Veraz vocabulario
Cuantas palabras mueren sin decirse
y cuantas se pronuncian vanamente.
Los labios tienen un rumor farsante.
Solo es el corazón el que transmite,
a través de los gestos sin sonido,
toda la claridad de un sentimiento.
¡Ah, si los seres fuésemos cristal
transparentando todos nuestros actos,
surtidores de luz-color a forma
de esos rayos de plasma que refulgen
junto a dedos que rozan una esfera!
¡Qué intensidad podría cobrar la vida
sin tener que forzarse la palabra
requiriendo el término ajustado
a lo que en un momento hemos sentido!
¡Qué maravilla de brillantez ver cuerpos
cuando el amor combine irisaciones
de miradas y manos y sonrisas…!
¡Qué tristeza ver cuerpos que se abrazan
con sus puntos de luz en stand bay,
con sus interruptores apagados!
2º Premio en el IX Certamen “Las palabras escondidas” 2016
Manos
Para enterrar
el hacha,
señalar al
canalla sin conciencia,
elevar en los
juegos
inocentes
sonrisas,
otear el
horizonte imprevisible,
saludar la
sonrisa del amigo,
secar el
triste brillo
de unos ojos
que imitan la alborada,
para dejar su
ayuda en otra mano,
para sentir
la piel hecha deseo...
Míralas,
tócalas...
Recias y
sobrias,
forjadas con
sudores
del quehacer
cotidiano;
para el amor
afables,
para el
trabajo dignas
y dos canes
furiosos en defensa.
Si no las
poseyera,
cuando el
enojo muerde las entrañas
ante las
injusticias por tanta muerte absurda,
cuando el
horror y la visión del hambre
clavaran sus
espuelas en la carne,
si no las
poseyera,
¿qué otra
parte del cuerpo crisparía?
De que forma
sonora festejara
aquello que
emociona los sentidos,
soportara los
pesos cotidianos
y vaciara mi
ser en las cuartillas,
si no las
poseyera.
Dedicado a los castros de Galicia.
Parecen solo rocas
salvadas del abrazo del olvido,
del diente pertinaz de la inclemencia,
de toxos, altercados, cataclismos...
y ese bosque reptante que se apropia
del lugar que digiere con su abrigo
y la acidez del tiempo: “polvo eres...”
pero puede ser polvo verdecido.
Parecen sólo rocas,
osario de paredes circulares…
¿Quién dijo que las piedras son entidad sin vida,
taciturnas, distantes, si en los castros
rememoran lejanas emociones
y ritos ancestrales?
Con lenguas de silencio, ellas cuentan historias
a quien puede indagar en su sobrio lenguaje,
a quien sabe mirarlas con ojos sin penumbras
y descubrir la huella de perdidos linajes.
Los demás no entendemos esas bocas calladas
ni el sólido mutismo del granito,
ni escuchamos el pulso de su densa memoria.
Los demás, en asombro, acaso las sentimos
como quien mira joyas de algún antepasado
o presiente su huella en un resquicio
aislado en los rincones del cerebro,
allí donde adormecen los instintos.
Imaginamos gritos de niños en las calles,
carreras porque vuelven los buenos cazadores,
los cuerpos adornados en mágicos rituales,
olor a carne asada, de comunal banquete,
y danzas en las fechas de equinoccios solares;
inexpertos en ciencias que estudian las ruinas
paladeamos ecos que semillan el aire.
Del poemario Con la brisa del Norte
A costa de la muerte
De lejos ya se escucha
el fragor que recorre
las rocas erizadas
por gritos de agonía.
Jirones de la niebla
deambulan los caminos
marcados por el duelo,
como si fueran restos
de sueños naufragados.
Tienes el atractivo
fatal de la catástrofe
y en tus gélidas aguas
abrazo de serpientes,
y enseñas en tu espuma
la blancura de paños
que sirven de mortajas.
Por eso las gaviotas
dan gritos estridentes
de gargantas heridas,
que evocan angustiosas
llamadas de socorro.
Por eso el viento deja
lívidas humedades,
como dispersas lágrimas,
prendidas de las hierbas
y en las trémulas hojas.
Pinos y arbustos giran
su cuerpo hacia la tierra
y así, alargan sus ramas,
cual brazos extendidos
solicitando ayuda.
¡Ay, costa sin entrañas,
poblada de sirenas
que siempre andan buscando
varones vigorosos,
en las fieras galernas!
¡Ay, costa despiadada,
en donde cada pueblo
depositó sus flores
bajo un cielo de piedra
en lápidas de espuma!
¿Qué desagravio exigen
tus aguas indignadas?
