María Luz Reyes Muñiz, poemas



 

Vendiendo humo

Me desmaquillo las ideas

los deseos, lo que pienso

y me ofrezco imperfecta.

Asoma sobrepeso de vergüenza

embriaguez en la mesura

exceso de estupidez,

todo ello en dosis pura.

Debo hilar fino,

el concepto seducción

y ofrecerle con exacta proporción,

la receta del amor.

Que le llegue un torrente de corriente

que alborote su percepción

y se encuentre de frente

sorprendentemente, con la mujer que soñó.


El final de la jornada

El perfil de tu cara

 son los montes, son los valles

el paisaje que me espera

cuando llego cada tarde.

El mar de tu mirada

se sitúa en el horizonte

se funde con la sal de mi boca,

se intercala con tus ganas.

Que no hay nada mejor,

que volver cada tarde

y que se nos vaya

la noche, por las ramas.


Haciendo el amor

Afuera puede estar la nieve

con su gélida temperatura,

que dentro me chisporrotea el fuego

que me enciende tu mano,

dulce y segura.

La miel en tu mirada,

ya endulzo cualquier amargura.

Sin tí, no tiene premio la vida,

mis velas desplegadas

siempre esperan,

la tormenta que desatas.

El rato que nos dura

es, azúcar pura.


La autopista de los sueños

El viajero número uno

va lanzado por la vía Láctea

para que luego digan

que las estrellas sólo se miran

él además las esquiva.

Juega con la potencia de su luz,

a iluminar los caminos que transita.

Desde allí arriba la tierra,

se ve tan pequeñita…

le cabe en el bolsillo que guarda,

las dudas y los recuerdos que escocían.

Como se siente posible,

a los deseos a cumplirse, invita

el primero de la lista:

encontrar su estrella favorita.

Juega y vuela; se regocija

sabe  que no debe cerrar los ojos,

que no se puede dormir

porque al abrirlos de nuevo,

estará pisando tierra.


Todos tenemos una

Hay palabras que nacen destruidas

que salen de las ruinas,

para ser castillos en los cuentos,

pañuelos que abrigan cuellos.

 

Hay palabras escondidas

de un miedo tan suicida,

que no dejan respirar

que se hacen escarcha

en un capítulo de tu vida,

quemando el borde de las heridas.

 

Hay palabras que son río

bajando al mar

encuentran refugio en el recorrido

te vienen a despertar.


Bajamar

Los mares de mi rutina

están en tempestad

cuando se calmen sus aguas

volverán mis pasos a tú orilla.

Como un péndulo asomas y te vas

me abrigas me desnudas

confiada y vulnerable,

sintiéndome leña en el cobertizo,

esperando un invierno venidero

sí quieres te digo la verdad…

no estoy acostumbrada a esperar

me abordan dudas,

me tomo la urgencia a bocanadas

llenando el pulmón y las ansias.

Rebosante de miedos

a mí misma me conmuevo

todo rato se prolonga se transforma,

en la historia que toca vivir.

Mejor aprender a remar

que nadar en la derrota.


Poema de princesas

Decidme lo bello que es,

que estoy ciega

por el rayo de un recuerdo

que atravesó el  tiempo de espera,

de poderlo conocer.

Lo saben los sabios

lo saben los necios

que te tengo eterno,

al paso del tiempo.

El hilo sin refuerzo se rompió,

derramando las cuentas por deseos,

que yo te esperaré

por los siglos, de los siglos

doy fe. Está escrito en mi cuento.

Vestida de novia te espero,

para hacerte sentir

unicornio de mis sueños

caballero de mi reino.


Una tarde contigo

El laberinto lleva tu nombre

la escalera de caracol,

a tus pies se expone

eres enigma, el soporte.

Viajas a través del tiempo

mientras cruzas la puerta,

me traes, me llevas, te adentras.

Tan sencillo y delicado

tan grandioso y aquietado

sacaste de paseo los miedos

les compraste caramelos y helado.


Un poco de todo

Un dedal de coincidencia,

que yo también cosí alguna prenda.

¡Caracoles! en la cazuela

que no, con signo de exclamación

en algún verso de poema.

Casi, que llegó a rendirme

por palabras hermanas,

cogí la pluma,

las hice primas, las hice rimas.

Las botas usadas trazaron camino

detrás de una bandada

de pájaros volaban

construyendo destino.

Los sonidos del viento

entonan en el oído,

canciones de amor y fango

desafina alguna nota de pena,

y nace un tango.

Anda súbete al pajar,

que encontremos la aguja

que ayudados del dedal

con el que comenzamos,

remendemos lo que no nos gusta

de la vida, que nos han prestado.


Historias cotidianas

Siempre tan enredados

en el asfalto, el trabajo,

en las prisas, en lo abstracto

con  la cara dura de robarle

el permiso a la vida.

El orden y el desorden, depende de ti

tan solo tienes que decidir,

donde me colocas a mí.

No pienses, descarga tu mente,

baila la música que sientes,

déjate llevar, devora ese mal humor

que fácil sería, dar pasos en la tierra

con la ingravidez de la luna.

Infinitas bocas entreabierta, entregadas

los pasos de una paloma,

sobre las piedras de cualquier plaza.

La lluvia que cae, se alía con las luces

y a cualquier ciudad

le saca todo su brillo y exquisitez,

los secretos, los deseos innombrables,

las cosas sin pasión y el miedo a perder.

Pero… tú sabes que habrá más océano

después del horizonte.


María Luz Reyes Muñiz es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.