Ana Julia Martínez Fariña
Querido Ciprés:
En esta ocasión tengo algo mucho más doloroso que
contarte. Tú has sido mi paño de lágrimas durante algunos años de mi vida. Te
he escrito a ti, a esa maravillosa creación de la naturaleza, a ti, que das
oxígeno, que das vida, que eres una
ventana a la eternidad por eso te eriges en ese lugar a donde todos,
absolutamente todos, vamos a parar,
donde acabamos nos guste o no, donde el silencio, la oración y el descanso se
entrelazan formando un círculo perenne.
Nunca me has decepcionado, siempre has estado ahí, esperado mis confidencias,
mis anhelos y de esta vez: mi más dramáticas experiencia.
Me ha ocurrido algo, querido ciprés, trágico, algo de
lo que ni siquiera sé si podrá recuperarme. Lo más desgarrador que le puede
ocurrir a alguien.
No debería de pasar nadie por esto, ¿sabes? Es una
prueba demasiado dura, implacable. Mis lágrimas podrían bañar este pequeño
pueblo del que ahora me alejo muy a pesar mío. Y digo muy a pesar mío porque
siento alejarme de ti, CIPRÉS, siento no volver a verte aunque sé que vas a
sobrevivirme por la ley de la naturaleza. Eso, si es que a nadie se le ocurre
deshacerse de ti, cosa que dudo ya que tu presencia es majestuosa y lo más
antiguo y bonito que se ve por este lugar.
Espero que te mantengas aquí donde has visto nacer y
crecer a tantas generaciones, por donde tantos niños han corrido y jugado
rodeándote y disfrutando de tu verbosidad, de tu aroma, de la salud que aportas
con tu presencia.
De esos niños… entre los que se encontraba… mi niña.
Mi hija, mi querida e inolvidable Noemí.
Sí, CIPRÉS,
nuestra niña Noemí, esa preciosa niña de cabello negro y ondulado, de ojos
color miel y sonrisa permanente en unos labios en forma de corazón y dientes
inmaculados, se nos ha ido. Se nos ha ido para siempre…
Hace dos meses que un turismo conducido por alguien a
quien el sol le deslumbró (o eso fue lo que alegó) se la llevó a ella y su
bicicleta por delante, dejándonos a todos desolados, abatidos y desorientados.
Ese 20 de Mayo no se borrará de mi pensamiento, cada 20 de Mayo volveré a vivir
aquella tragedia que ninguna madre debería vivir. No sé qué pensar CIPRÉS. Se
dice que todo ocurre por un motivo, por una razón mal que nos pese… pero yo no
sé encontrar una razón a esto. No puedo entender que haya algo… no se sabe
dónde que permita esta clase de desgracias, estos hechos reales y desgarradores
que hacen que tu vida de un giro de ciento ochenta grados y que nada vuelva a
ser como era. Sin Noemí, nada va a volver a ser lo mismo, ni yo misma sé si
podré seguir adelante aunque tenga otros dos hijos que me necesitan a quienes
tanto quiero.
¿Sabes lo que significa para una madre perder a un
hijo, CIPRÉS? ¿Sabes lo que se siente cuando tienes que dar el último adiós a
una persona que has llevado dentro de ti durante nueve meses? Que emitió su
primer llanto en mis brazos cansados mientras las lágrimas corrían por mis
mejillas por la emoción y que ahora corren incesantes por la pena. Afloran
cuando a cualquier hora del día, en cualquier lugar porque ya no está conmigo,
ya no volveré a verla…. A esa niña que dio sus primeros pasos ayudada por mí,
que pronunció un “mamá”, ante una madre orgullosa, encantada y expectante, a la
espera de escuchar esas palabras como si fueran lo más importante del mundo.
Va contra natura querido CIPRÉS, es algo que no
debería ocurrir nunca pero como yo… hay tantas madres y tantos padres que han
pasado por lo mismo. Me gustaría conocerlos, me gustaría poder estar con ellos,
hablar sobre esto, horas y horas… no para encontrar una explicación porque no
la tiene pero sí para crear un círculo de terapia, intentar ayudarnos los unos
a los otros. Yo necesito ayuda, estoy perdida en este mundo donde ya no está
Noemí, mi niña, esa niña de catorce años que empezaba a convertirse en una
preciosa jovencita que además no tenía esas “cosillas” que aporta la
adolescencia, esos caprichos, rebeldías y contradicciones que lleva implícita
como si fuera una impronta esa etapa tan conflictiva a veces pero tan bonita
que es el paso de la niñez a la edad adulta.
