmente incluso en el ámbito empresarial para explotar y comprender los recursos internos y externos en lo que se llama DAFO personal.

Un fragmento de la célebre película Amadeus, la impresionante adaptación sobre la vida de W. A. Mozart que llegó a obtener ocho premios de la Academia apareció en la exposición, concretamente el que reproduce el proceso creativo de un fragmento del inacabado “réquiem”: “Confutatis maledictis” ‒ “Confutatis, maledictis: flammis acribus addictus, boca me cum benedictis” …‒. “Rechazados ya los malditos y entregados a las crueles llamas, llámame con los benditos”. Refleja el miedo ante el juicio final y también el miedo a la muerte, el evento irreversible e inexplicable que nos lleva a dejar de existir; si bien el trasfondo de la película nos presenta la compleja emoción humana de la envidia: la que siente Salieri, el músico mediocre aunque reconocido ante el genio de Mozart, también con sus pequeñeces humanas. Una envidia que lleva a Salieri a la usurpación y a la participación en la muerte de Mozart y todo ello a su irremediable locura.

El tema del destino como algo ineludible vino ejemplificado con la ópera-oratorio de Strawinski Edipo rey, que trata sobre la inevitabilidad de la profecía. El “determinismo”, una corriente filosófica que tiene sus raíces en la antigüedad clásica se mantiene hasta la actualidad tratando temas como el libre albedrío o la física cuántica. Nadie mejor que Jessye Norman, la excepcional soprano, para ejemplificar musicalmente toda esta fuerza inexorable.

¿Ejerce influencias la naturaleza y por tanto el sistema solar sobre las personas? Cada planeta tiene el nombre de un dios y cada dios tiene asignadas sus propias características. ¿Nos afecta esto realmente? Creo que la pregunta sigue abierta. Un fragmento del poema sinfónico The Planets de Holst, concretamente el del primer movimiento dedicado a Marte‒ dios de la guerra, señor del hierro y el que conduce a la victoria‒ sirvió para introducir la cuestión de la influencia de la naturaleza en el ser humano ‒ también cabría decir la relación del ser humano con la naturaleza‒. Una constante en la historia de la humanidad, ya que no debemos obviar que somos seres naturales.

Otra constante es la eterna pregunta: ¿De dónde venimos? La cuestión del origen, de la aparición del hombre sobre la tierra. Los primeros Homo sapiens aparecieron hace 120.000 o 100.000 años, asociándose con el desarrollo tecnológico. Tema por cierto de candente actualidad ‒como lo sería en su momento el invento del fuego o el de la rueda‒ ¿Algo más revolucionario? Si bien ahora nos encontramos en un proceso diferente. La música excelentemente seleccionada para el desarrollo de este planteamiento fue el Kyrie Eleison, Christe eleison de Digetti sobre una escena de la película “2001: Odisea del espacio”. Una música en la que el compositor crea microfonía a 20 voces. Algo único que lejos de resultar disonante al manejarse distancias interválicas tan diferentes a las habituales resulta armonioso y más que sugerente, lo que habla del dominio sonoro del compositor que conduce todo este infrecuente proceso de manera magistral.

Con Dafne de Richard Strauss, se trata el tema de la transformación, la naturaleza y el deseo. Dafne no quiere ser poseída por lo que es convertida en árbol, lo que nos sitúa ante la tensión del amor romántico y la libertad individual. Algo tan cotidiano como el empeño de la intervención masculina en las decisiones femeninas.

La dualidad entre el placer y la pureza se presentó con los cantos goliardos ‒los propios goliardos fueron ejemplo de esta dualidad‒ musicados por Carl Orff en el S. XX con los magníficos Carmina Burana, concretamente en un fragmento en el que se manifiesta el fluctuar de la balanza entre el amor lascivo y el pudor, simbolizados en el estupendo montaje de Jesús Sú con el juego de túnicas blancas ‒  que representan la pureza‒ y púrpuras ‒ el placer‒ y que acompañan a la voz de Susana con el transcurrir del agua como fondo sonoro.

Y ya para terminar, la interpretación en vivo y en directo del aria final de la ópera de Monteverdi La Coronación de Popea, una ópera en la que los personajes no son mitológicos, sino que se corresponden a la realidad, es decir, existen. Mas… ¿no se corresponden a la realidad todos los sentimientos y pasiones que hemos ido describiendo a través del  mito? . Aquí los acontecimientos finalmente suceden y lo hacen en un mundo de conspiraciones, asesinatos y delirios amorosos que acompañan a Nerón, el “incendiario”, interpretados nuevamente por Susana en un fragmento musical con un canon establecido en sucesión de frases de amor.

Todo tan lejano o cercano, todo tan desconocido o presente. Tantos milenios precedidos ante un devenir que ignoramos… ¿Cómo, de qué manera se sustenta esta “gran opera” universal, cosmológica y humana que es la vida? Yo no sé, pero quizás en sus variadas e incluso desvariadas formas podría, quizás pudiese ser, quizás tan solo fuese posible a través del… ¿Amor?

Julia María Dopico Vale y Piñeiro es delegada permanente de la Unión Nacional de Escritores de España para las Relaciones con la Música.