Marijose Muñoz Rubio, poemas


Renacer de domingo (Para Luis Fernando)

Dejé por ti todo lo que era mío.

Dame tú, Roma, a cambio de mis penas,

tanto como dejé para tenerte.                   

Rafael Alberti

Domingo,

eco en la penumbra de un sábado sin ti,

un llanto que resuena entre lágrimas frías

la noche me envenena, eterna y centinela

me devuelve el recuerdo de viejas heridas.


Domingo,

de una lengua que busca triunfar en la hojarasca,

pisando en soledad las hojas derramadas

de este cálido otoño de sueños y comienzos

abandonos furtivos que me saben a gloria.

Domingo,

cada paso es un sueño, una nueva certeza,

en la penumbra mi voz se desata,

un grito ahogado que el viento se lleva

nace la risa nueva y mi cara pone fin al abismo.

Domingo,

el sol despunta en un fulgor dorado

las sombras se disipan al caer de la tarde

tu llegada anticipa una lluvia de besos

que mi boca desierta con tu saliva arde.


Alhambra, amor y seda

Alma higiénica, vives sobre mármoles nuevos.

Huyes la oscura selva de formas increíbles.

Tu fantasía llega donde llegan tus manos,

y gozas el soneto del mar en tu ventana.

Federico García Lorca.

En el susurro del viento, un eco, 

sangre de siglos, historia que danza, 

árabe, seda suave y sin miedo, 

tejiendo en sueños la esperanza. 


Entre muros de gloria y luz, 

el sol acaricia cada rincón, 

allí reposa un canto en el azul

columna de oriente, paso de halcón. 

En la sombra danza mi pluma, 

pinta Maribel el tiempo pasado, 

aguas que fluyen en noches de bruma, 

con versos de un Corán sagrado. 

Alhambra, joya en la tierra, 

bajo el manto estrellado de Dios, 

susurros de amores que nunca se cierran, 

legado eterno de un mundo de amor. 

Oh, quedan las sombras de aquel fulgor, 

de un alma que ama Granada

en cada rincón, un latido, un clamor, 

un arte que vive en casa pincelada.

Seda árabe, caricia del viento, 

que en susurros y flores belleza hallará, 

pintando una historia de fiel sentimiento, 

donde el amor y la gloria perdurará.


Extraño balcón

En el balcón, donde el viento susurra, 

las nubes cuentan historias de mi amor perdido, 

con cada lágrima caída, el dolor se murmura

suspiros resonantes de anhelos prohibidos.

Los rayos de sol perdidos, los pájaros se han ido

las sombras del alma arrastran su verdad, 

en este rincón prestado, el tiempo se ha dormido

y la quietud se asoma, vestida de soledad.


El eco de un futuro lejano se siente en el aire, 

es la voz de los sueños que luchan por volar, 

un corazón cautivo que no redime el desaire, 

anhela entre los barrotes el poder perdonar.


Quisiera ser el viento, libre y sin cadenas, 

robar un instante eterno, danzar sin ti, 

pero el dolor persiste, como eternas arenas, 

tejiendo más suspiros que tantos años combatí.

Oh, blanco balcón, testigo de mis penas, 

guardián de mis secretos, faro de mi pesar, 

en cada rayo de luna una esperanza plena;

el susurro de la vida me invita a despertar.


Pero yo miro al cielo con el alma abierta, 

buscando entre nubes un rayo de verdad, 

y en cada latido mi corazón no acierta

prisionera en los tejados de esta, mi ciudad.


Alhambra nocturna

Acróstico

Alma insondable que vagas tras la sombra oscura.

La belleza es nuestra aliada enredada en el silencio.

Horas sigilosas, libres de tumultos, velos y vientres.

Atenta sigo a tu destino en este siniestro placer otoñal.

Menguante luna en el patio que me susurra secretos desconocidos.

Brilla sobre la melena leonada de la fuente y deja que tu espíritu beba.

Ritual de oscuridad adormecido y sediento de jazmines.

Aparta de mí este cáliz de quietud.


Noche eterna sobre las aguas doradas de susurros.

