Relato corto de Concha García de los Arcos
A aquella niña, que se llamaba Elvirita, siempre, desde que era un bebé, le gustaron los animalitos. En su casa vivían un perro que se llamaba “Tinto”, y dos gatitas. Además ahora que estaban en un pueblo de la Sierra, alrededor se podían ver montones de bichitos muy simpáticos.
Un día su mamá le dijo: “Esta
mañana nos vamos a ir a Granada, tengo
que hacer unas compras y después, iremos a ver a los abuelos”
…¡¡¡Siiiii!!!, dijo Elvirita. “La
abuela me deja jugar con sus collares”.
Cogidas de la mano iban por una
calle con muchos árboles muy grandes y muy altos que se llaman “Plátanos” (pero
los plátanos, que tanto nos gustan, son otros ).
Era una calle con muchos coches y
todos iban muy deprisa. Ellas andaban por la acera muy contentas, cuando, de pronto,
vieron que caía un pajarito del árbol, movía sus alitas, pero era muy pequeño y
todavía no sabía volar. Enseguida bajó la mamá del pajarito pero no podía
volverlo a subir.
Elvirita y su mamá se quedaron
pensando cómo podían ayudarle a volver al nido: pero el árbol era muy alto y el
nido (la casita del pajarito) estaba muy arriba y no lo podían subir. Entonces
Ana, la mamá de la niña, lo cogió y lo guardó en su bolso. “Nos vamos a casa, Elvira,
tenemos que cuidar del pajarito”, le dijo a la niña.
Y así fue como llego el jilguerito
a la casa de Elvirita. Mientras, la mamá jilguero, fue a buscar al papá
jilguero: le contó lo que había pasado y los dos, volando, llegaron a la casa
de Elvirita y sus papas.
En la casa tenían una jaula
pequeñita y allí metieron al pajarito, lo
pusieron en una ventana para que viera las plantas y estuviera contento. El
pequeño se puso a piar y entonces empezaron a llegar todos los jilgueros que
vivían cerca y cuando también llegaron los papás del pajarito, se quedaron en
un árbol cerca de la jaulita de su pequeño y cantaron.
“Mira, seguramente le dicen cosas a
su hijo”, dijo la mamá de Elvirita. Y muy pronto todos supieron lo que le
estaban diciendo:
“¡Ya sabemos que estás muy contento
en esta casa y quieres mucho a Elvirita, pero debes venirte con nosotros, tus papás,
porque eres un pajarito muy pequeño y tenemos que enseñarte muchas cosas: a volar,
a cantar, a hacer nidos!”
También le dijeron que cuando fuera mayor
podría volver para ver a Elvirita y cantarle todos los preciosos cantos de los
jilgueros…
Una mañana al levantase, la niña
encontró la jaula sin el pajarito. Elvirita se puso triste. Pero su mamá le
explicó que los animales tienen que estar en la naturaleza, con su familia y
que pronto volvería para cantarle las bonitas canciones que
habría aprendido.
Y así fue: un día que estaban
Elvirita y Ana, su mamá, en su casa con la ventana abierta, entró el jilguerito para
ver a Elvirita: estuvo volando, volando y después de estar un rato largo se
fue.
“Ves, le dijo su mamá, ya ha venido
y volverá muchas, muchas veces más”.
Y así ha sido y lo será. Aquí
dejamos “El Cuento, Verdadero, de Elvirita y su Jilguero”.
Concha García de los Arcos es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.