¿Qué frenesí homicida
hace latir tu pecho
a costa de la muerte?
Del poemario Con la brisa del Norte
Con raíz en el asfalto
Me apenan esos árboles
que, llenos de hojas grises,
salpican las ciudades
metódicos y tristes,
Me arañan las miradas
de gatos que mendigan
bajo algunas ventanas
las sobras de comida.
Me apenan los jardines
de verdes soledades
que duermen en las calles
sin madurar abriles.
Las flores que colocan
detrás de escaparates,
donde las mariposas
nunca podrán posarse.
Y esos viejos que olvidan
el olor de la tierra,
el lento pie del día,
la brisa de los campos
o el rumor de la hierba;
sentados en los bancos'
de asfaltadas praderas.
Abren dedos al aire, se afianzan
sobre las barandillas de los cielos.
Ascienden las vertientes de la brisa
y suben a las crestas de los vientos
yendo de remolino en remolino,
coronando los vértices etéreos.
Las estrellas sin luz tocan el cenit.
Desde las atalayas de su reino
son vigías de naves estelares,
quillas hechas al roce del silencio.
Del poemario Ojos que no sonríen
Tortugas
¡Qué las piedras se desplacen...!
Y las piedras se movieron.
Es cierto que con un ritmo
afanosamente lento
y verdad que se parecen
a rocas, por su silencio.
Ellas, igual a las peñas,
pasan yertas el invierno.
Razón es que, bien mirado,
muestra solidez su aspecto.
Mas nadie dice que tengan
un corazón de cemento.
Del poemario Ojos que no sonríen
Contraluces
Tan concisa,
tan frágil...
tan parecida al alba
cuando es amor o dicha
o recuerdos extraídos del estuche
revestido del mejor terciopelo
en esa caja fuerte tan hermética,
pero a la vez endeble, donde quedan,
bajo claves de emociones y afecto,
los más puros tesoros impagables
con que el humano adorna su existencia;
pues ¿qué puede una vida si no guarda
un buen montón de joyas en su pecho
con las cuales pagar olvidos, odios
sufrimiento, miserias y aversiones.
Tan dura.
Tan hiriente
el brillo de puñal que la acompaña,
tan parecida al fuego en su interior,
tan similar a un beso en su textura
ese roce analgésico
que te marca dolor en las mejillas
y es reguero de paz en las entrañas.
Su llegada higieniza o despedaza,
te vuelve anacoreta
y genera tormentas otoñales
que arañan en la piel y el alma arañan.
Hay lamentos que así provocan náufragos
en un mar sin orillas donde asirse
ni islotes de esperanza ni crepúsculos
abriendo el horizonte de la vida,
y lágrimas que limpian y consuelan
pues en su mar en calma duermen lunas
con formas de recuerdos, y su luz
en la noche enfoca siempre un puerto.
2º premio, Carpio de Tajo 2008
Canto al llanto exultante
Con las puertas de la emoción abiertas,
abierto el ventanal de los sentidos
(como flores que se abren a la luna
para embeber las gotas del rocío)
no te importe verter lágrimas lentas.
No te importe llorar cuando florezcan
los brotes que perfuman ese huerto
en el edén de tu alma, en el silencio
sonoro de la mente, donde labran
la bondad y el amor un surco tierno.
Yo no canto al dolor que nace de la afrenta,
ni un llanto de temores y de zarpas,
ni al oscuro aguijón que deja huella
en la carne y heridas en el alma,
ni a ese que engendra brillos
de rencor y fiereza solapada.
Canto al llanto exultante
que, aunque no aflore, impregna la mirada
y corre por las venas y la carne
como un gel de diamantes
limpiando las entrañas.
Y canto a la razón que lo germina:
canto al agua que suena,
a la luz matutina
que sonroja la atmósfera,
al júbilo del bosque en primavera,
a la palabra que parece divina,
a una mano leal entre la niebla,
a aquel ser no olvidado con el tiempo,
a esa foto que viaja en la cartera,
al discurso más suave de los vientos,
a un amor que se aleja,
al incesante afecto...
A todo aquello que emocione y tenga
poco valor, pues nadie todavía
implantó justiprecio al sentimiento.
Cuando brota de fuentes emotivas
no te importe verter gotas de un néctar
más puro que el de estambres y pistilos.
Seguro que los ángeles alientan
hacer un elixir con tus suspiros.
No hay hacia donde huir
Igual que un naufragado implora al cielo
un pedacito seco de la Tierra,
luchas en el tropel de la ciudad
sintiendo que te ahogas
mendigando entre la muchedumbre
un euro del calor de su mirada,
sólo algunos centavos de sonrisas
o las sedas que flotan en su voz.
