Mi historia real

Relato de Carmen Santos Bonet

Corría el año 1974 cuando decidimos hacer un viaje recorriendo Austria, Rumanía, Hungría y Bulgaria. Era época que no había relaciones  con “los países del Telón de Acero” de la antigua Unión Soviética.

Volamos hasta Viena  visitando una ciudad preciosa, situada a orillas del Danubio, en el Valle de los Bosques de Viena. Vistamos  La Ópera de Viena, el Palacio Schönbrunn, la Catedral de San Esteban... 

Emprenderíamos viaje en el  tren más veloz de Viena a Rumanía, concretamente a Budapest,  una de las ciudades más impresionantes de la vieja Europa. Visitamos  el majestuoso edificio del Parlamento, junto al río. Hősök tere, o "plaza de los Héroes", Museo de Bellas Artes y el Kunsthalle, y una colección de impresionantes  basílicas. Los dos lados de la ciudad, Buda y Pest, están conectados por numerosos puentes medievales.

Todo no podía ser tan bello y una amiga, María, le quitaron el pasaporte y lo denunció. Continuamos el viaje con muchísima ilusión en el prestigioso y alucinante tren “Orient- Express, que tan famoso hizo la magnífica escritora  Agatha Christie. Lamentablemente duró poco el viaje.

 En la frontera de Rumanía con Hungría, se detuvo el tren y la policía subió llevándose detenida a María. Ante la desesperación tiramos de la alarma del tren que ya se ponía en marcha y decidimos tirar por las ventanillas las maletas. No podíamos dejar a María abandonada a su suerte. El escándalo fue monumental. Y la noche, tirados en una mísera estación de aquella época.

En la madrugada la dejaron libre, el mal entendido fue que en lugar de la denunciante la habían confundido con la denunciada.

El viaje continuó en un tren a primera hora de la mañana, como sardinas en lata, el lujo había desaparecido y este era tercermundista. Viejo, mal oliente y con caras de pocos amigos. Nos acogieron en un albergue por llamarlo de alguna forma, sin comer y sucios del viaje. Llegamos a Bulgaria y ya en Sofía, visitamos la capital búlgara y  el monasterio de Rila.  La noche, tirados en el aeropuerto porque habíamos perdido el vuelo con la detención de María. Menos mal que éramos jóvenes entonces.

Al cabo de los días en España, nos reunimos el grupo y nos reímos del percance, desagradable de entonces, pero ahora, una buena aventura que contar.