La rosa blanca de la esperanza

 

Juan Carlos Cavero

Hoy en día, más que nunca, se nos ha inculcado un miedo apocalíptico que penetra hasta los huesos y hace crecer la indiferencia ante el dolor de las víctimas de las guerras del mundo y nos somete y debilita moralmente ante el poder fáctico de los gobiernos que administran las armas en el mundo y la impotencia de que ante ellos nada podemos hacer. Todo parece perdido.

El último libro: El Espíritu de la Esperanza, que nos ha legado el filósofo y recién premiado con el Príncipe de Asturias, Byung-Chul Han, es un ensayo trufado de citas de autores y conclusiones personales sobre sus apreciaciones. En él se insiste repetidamente y, desde el principio, que la concordia entre los pueblos y sus gentes se derrumba si cedemos ante el miedo. El miedo, cuyo origen suele estar en el desconocimiento del otro, se nutre de los prejuicios y de las antiguas raíces conflictivas. Antiguas o nuevas rencillas que se vuelven guerras para satisfacer el mercado de las armas y, es en ellas y su entorno, donde aparece el mantra de lo apocalíptico: mensajes, videos, libros, cine, noticias,...del fin de los tiempos para la humanidad.

Se conduce así al espíritu gregario del ciudadano entre dos estrechas cercas: la de terror y muerte (Tanatos) y Eros (la supervivencia). De tal manera que estas dos fuerzas limitantes, las pulsiones de muerte y de placer, acorralan al sujeto y le hacen llevar a una vida Zombi o, mejor, lo transforma en Cíborg, una hibridación entre lo humano y los implantes tecnológicos en un futuro posthumanista dominado por los dueños de la tecnología.

Por otro lado, han atomizado al sujeto, lo han individualizado, con la intención de mantenerlo bajo un constante y continuo rendimiento. Y, para ello, crea un yo- esclavo, víctima de su propio yo-amo.

Esta dialéctica del amo y del esclavo (de la que hablaran Hegel y Alexander Kojeve) interiorizada en la psique del sujeto, lleva emparejada consigo el disvalor del masoquismo. Pues, desde la escuela y otras estructuras sutiles del poder, te han enseñado a que tu ego deba sentirse aprobado personal y colectivamente y, para satisfacer esta aprobación interna y externa, no dudarás en sufrir lo que sea necesario para rendir más en su demostración personal y pública de todo lo que eres capaz de autoexigirte.

Como destaca Byung Chul Han: La fuerza del miedo sigue fluctuando en este contexto de lo que uno espera de sí mismo, tanto en lo interior como en lo exterior: "Miedo a fracasar, miedo a no estar a la altura de lo que uno espera de sí mismo, miedo a no poder mantener el ritmo o miedo a quedarse descolgado. Precisamente este miedo ubicuo es un motor que hace que aumente la productividad". 

Este miedo te lleva de la mano al pesimismo, a la falta de libertad, a la muerte de la democracia puesto que se pierde el pensar libre. En definitiva, por el miedo, nuestro mundo se vuelve una cárcel, un presidio para un sujeto enclaustrado, asustado, débil y atomizado.

Pero entonces, ¿cómo hacer que esas raíces de antiguos y nuevos conflictos puedan transformarse en flores de paz, de encuentro y de alegría? ¿Cómo apartarnos de esas guerras a las que nos quieren arrastrar los grandes lobbies de las armas?

La escritura, la narración y el diálogo son una herramienta contra la angustia y el miedo porque nace de la esperanza que habita en las palabras y se alimenta de ella:

La esperanza es una apertura a la utopía y vive preñada de voluntad, entusiasmo, euforia, alegría e imaginación que despierta al sujeto de su aislamiento y lo hace pensar, vivir y sentir,  en todos nosotros como hermanos; nos saca del ensimismamiento y nos devuelve a la posibilidad de sentirnos una humanidad unida.

Una sociedad que, como la actual, carece de toda esperanza es una sociedad de color gris. La esperanza es amor puro y universal que se adhiere al verde esperanza, verde esmeralda, que brota en los momentos de mayor desesperación.

Sí, sabemos que “cuanto más profunda sea la desesperación, más intensa será la esperanza. Esta es la dialéctica de la esperanza”. La rosa blanca es la buena nueva, el advenimiento y la llegada de lo inesperado. Y no importa que la esperanza sea defraudada, porque es flor que renace una y otra vez, siempre con la misma belleza e ilusión, desde las más oscuras cenizas.

Ingeborg Bachmann escribió: la esperanza es la guía de las acciones, es la que nos infude bríos para actuar, hace posible instalarse en un hogar. Promete un hogar, una patria. Tiende un puente sobre lo intransitable, sobre el abismo. Nos da orientación y nos brida asidero. En definitiva, una persona vive mientras tenga esperanza.

Así que, Mientras los poetas sigan hablando seguirá habiendo esperanza en el mundo. Porque el lenguaje es su lugar de ser, de darse y, la poesía en sí misma es un lenguaje de esperanza.

Por tanto, Mantengamos en nuestros corazones esta rosa blanca, la de la fe en la esperanza de amanecer mañana en un mundo en PAZ.

Juan Carlos Cavero es doctor y profesor tutor de Filosofía en la UNED y en Enseñanzas Medias. Es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.