– ¡Oye, Ricardo! Bajarás ¿no?
– Sí sí, tranquila. Querrá que
estemos allí con él.
– Vale pues nos vemos esta tarde. A las cinco, recuérdalo.
Ricardo abre el armario. Corre
las perchas y busca en el fondo la americana negra. Se abrocha el botón de
arriba, el de abajo no. Se coloca frente al espejo y hace un nudo simple en la
corbata.
– Total voy a estar una hora
con ella puesta.
Baja el cuello de su camisa,
prenda y complemento también negros.
– Para ser original.
Coge las llaves del coche del vaciabolsillos y cigarro en mano baja las escaleras de su piso.
Aparca. Entra y se sienta con
Daniel en primera fila (jodo como apesta a incienso).
– Lo siento mucho, tío. Te
acompaño en el sentimiento (Siempre se dice lo mismo).
– Gracias – se escucha con un
hilo entrecortado de voz – siempre se van los mejores.
– Ya lo sé ya (¡Qué voy a
saber yo! Si además no lo conocí, pero por la cara seguro que tenía mala
hostia).
– Gracias por venir, de
verdad.
– De nada, para que están los amigos (Desde cuando soy amigo de este tío, si no me hubiera cruzado con su hermana esta mañana ni me habría acordado. ¡Qué culo tenía! Cuando se dio la vuelta... Mmm y esas mallas que llevaba).
Se levantan y se acercan al ataúd abierto.
– Míralo, parece que esté
dormido y en cualquier momento vaya a despertar.
– Ojalá fuera así (ojalá de
verdad. Sería un puntazo que ahora todo esto se transformará en el videoclip de
Thriller y todos nos pusiéramos a bailar. Engancharía a la Patri y le enseñaría
como soy el amo de la pista). Solo piensa que está en un lugar mejor (que todo
puede ser mejor que esto, joder, hasta en el puto infierno haría menos calor.
¿Se puede saber quién controla aquí el termostato? No me quito la americana
porque debo llevar el sobaco encharcao. Y paso de que lo vea la Patri).
– Seguro que ahora está viendo su programa favorito sentado en su sillón. O
gritando a los árbitros del fútbol.
– Solo os mirará orgulloso desde el cielo (maldita frase mágica. Solo es lo que quiere oir la gente. ¿Y qué clase de tío era este señor que su pasatiempo era ver la tele y gritar a los árbitros? ¿Y qué coño hago yo aquí? ¡Ah sí! La Patri)
Daniel le abraza, ya en mejor estado. Mientras Ricardo mira a Patricia por encima del hombro de su hermano. Está desconsolada.
– ¿Podrás aguantar solo un
rato? Tu hermana también necesita desahogarse
(Dios por favor, es lo último que te pido, que lo haga conmigo. Más vale que
todo esto me sirva para algo. Mandaría huevos venir a ligar a un velatorio pero
toda vida lo han dicho los abuelos: El muerto al hoyo y el vivo al bollo. Y los
viejos son los más sabios).
– Si tranquilo ve. Y muchas
gracias Ricardo.
– No es para tanto Daniel,
solo soy un apoyo (y a lo mejor follo. Jajajajajajajaja. Toma rima. ¡Hay Dios!
Si no fuera por estos momentos. Patricia mi vida, te voy a hacer un traje de
saliva. Jajajajajaja. Hoy me siento rapero) – pone la mano sobre su hombro y
solemne se acerca a su oreja – lo siento mucho, de verdad. Al menos llegó a ver
como te licenciaste. Seguro que se sintió el
hombre más afortunado del mundo.
Patricia se seca los ojos y
abraza a Ricardo.
– Muchas gracias – dice
sorbiendo los mocos – eres muy bueno, Ricardo.
– Lo sé, y ya sabes. Si quieres hablar o algo, no dudes en llamarme. Estoy aquí para lo que necesites (¡Qué bien le sienta el negro! ¿Y por qué se ha puesto un corsé? Parece que sus tetas me están dando las buenas tardes. Si supiera lo que me gustaría hacer debajo de esa falda. Bua me voy a tener que salir a fumar, sino voy a hacer alguna gilipollez).
Las condolencias siguen sucediéndose, y aprovechando el vaivén de gente, Ricardo trata de hacer mutis por la puerta. Se lleva el cigarro a la boca y cuando va a encender el mechero una mano toca su hombro.
– ¿Ya te vas? – Ricardo se da
la vuelta y apaga el mechero – ¿Eres amigo de mis hijos no?
– Sí, señora López, iba a clase con su hija. (¿Qué coño quiere ahora esta
señora? Si nunca me ha tragado. ¿Y de qué va
vestida? Si parece una morcilla de burgos con peineta. ¿En serio la Patri es tu
hija? Como sea así en el futuro igual no conviene acercarse tanto. A no ser que
la apunte a mi gimnasio). Salgo a fumar un momento y vuelvo señora. Estoy
pasándolo muy mal y lo necesito (y tanto que lo necesito, y mis sobacos
también. Bueno y los de los demás también. Manda huevos que haya un cadáver y
lo que huela a muerto sea el Tío Aurelio, igual es un presagio).
– Si hijo si, tienes razón.
Pero vuelve rápido ¿eh? Que mis hijos te necesitan
– Tranquila señora. No me voy a separar de ellos (de Patricia por lo menos a Daniel como si se la pica un pollo).
– Dime, Patricia, ¿pasa algo?
(Ya está, ya)
– Hola, Ricardo puedes bajar a
mi casa un momento, te necesito.
– Sí, claro, ningún problema (por fin se recompensa mi esfuerzo. Me tendré que echar colonia... Y depilarme).
– ¡En qué momento se me ocurrió soltar la frasecita de los huevos! Si lo sé no voy. Si es que soy gilipollas. ¡Y tú! Caga de una puta vez que hace frío y yo me quiero ir a mi casa – el perro se vuelve y lo mira con la cabeza ladeada y la lengua fuera – esta te la guardo Patricia... Encima los llevo en carne viva – se rasca en la zona de la cremallera de los vaqueros – ¡Quieres cagar de una puta vez!
– ¡Oye, Richi! ¿Al final
conseguiste algo con la Patri o no?
– Sí que lo conseguí sí. Ahora
he quedado con Dani para ir a comprar una correa nueva.
– ¿Eh?
– Pues que a Rufo le da por
morderla, y está destrozada.
– Pero... ¿Le van las correas?
– Sí, claro. Le encantan.
Habitualmente te la pide para jugar.
– ¡No jodas! ¿Y a ti te va
eso?
– Es lo que me toca, por
hablar más de la cuenta.
– Pero entonces, ¿te la has
tirado?
– No, paso más tiempo con su
hermano.
– ¿Ahora te llevas bien con
Dani?
– No sé. Me cae mejor Rufo.