Pues… bueno

 

Ricardo Taboada Velasco

Pues… oso escribir de algo que no sé. Me encuentro en una edad madura; debería ser profundo y reflexivo, pero no lo soy. El gusanillo de navegar en el océano de la revolucionaria y vertiginosa era digital, con los enmarañados Sistemas de Posicionamiento Global (GPS) vislumbrando las oportunidades y amenazas de la Inteligencia Artificial, me acongoja.

Pues… sí, soy, aunque he procurado adaptarme como todos los de mi quinta, de los que han viajado con la guía elemental de un mapa de carreteras, con los simples y primarios conocimientos de las estrellas —la Polar y poco más—, con una brújula y con diez cañones por banda.

Pues…, como un vaivén voy y vengo y me pregunto, a sabiendas que los recuerdos plisan el tiempo, ¿a dónde vamos?; y no lo sé, a pesar de haber rozado la posguerra y caminar de manera rápida y progresiva hacia el lenguaje digital. Al echar la mirada hacia atrás los de mi generación recordamos —como si fuera anteayer— que para comunicarnos usábamos el teléfono a través de una operadora y escribíamos cartas a mano; y que no hace mucho, la televisión era en blanco y negro con un solo canal y […].

Pues…, sí, con el compás del venir, compruebo que la memoria es una batalla infructuosa contra el olvido; sin embargo, sabemos que, en los años noventa, cuando se inventó la Web y con ella, los protocolos de comunicación inalámbrica WI-FI y, al poco, las «redes sociales» e internet, vamos dejando nuestra particular huella por los confines del mundo, sintiéndonos trascendentales, observados y hasta sempiternos, al compartir, en alguna de las veinticuatro plataformas (Facebook, Twitter…), imágenes  nuestras, en familia o íntimas, sin rubor. Además de la gran dependencia que la mayoría tenemos del móvil: no es una herramienta, es algo más que no es fácil de explicar.

Pues… no siempre es sencillo, a pesar del GPS, saber qué camino tomar. Sé que vamos a una velocidad atropellada y vertiginosa; tanto que nuestro órgano que detecta la luz, y es la base del sentido de la vista y la orientación, no divisa los márgenes del vial y las cinco clases de señales que nos facilitan información de utilidad; lo que me incita a manifestar mis dudas ante los nuevos algoritmos que, hacen los pilares de los sistemas inteligentes, permitiendo al ingenio electrónico, programable, tomar decisiones, a aprender de nuestras experiencias y las de las suyas (robots); no obstante, sé que —la ignorancia es muy atrevida— tenemos un alto grado de arrogancia e imprudencia.

Pues…, sí, se me pone el vello de punta al valorar la fuerza que otorga la funcionalidad de los algoritmos y al ver que se inspiran en la estructura del cerebro humano siendo capaces de resolver problemas de manera automática, conducir vehículos sin conductor, modelar relaciones de probabilísticas, reconocer imágenes…

Pues…, claro, también nos trae oportunidades: diagnósticos precisos y personalizados sanitarios; mejoría en la seguridad laboral, realizando trabajos peligrosos; avances en la toma de decisiones, basándose en la evidencia y la transparencia y…

Pues…, no, no todo el monte es orégano, porque ¿quién nos asegura que su uso es seguro y confiable? En la actualidad la IA modifica nutridos sectores generando debates éticos y legales reveladores. Es evidente; su avance es irremediable. La UE en el 2023 promulgó la primera ley específica sobre la IA en el mundo, abordando cuestiones claves como usos prohibidos, límites y multas, que amplía la Ley Orgánica 3/2018 del 5 de diciembre que pretende salvaguardar la privacidad: sin embargo, bien sabemos que las leyes se estiran y se encogen como «la tripa de Jorge». Todas estas cuestiones éticas, legales y sociales, requieren ser examinadas con lupa y una responsabilidad de los mandatarios y, por nuestra parte como colectivo, ser más escalpelos. Los avances y el progreso siempre son un motivo de celebración; pero… este desconocido campo, sin límites, ¿es seguro?... y ¿seremos mejores? Sé que el ser humano lleva en sus genes la sordidez por bandera. ¿Saben o sabemos a dónde vamos?

Pues…, bueno…, nos sirve; o tal vez… sea hacer el juego del avestruz.

Ricardo Taboada Velasco es delegado en Asturias de la Unión Nacional de Escritores de España.