Nada más y nada menos

Artículo de Juan Antonio Palacios Escobar

La cantidad y la calidad se conjugan en nuestra existencia juntándose o alternándose, encerrándolas en cifras, datos y características. Cuando estas letras escribo, en este mismo segundo en el mundo somos 8.173.714.473 habitantes, pero con toda seguridad cuando ustedes estén leyendo estas líneas las cifras habrían cambiado, porque están vivas y muertas a la vez.

Probablemente, casi nadie hablará ya de las guerras de Ucrania y la franja de Gaza salvo por los ataques permanentes sobre la población civil  , ni podremos explicarnos porque se ha comenzado a producir el cansancio y la fatiga para podernos imaginar el poder vivir en un mundo mejor, y en el análisis de la realidad , más aparente que veraz dominan más las sombras que las luces.

Las cotas de la humanidad, individual y colectivamente son asombrosas entre gente que su fortuna parece caer siempre de pie, y otros que en su desgracia están condenadas a vivir de rodillas. Hay gente cuerda que siempre intenta ajustarse a lo correcto y otras rematadamente loca por vivir , por amar o por descubrir algo nuevo en sus vidas.

Los hay que viven pendientes de los demás para  quedar bien, y los que trabajan por hacerles el bien a los demás, los que abren las puertas de sus sentidos para invitar a todo el mundo y aquellos que no dejan pasar a nadie , los que visitan el mundo para saber y conocerlo, y los que no se mueven de sus paralizantes butacones.

Siempre es una incógnita lo que puede haber detrás de una puerta y puestos a fantasear podemos imaginar lo creíble y lo increíble. Por eso , pierde todo sentido esa expresión que tantos comunicadores emplean de “ como no podía ser de otra manera” , cuando la realidad una vez descubierta y conocida nos sorprende y nos demuestra que “las cosas pueden ser de otra forma a como habíamos supuesto”

Mi curiosidad iba en aumento y llamé al  timbre pero nadie abrió la puerta, y en el colmo de mi atrevimiento, me lancé a la aventura y acerqué mi ojo izquierdo a la mirilla y por arte de magia sucedió algo inesperado y es que la lente estaba dirigida hacia el interior de la vivienda, en la que abuelos , padres , hijos y nietos , hablaban amigablemente y se contaban cuentos y relatos que parecían no tener fin, era todo un ejercicio de hondura humana.

Nada más y nada menos nos concentramos, escuchamos y esperamos , observamos con aburrimiento u asombro , vemos lo que parece que nos resulta conocido pero jamás hemos reparado en ello. Somos capaces de construir nuestro relato y de contarlo o no articular palabra y quedarnos en un estado de mutismo.

No sabemos cómo comenzar una historia ni tampoco como terminarla , aunque nos han hayan ocurrido muchas cosas que recordamos con toda la deformidad de  los recuerdos y los tiempos., y nos vemos reconocidos en nuestros espejos pero la fijación en nuestros móviles nos impida mirar a los ojos a los otros y estamos más pendientes de grabar todo lo que ocurre en nuestro entorno o de hacernos selfies con todo el famoso o el pamplinas que se cruza en nuestro camino.

Deberíamos invitar a nuestros políticos que aprendieran a preguntarse qué ideas son las más importantes que pueden beneficiar la vida de la gente y no aquellas que se quedan en pura retórica, aunque suenen bien, pero no resuelven nada, ni son creativas.

Existe una mala costumbre , que es la de engañarnos , y querer adivinar el futuro, decidiendo por anticipado el final de las cosas , y en un afán de creernos más listos que nadie , las acabamos antes de que terminen de verdad y te das cuenta con el paso del tiempo que nadie de nuestro entorno vive los mismo que nosotros , y que hay un abismo que nos separa de los demás.

Una de las mayores ingenuidades que podemos cometer es pensar que podemos con todo en todo momento, e incluso que nos convirtamos en  sabios y sepamos unir la experiencia y el pensamiento con eficacia y lucidez, aunque tengamos que admitir , sin caer en la psicopatología , en los que no hay quien nos aguante y nos gustaría estar lejos de todos, como si la presencia y la compañía de los demás fuera una carga insoportable, mientras que hay otros que se sienten con una potencia y una vitalidad inusitadas.

Nos movemos en demasiadas ocasiones, creyéndonos el ombligo del universo y seguro de nuestras certezas, supervivencias y felicidades. Creo que en la actualidad es más necesario que nunca, que no perdamos de vista nuestro horizonte, si queremos disfrutar del camino.

Juan Antonio Palacios Escobar está galardonado con la Medalla de San Isidoro de Sevilla, de la Unión Nacional de Escritores de España.