Otorga misterio como viejo tesoro a este corazón desgarrado.

Cada atardecer la misma osadía late con fuerza en mi interior.

Tus ganas me provocan, arrojan los miedos sobre Granada.

Unión de dos cuerpos que no hallan la cordura de siglos.

Radiantes como dos estrellas en la cópula sagrada.

Noche misteriosa que trae al fin consuelo a mi locura.

Aurora tardía naciste ya del cansancio de la alcoba.


Montaña inmóvil, madre tierra


Te enseñaré sin gritos 


el camino dorado 


la herida que conduce, 


al útero sagrado, 


y hendiré mi pluma


de un poema gestado 


por si acaso tu verbo 


me conquista el nevado. 



De tus garras de madre


ya me escapo, exiliado, 


de la escarpada loma 


de este borde dentado 


letanías de eco 


llegan hasta el collado, 


no era así este poema 


nació sin ser trazado.



Extraño hasta las formas 


del pico modelado

a las nubes sombrías 


siempre encaramado


arriba en la ribera


del mundo cobijado 


los hombres que no ven  


de mi vida he borrado.



Quiero bajar al mar 


junto al tosco granado,


las ondas de llanura


y el olor de misterio salado.


Esa fuerza feroz 


de un poema castrado 


me atrapa, la montaña 


más de lo soñado.


Eternamente tú, Federico

Porque tú crees que el tiempo cura

y que las paredes tapan,

y no es verdad, no es verdad.

F.G.L.


Sueño infantil de arroyo risueño,

detenido bajo el ala del cisne,

te llevan vestido de verde luna

por la montaña herida, hacia el cadalso.

Un halcón en vuelo íntimo

navega en el silencio de un cielo

dónde se columpian tus suspiros

hasta la madrugada.

Mirar atrás, entre el abecedario y la arena

y temblar, temblar... pero no de miedo

como acusan las malas lenguas,

sino temblar de pura belleza,

ante aquella cima de la leyenda de las piedras.

Chimenea humeante de ocaso

que se lleva tu espíritu, envuelto

en un amanecer, donde callan

de luto secreto las chicharras.

Perdido, soñando con la aurora de Iliberis,

tu último sol se arroja a los almendros

y tu alma por una sombra profunda

nos baña de tinieblas y llanto.

Han matado al poeta en el lucero

con las manos ancladas a la luna.

Mi Federico no... no ha muerto,

anuncia su madre entre quejidos.


La soledad del poeta

(Castellano antiguo)


Sólo escribo cuanto fuere 


pues alentando a mi mano 


desnudo el papel me espera, 


eternamente en silencio

 


Que en mi palabra creyere, 


vestir mi verbo cercano 


cuando con tesón blandiera 


lo que aquí os evidencio.



Sabed pluma por doquiere 


que trágica en el tintero


sufrida al suelo cayera, 


si escritura no presencio. 



Cuando el sol amaneciere 


con su rayo tan liviano 


antes de presta ceguera 


escribo prosa y sentencio.



Exacta palabra curtiere 


cual presto buen artesano, 


mi alma por fin cediera 


a hostigarte si conciencio.  



Polvo o sombra

Después de ir caminando 


torpe, débil, malherida, 


dejándome olvidar  


las penas por las esquinas.



Abrí mi corazón a la luz, 


a las palabras de poeta 


sintiendo aliviada mi cruz


de la sombra de esta grieta.



No comprendo mi pluma 


dolor que arrastro en soledad 


que no se disipa con la bruma 


ni huyendo del campo a la ciudad.



Amarga esta sombra que me disloca


aliento que consume mi corazón


susurrando de tu labio a mi boca


haciendo que pierda la razón. 



Tanta locura por los caminos 


matando el silencio en la vereda 


sintiéndome a su vez un asesino 


a golpe de verso en la alameda.   



Sucedió una tarde, en el monasterio


encontré la paz tan anhelada 


tras losas de cementerio


polvo somos todos, sombra hallada. 


Marijose Muñoz Rubio es miembro de honor de la Unión Nacional de Escritores de España.