Vendiendo humo
Me desmaquillo las ideas
los deseos, lo que pienso
y me ofrezco imperfecta.
Asoma sobrepeso de vergüenza
embriaguez en la mesura
exceso de estupidez,
todo ello en dosis pura.
Debo hilar fino,
el concepto seducción
y ofrecerle con exacta proporción,
la receta del amor.
Que le llegue un torrente de corriente
que alborote su percepción
y se encuentre de frente
sorprendentemente, con la mujer que soñó.
El perfil de tu cara
son los montes, son los valles
el paisaje que me espera
cuando llego cada tarde.
El mar de tu mirada
se sitúa en el horizonte
se funde con la sal de mi boca,
se intercala con tus ganas.
Que no hay nada mejor,
que volver cada tarde
y que se nos vaya
la noche, por las ramas.
Haciendo el amor
Afuera puede estar la nieve
con su gélida temperatura,
que dentro me chisporrotea el fuego
que me enciende tu mano,
dulce y segura.
La miel en tu mirada,
ya endulzo cualquier amargura.
Sin tí, no tiene premio la vida,
mis velas desplegadas
siempre esperan,
la tormenta que desatas.
El rato que nos dura
es, azúcar pura.
La autopista de los sueños
El viajero número uno
va lanzado por la vía Láctea
para que luego digan
que las estrellas sólo se miran
él además las esquiva.
Juega con la potencia de su luz,
a iluminar los caminos que transita.
Desde allí arriba la tierra,
se ve tan pequeñita…
le cabe en el bolsillo que guarda,
las dudas y los recuerdos que escocían.
Como se siente posible,
a los deseos a cumplirse, invita
el primero de la lista:
encontrar su estrella favorita.
Juega y vuela; se regocija
sabe que no debe cerrar los ojos,
que no se puede dormir
porque al abrirlos de nuevo,
estará pisando tierra.
Hay palabras que nacen destruidas
que salen de las ruinas,
para ser castillos en los cuentos,
pañuelos que abrigan cuellos.
Hay palabras escondidas
de un miedo tan suicida,
que no dejan respirar
que se hacen escarcha
en un capítulo de tu vida,
quemando el borde de las heridas.
Hay palabras que son río
bajando al mar
encuentran refugio en el recorrido
te vienen a despertar.
Los mares de mi rutina
están en tempestad
cuando se calmen sus aguas
volverán mis pasos a tú orilla.
Como un péndulo asomas y te vas
me abrigas me desnudas
confiada y vulnerable,
sintiéndome leña en el cobertizo,
esperando un invierno venidero
sí quieres te digo la verdad…
no estoy acostumbrada a esperar
me abordan dudas,
me tomo la urgencia a bocanadas
llenando el pulmón y las ansias.
Rebosante de miedos
a mí misma me conmuevo
todo rato se prolonga se transforma,
en la historia que toca vivir.
Mejor aprender a remar
que nadar en la derrota.
Poema de princesas
Decidme lo bello que es,
que estoy ciega
por el rayo de un recuerdo
que atravesó el tiempo de espera,
de poderlo conocer.
Lo saben los sabios
lo saben los necios
que te tengo eterno,
al paso del tiempo.
El hilo sin refuerzo se rompió,
derramando las cuentas por deseos,
que yo te esperaré
por los siglos, de los siglos
doy fe. Está escrito en mi cuento.
Vestida de novia te espero,
para hacerte sentir
unicornio de mis sueños
caballero de mi reino.
Una tarde contigo
El laberinto lleva tu nombre
la escalera de caracol,
a tus pies se expone
eres enigma, el soporte.
Viajas a través del tiempo
mientras cruzas la puerta,
me traes, me llevas, te adentras.
Tan sencillo y delicado
tan grandioso y aquietado
sacaste de paseo los miedos
les compraste caramelos y helado.
Un poco de todo
Un dedal de coincidencia,
que yo también cosí alguna prenda.
¡Caracoles! en la cazuela
que no, con signo de exclamación
en algún verso de poema.
Casi, que llegó a rendirme
por palabras hermanas,
cogí la pluma,
las hice primas, las hice rimas.
Las botas usadas trazaron camino
detrás de una bandada
de pájaros volaban
construyendo destino.
Los sonidos del viento
entonan en el oído,
canciones de amor y fango
desafina alguna nota de pena,
y nace un tango.
Anda súbete al pajar,
que encontremos la aguja
que ayudados del dedal
con el que comenzamos,
remendemos lo que no nos gusta
de la vida, que nos han prestado.
Siempre tan enredados
en el asfalto, el trabajo,
en las prisas, en lo abstracto
con la cara dura de robarle
el permiso a la vida.
El orden y el desorden, depende de ti
tan solo tienes que decidir,
donde me colocas a mí.
No pienses, descarga tu mente,
baila la música que sientes,
déjate llevar, devora ese mal humor
que fácil sería, dar pasos en la tierra
con la ingravidez de la luna.
Infinitas bocas entreabierta, entregadas
los pasos de una paloma,
sobre las piedras de cualquier plaza.
La lluvia que cae, se alía con las luces
y a cualquier ciudad
le saca todo su brillo y exquisitez,
los secretos, los deseos innombrables,
las cosas sin pasión y el miedo a perder.
Pero… tú sabes que habrá más océano
después del horizonte.
María Luz Reyes Muñiz es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.