Acuden las improntas a la mente,
llegan acompañadas de lanceros
que ponen, con el filo de sus picas,
aceros de ansiedad en la garganta.
La nostalgia descubre su presencia
prendida a los silencios solitarios,
esos que esparcen hojas en la mente
cual si el otoño quisiera residir
debajo de la piel y allí agitara
ventisqueros de lánguidos suspiros
por las rugosas cumbres del cerebro.
Rememorar un rostro en cada sombra,
en cada resplandor, una mirada,
el rumor de su nombre, en cada brisa.
Con la ausencia se revela el cansancio
de arrastrar desaliento por las calles,
como si por las venas circulara
una masa de plomo derretido,
Pero, ¿hacia dónde huir de la galerna,
si cuando hay un espacio de silencio
la memoria se llena con su imagen
y vuelvo a ser un pecho naufragado?
Tercer premio en el I Certamen de Poesía en Memoria de María Pilar Escalera Martínez 2008.
Con mirada de nube
Dígitos señalando entradas y despegues
anunciados por voces de magnéticas lenguas.
Tus ojos les atisban con cierta suspicacia
hasta que una llamada te conduce al asiento
donde viajar por mares de tenue consistencia.
Observas, si es que puedes, tras una ventanilla,
las frágiles siluetas (a ti te lo parecen)
que servirán de apoyo al enorme artilugio,
sabiendo que es viajar contra natura
transitar el vacío no siendo ser del aire.
Sientes como galopan alazanes alados
intentando elevar esa ambición… Más tarde
desde tu asiento
el mundo
se desliza
despacio,
en una perspectiva de pinturas, o igual
a pasatiempo que une fotogramas sin voz.
Miras, desde tu sitio, la fábula del mundo:
no hay palacio que pueda merecer ese nombre
ni fronteras que animen a empezar una guerra;
no se ven muros, bancos, prisiones o fortines.
Las nubes tienen rostro de suaves edredones
y sólo el horizonte se crece en tu retina.
Bajo los pies no existe ya el humano.
No hay tiranos, ni súbditos.
No hay guetos
de piel blanca o tostada.
Se diluyen
codicias
soledades
despotismos
vilezas…
volando a diez mil pies en vertical.
¿Por qué no habremos alcanzado el don
de tener a menudo
un corazón con alas?
Amigos de la tierra
Su nombre es sortilegio de mágicos sonidos:
Aché, Dinka, Aguaruna,
Innu, Cunna, Haorani...
Exóticos y agrestes,
evocan los parajes de glaucos laberintos,
donde sus gentes moran
hermanando su vida al pulso del planeta.
Chacobo, Korowai…
Hay embrujo felino en su mirada
de noche sigilosa,
nitidez en su paso por la feraz penumbra.
Chinbú, Yagua, Kalabit,
Samburu, Barabaig…
Ellos eran los dueños del tiempo y el espacio;
hablaban con los dioses,
veneraban la Tierra, en natural unión
con lo común tangible y el misterio.
Kayapo, Mentawuai...
También desconocían la química del agua,
el veneno en el aire,
la codicia letal por el suelo que hollaban.
Arcaicos y rebeldes,
no mordieron la mano que a todos alimenta.
Haká, Quechua, Masai,
Tupí, Nuba, Kalahari…
¿Qué fue de los silencios de la jungla,
de los gritos alados que desbordan colores,
del vigor de las aguas rodando sin barreras?
¿Quién destruyó el hechizo de las horas sin tiempo
y clavó en sus miradas el temor al futuro?
Melpa, Hopi, Tadavi...
Se les llama salvajes,
y es desprecio homicida la palabra
en boca de los necios,
pues ellos nunca fueron alimañas
ni mordieron la mano que a todos alimenta.
Surui, Yanomani,
Lacandones, Waiwai…
Son semillas de un fruto
madurado sin prisa.
Amigos de la Tierra.
Santuarios del recuerdo.
2° Poesía, "EI Parnaso del Nuevo Mundo". Perú.2013
Huellas casi descalzas
Va arrastrando los pies detrás de un carro
con el nombre de un súper.
En él lleva
envoltorios de ropa y alimentos,
enseres para el uso cotidiano
y bultos con incógnita miseria
cerrados a preguntas de la gente.
¿Cargarán la amargura de ilusiones,
aunque abiertas en flor, nunca granadas,
o son bolsas que ocultan laberintos
y el dislate chiflado de una mente?
