Inercia
Cuánta inercia entre los granos de polen
ascendiendo al recuerdo erróneo del verso.
Esa raya que será beatificada en algún
rincón del palacio, donde la música
no desembocará en los lacrimales de
mis ojos y efímera sobreviva la suela
de un zapato sin tu número de pie.
Cuánta sincronía anticipada, posible
futuro abismal del fraude índigo.
Pánico a la raíz que abrace tan fuerte
mi tierra, como para repetir la asfixia,
en la hoguera que un día fui.
Cuánta armonía en aquellas miradas
profundas y cristalinas, ajenas
al desaliento precoz y las despedidas
ácidas sin promesas en pleno duelo.
Es imposible el tacto sobre las hojas
de acanto en el capitel, si la columna
carece de fuste.
Cuántas llagas frescas aliñadas
con sal y cuánto azabache,
antes de germinar sin espinas.
Soneto a mi padre
Padre, semilla de otoño dorado,
donde mis ojos germinaron vida.
Sol y savia que disuelve la herida,
desde el primer latido soñado.
Eres la luz que despierta en el prado,
fuente de valor en mi alma rendida
y el trinar en la lluvia florecida,
en mi silencio de plata acostado.
Sobre tus huellas de hierba yo camino,
entre tus ramas me siento segura,
aunque el sendero lo trace el destino.
¡Qué no vuelen los días con premura!
Quiero detener el tiempo divino
y sin marchitarme ser tu flor pura.
Llega la noche serena,
abrazando nuestro sueño
candiles son las sirenas,
estrellas de un mar sin dueño.
La luna blanca de arena,
llora perlas en su empeño,
de llenarse en primavera,
sobre el cielo malagueño.
He perdido el kilometraje de mis latidos
He perdido el kilometraje de mis latidos,
recorriendo exhausta,
senderos de asfalto gris.
Ojos lluviosos de cristales y plata,
sollozos de una canción serena,
que tímida se acerca a mi.
Ajeno el destino a mi celeste tristeza,
paisajes picassianos, van quedando atrás.
Besos que no llegaron a su destino,
abrazos de eucalipto,
que solo el viento supo dar.
El reloj se detiene en el tiempo
sobre los árboles compañeros de viaje
y el peregrinar de una golondrina a su nido
me muestra un nuevo paraje.
Luciérnagas que juegan de día,
soles que alumbran la noche...
y unos versos de Machado
que como candiles en el alma,
iluminaron mi universo acostado.
Caminante no hay camino
Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
caminante no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en el mar.
(Antonio Machado)
Hueles a dulce salitre,
olas del desierto infinito,
brisa fresca de hierbabuena y
canela,
aroma a plumas de ángel,
acariciando mi piel desnuda.
Hueles a presente rojo pasión,
a beso de fuego en
atardeceres,
a futuro cercano de verde
menta,
donde solo respiro de ti.
Hueles
a versos, sabia de un árbol,
a
serenidad de eucalipto en mis tormentas,
a
fruta de verano,
elixir
de madurez despierta.
Hueles
a besos de cielo,
a ave
majestuosa acompañando mi vuelo,
a
tierra mojada y
raíces
de un amor profundo
anclado
en mi.
Y en
tu ausencia...
Huelo
a ti, hueles a mi,
Esencia eterna.
Laura Gutiérrez Cortés es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.
