Pilar Eugenia Suárez Fernández, poemas


D

Palabras que se enredan en los labios

y no se desenredan en los besos.

Palabras que en la piel hallan su danza y

su lienzo.

Palabras cuya música silente

enajena las almas y los cuerpos.

Palabras que se afligen, tan sutiles

que las esconde el viento.

Palabras que nos ven, que nos intuyen,

y enlazan indelebles cada encuentro.

 

F

Una mujer se asoma a la ventana

de aquella luz de la melancolía

y se llena de música la casa

de las hojas de menta y margaritas.

Una mujer se asoma a la ventana

de tus ojos, tu luz y tu porfía.

Se deshila su pelo sobre el lienzo

de tu piel; se deshilan

sus labios, beso a beso; su mirada

vaga en tu piel dormida.

Se despierta tu cuerpo y se entreveran

en la silente danza de la vida.

Una mujer se asoma a la ventana

de aquella luz de la melancolía…

Es cálida la tarde entre tus brazos,

la lumbre de tu piel junto a la mía.


Prisma

Vientre de madre parió.

Senos grandes, leche pura.

Una voz clara y oscura.

Una voz que silenció

lo que vio, sí, lo que vio…

La niña estaba manchada

(la falda, coloreada;

sucia y triste, la carita).

Mamá lavó la ropita,

mas no vio, no, no vio nada.

 

Pasaron las estaciones…

Dio la niña en mujer rota

de quien ni la sangre brota

ni brotan explicaciones.

Dio la angustia en decepciones,

mientras mamá trabajaba

tanto, tanto, que ni hablaba

(la mamá, que había lavado

aquel cuerpo mancillado

que el agua desdibujaba).

 

La niña, joven, adulta…

La joven, adulta, anciana…

No sé qué memoria vana

siente la madre, que indulta,

y no sé la hija, que oculta,

qué busca en su caminar…

Mas vuelve, vuelve al lugar

y la mira, frente a frente,

sangre a sangre, y la corriente

vuelve la sangre a limpiar.

 

Sus ojos, la lejanía.

Su vida, profundidad.

El tiempo, una eternidad

que permanece en el día

en que el dolor la invadía,

un dolor que no se va.

La herida sangra y mamá…

Mamá lava… Siempre lava.

Mamá lavaba y lavaba

manchas que no manchan ya.

 

En un recuerdo infantil

se lavan las dos la cara

soñando en el agua clara

la verdad tras su pretil.

Muertas las flores de abril,

sea cálido el crepitar

del silencio y, al mirar,

halle cada una en sí misma

la sangre que a la otra abisma,

la palabra y el hogar.


De Creación (Poema VIII)


Metamorfosis

Esa noche, el camino era un croar de sapos. De pronto, papá dijo: “¡Cuidado!, ¡no te caigas! Ahora va a ladrar Richi”. Y el camino tornó el croar en voces y ladridos.

Ya no hay perros, ni voces, ni caminos. Sin embargo, un instante, cada noche, oigo un croar de pájaros cautivos.


(De Inspiraciones Nocturnas IX, 2022)


Ventanas

El campo huele a anís y los nogales

alientan las raíces de esta casa.

Sólo me faltas tú, que estás dormido

en mi tiempo de infancia.

Sólo me faltas tú, que estás despierto

en los ojos que sueñan la mañana.


(De Versos en el Aire XIII, 2023)


Antes de dormir

Un niño abre un libro, escucha

los silentes pentagramas.

Va girando hacia sí mismo

y hacia su propio mañana.

Su pensamiento se siente

y su lectura se danza.

La noche, para arroparlo,

es pájaro o nyckelharpa

(iluminando los sueños

de Escandinavia).


(De Poetas Nocturnos VII, 2022)


Pilar Eugenia Suárez Fernández es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.