Elina Pereira Olmedo
El
pescador levantó la red con esfuerzo. Por el peso, debía ser un pez muy grande.
Cuál no sería su sorpresa, al ver enredada una mujer, y estaba viva. Al sacarla
de la red, se sorprendió aún más, viendo su cola de pez. No sabía qué hacer. La
miró. Era hermosa; la piel muy blanca, enmarcada entre sus cabellos rojos como
el sol del atardecer. Llevaba un precioso collar trenzado de algas verdes como
sus ojos, y aquel cabello de fuego conchas y dientes de peces. Sin pensar, se
lo arrancó. Y se llevó otra sorpresa: de pronto, la cola de pez desapareció,
¡la mujer tenía piernas! Largas y finas, con unos pies pequeños y graciosos, que
parecían instar a la caricia.
El
hombre no tenía mujer, y esta era tan hermosa, que se la llevó a casa y la hizo
suya. Mientras ella dormía, agotada, él escondió el collar en un oscuro
agujero. Como tenía miedo que se la robaran, no le contó a nadie su hallazgo. Ella
vivía triste, no hablaba. Pero a él no le importaba. Era hermosa y era suya. El
hombre dejó de pescar una temporada. La contemplaba durante horas. La
acariciaba cada noche. Le atraían especialmente aquel ombligo redondo que
centraba su vientre, y sus piececitos. Se los besaba siempre, antes y después
de hacerle el amor. Ella se dejaba hacer. El le traía hermosas ropas que
encontraba en el mercado.
Tiempo
después, un amigo, extrañado de no verle en la taberna, le tentó con un gran
banco de peces que habían avistado desde la costa. Se lo pensó mucho; no quería
dejarla sola, por si escapaba, o alguien se la robaba. Pero no le quedó más
remedio, el poco dinero que tenía se había acabado.
Así
que cerró bien puertas y ventanas, y salió. Al encontrarse sola, ella buscó por
la casa, sin descanso, lo revolvió todo, parecía increíble que aquel cuerpo tan
grácil, como de porcelana, tuviera tanta fuerza. Volteó los muebles, sacudió
las paredes, hasta que la casa tembló. Entonces, las tablas del suelo bajo la
cama se apartaron por sí solas, y allí, yacía el precioso collar que buscaba
con anhelo.
Lo
apretó entre sus manos, murmurando unas palabras misteriosas. De pronto, la
puerta se abrió sola. La mujer se encaminó a la playa. Caminó entre las olas
hasta que una la levantó con fuerza. Sólo entonces se puso el collar. Y
desapareció en el mar.
17
de julio de 2022
En Irlanda las sirenas se conocen como merrows. Cuentan las leyendas que ellas cuentan con reliquias mágicas que, si son robadas por un humano, los convierten en personas, y serán esclavas de quien robó su prenda mágica.
Una merrow que logra recuperar su prenda regresará al mar abandonando a sus hijos y a su esposo.
Elina Pereira Olmedo es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.