Marijose Muñoz Rubio, poemas



Montaña inmóvil, madre tierra


Te enseñaré sin gritos 

el camino dorado 

la herida que conduce, 

al útero sagrado, 

y hendiré mi pluma

de un poema gestado 

por si acaso tu verbo 

me conquista el nevado. 


De tus garras de madre

ya me escapo, exiliado, 

de la escarpada loma 

de este borde dentado 

letanías de eco 

llegan hasta el collado, 

no era así este poema 

nació sin ser trazado.


Extraño hasta las formas 

del pico modelado

a las nubes sombrías 

siempre encaramado

arriba en la ribera

del mundo cobijado 

los hombres que no ven  

de mi vida he borrado.


Quiero bajar al mar 

junto al tosco granado,

las ondas de llanura

y el olor de misterio salado.

Esa fuerza feroz 

de un poema castrado 

me atrapa, la montaña 

más de lo soñado.


Eternamente tú, Federico

Porque tú crees que el tiempo cura

y que las paredes tapan,

y no es verdad, no es verdad.

F.G.L.


Sueño infantil de arroyo risueño,

detenido bajo el ala del cisne,

te llevan vestido de verde luna

por la montaña herida, hacia el cadalso.

Un halcón en vuelo íntimo

navega en el silencio de un cielo

dónde se columpian tus suspiros

hasta la madrugada.

Mirar atrás, entre el abecedario y la arena

y temblar, temblar... pero no de miedo

como acusan las malas lenguas,

sino temblar de pura belleza,

ante aquella cima de la leyenda de las piedras.

Chimenea humeante de ocaso

que se lleva tu espíritu, envuelto

en un amanecer, donde callan

de luto secreto las chicharras.

Perdido, soñando con la aurora de Iliberis,

tu último sol se arroja a los almendros

y tu alma por una sombra profunda

nos baña de tinieblas y llanto.

Han matado al poeta en el lucero

con las manos ancladas a la luna.

Mi Federico no... no ha muerto,

anuncia su madre entre quejidos.


La soledad del poeta

(Castellano antiguo)


Sólo escribo cuanto fuere 

pues alentando a mi mano 

desnudo el papel me espera, 

eternamente en silencio

 

Que en mi palabra creyere, 

vestir mi verbo cercano 

cuando con tesón blandiera 

lo que aquí os evidencio.


Sabed pluma por doquiere 

que trágica en el tintero

sufrida al suelo cayera, 

si escritura no presencio. 


Cuando el sol amaneciere 

con su rayo tan liviano 

antes de presta ceguera 

escribo prosa y sentencio.


Exacta palabra curtiere 

cual presto buen artesano, 

mi alma por fin cediera 

a hostigarte si conciencio.  



Polvo o sombra

Después de ir caminando 

torpe, débil, malherida, 

dejándome olvidar  

las penas por las esquinas.


Abrí mi corazón a la luz, 

a las palabras de poeta 

sintiendo aliviada mi cruz

de la sombra de esta grieta.


No comprendo mi pluma 

dolor que arrastro en soledad 

que no se disipa con la bruma 

ni huyendo del campo a la ciudad.


Amarga esta sombra que me disloca

aliento que consume mi corazón

susurrando de tu labio a mi boca

haciendo que pierda la razón. 


Tanta locura por los caminos 

matando el silencio en la vereda 

sintiéndome a su vez un asesino 

a golpe de verso en la alameda.   


Sucedió una tarde, en el monasterio

encontré la paz tan anhelada 

tras losas de cementerio

polvo somos todos, sombra hallada. 


Marijose Muñoz Rubio es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.