Murmuran las respuestas unas moscas,
saliendo de los plásticos…
Su rostro,
con barbas como un hato de maleza,
impide penetrar en los caminos
que llevan al paisaje de su vida,
donde otear lo que dejó tras él.
De sus ojos, quemados por las noches
con dosel de cartón y duro lecho,
es difícil sacar agua del pozo
en que se ha convertido su mirada.
Sin embargo, sus manos bien podrían
hablar de falsedades, de las veces
que han cerrado sus dedos en desmayo
al viento insolidario de la gente.
¿Y sus pies, qué dirían esos pies
cansados de arrastrarse tras el carro
con el nombre de un súper?
¿Algún día
sus pisadas llevaron los deseos
a traspasar la puerta del Edén
o siempre se movieron en la raya
limítrofe al abismo de la angustia?
Sus pies incluyen la guía de un “GPS”
donde están, callejuelas, escondrijos,
colectores, albergues y ruinas;
y sus manos ocultan los sensores
capaces de encontrar algún provecho
en residuos que van a la basura.
Pero nadie percibe esa destreza
y solo ven un pobre miserable
llevando soledad dentro de un carro
donde figura el rótulo de un súper.
Aguas con voz amarga
Cuando tu cauce se enfurece y brama
su lamento entre márgenes de rocas,
Cuando muerden tus álgidas encías
raíz de olmos o sauces, y en riveras
que arrebató a las ninfas el arado
tu saliva disuelve los terrones,
con morro de crispado jabalí
redimes las orillas de maleza,
remueves cepas de carrizo y juncos
y escarbas los asientos de las rocas,
e igual que un monstruo diluviano apresas
enseres y personas con la misma
facilidad que abates una tapia;
ya no eres poema de espejuelos
ni rumoroso vuelo de palomas,
sino aleteo de muerte que te lleva
hasta la eternidad profunda: el cielo
añil de los océanos sin luna.
A tu espíritu libre lo esclaviza
el humano y sus obras, que no dejan
correr cauces de ayer abriendo brazos,
obligándote a ser lo que ahora eres:
ese graznar de córvido que clama
con tétrico rumor de aguas oscuras.
Por eso es tu dolor nuestro dolor
y locura de muchos son tus aguas
sin espacio, por muros constreñidas;
espacio que, en copioso forcejeo,
consigues deshaciendo las cadenas
de cemento y ferralla.
Tienes manos
y pies con experiencia de escapista.
1º Premio de Poesía "Espiga de Romanillos" 2012
En la matriz del odio
He visitado el odio y eran muros
de un insensible cutis macilento
sin vida en sus paredes verticales,
donde solo habitaba gris silencio.
He visitado el odio y era frío,
tenebroso el espacio de su pecho,
oquedad sin pupilas, su mirada,
monstruosa calavera de cemento;
era un grito en la paz de la arboleda,
la inquietante figura de un espectro
agitando guadañas en el bosque…
He visitado un bunker bien pertrecho
para engendrar la muerte en sus entrañas
y desde allí diseminarla al viento.
Músico bohemio
La luz de los neones, pone un velo
que esparce, por rincones del subsuelo,
su palidez sobre la tapia abúlica,
no invita al estrellato de la música
nacida entre los dedos de un poeta
que rima, con la voz de su trompeta,
en el Metro, sonidos de armonía
junto a cualquier estrecha galería.
Hay quien lo ignora: cosas de la prisa.
Hay quien deja monedas, quien, sonrisas,
mientras él hace un gesto agradecido
brindando su talento a los oídos
de todos los que pasan, pues unida
a la del instrumento va su vida.
Y seguirá tocando...
La mirada
acaso le descubra en madrugada
bajo tristes farolas, bajo el hielo,
la funda y unos euros por el suelo.
Y seguirá tocando, aunque la gente
le deje un ademán indiferente.
Poema Finalista VI Certamen "Poemas sin Rostro" 2011
El rumor del silencio
La palabra está llena de silencios
que cobran, sin quererlo, vida propia
aunque labios y lengua disimulen.
Escribir es un acto de silencio,
un beso de grafito en piel de folio:
intensidad sin voz que el ojo escucha.
Soñar es el silencio más poblado
pues todos los murmullos que concita
se fusionan en amistad sin límite.
A veces el silencio de unos ojos
dicen más que un ensayo sobre el alma
cuando miran un pozo de penuria
o menguan con su fuego las bujías
donde cosechan pétalos las nubes.
Por eso me refugio en el silencio
y todo cuanto digo solo existe
poblando la conciencia soñadora
con voces de orfeón donde se ubica
la imperceptible sinfonía del trazo.
Primitivo Oliva Fernández es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.