Casi todos hemos arremetido contra nuestros mayores
porque no estábamos de acuerdo con las normas establecidas pero Noemí, era
diferente.
Sé que siempre se habla maravillas del que ya no está,
es como un homenaje y mucho más y con más motivo: una madre
Pero hablar de Noemí… es hacer honor a la verdad
cuanto se diga de ella.
Tú que eres testigo del tiempo, tú que todo lo sabes y
nada dices… que la has visto jugar, reír y correr… por favor protégela en tu
seno, llévala a un lugar especial donde nunca se encuentre sola. Sé que
desvarío, porque ignoro si lo que digo es cierto. Ignoro si en verdad existe
ese lugar del que te hablo, nadie puede asegurarlo, nadie ha vuelto para
decirnos… si es cierto que hay un lugar para las personas que cruzan la “Laguna
Estigia” como dicen los poetas, que traspasan ese famoso túnel al final del
cual divisamos una maravillosa luz que nos lleva a un lugar mucho mejor que
éste el de los mortales. No lo sé, CIPRÉS, pero prefiero pensar que existe y
que mi niña está ahora en él, feliz, tranquila y en paz.
Quiero creerlo, necesito creerlo, porque de no ser
así, me volvería loca o acabaría reuniéndome con ella. En el fondo no me
importaría pero tengo otros dos hijos que me necesitan, que son todavía muy
pequeños y afortunadamente para ellos ni siquiera han sufrido la pérdida de su
hermana porque no son conscientes de lo que en realidad ….
Significa la
muerte. No la interpretan ni la entienden como los adultos. Los adultos
sufrimos de un modo desgarrador, latente, punzante, estamos llenos de
recuerdos, nuestra mente se zambulle en escenas que acuden a ella sin que
podamos darnos cuenta. Nos columpiamos entre el pasado y el futuro y olvidamos
muchas veces el presente.
A mí ahora me
ocurre; recuerdo el pasado, el pasado con Noemí y también imagino el futuro sin
ella. De pronto me echo a llorar porque pienso que nunca tendré a esa hija que
sea mi sucesora, que me comprenda en esas cosas que tenemos las mujeres y me
apoye en esos momentos donde el espíritu femenino es tan sensible, la pérdida
de un ser querido por ejemplo y detalles sin importancia pero que nosotras no
sé el por qué pero sí, acostumbramos a dársela.
Y hay algo de lo que sí me arrepiento, CIPRÉS. Algo
que no tiene ya remedio y que martillea en mi cabeza sin cesar.
Noemí, pensaba que yo quería más a uno de sus
hermanos, al benjamín de los tres, a Víctor. Tal vez le consentía más a él
porque era el más pequeño, el más débil de salud y el más mimoso.
Pero había algo que nunca le dije a mi querida Noemí.
Y es que fue ella quien me dio la fuerza
para seguir adelante cuando todavía estaba en mi vientre.
Yo estaba embarazada de seis meses cuando ocurrió algo
horrible para mí, tú lo sabes, CIPRÉS, sabes cómo, me ha golpeado la vida en
algunos momentos aunque también me dio muchas cosas buenas y bellas.
Sabes que perdí a
mi primer marido de una enfermedad galopante. Sabes que fue Noemí quien
me dio una razón para seguir adelante y que desde lo más hondo de mi ser, sentí
que debía continuar porque ella estaba en camino y reclamaba un lugar en el
mundo. Un lugar con todo el derecho porque cuando una vida está en camino es
como si todas las fuerzas de la naturaleza se pusieran de acuerdo para darle la
bienvenida.
Es algo
hermoso, único, de una grandiosidad para la que no hay palabras. Pero así y
todo, mi dolor era inmenso, los tres meses siguientes antes de ver la luz,
Noemí, tuvo que soportar mi tristeza, mi desconsuelo, mi negación ante los
hechos. Creo que a pesar de no haber nacido todavía eso se percibe pero no
podía evitarlo. Noemí, ya no conocería a su padre y yo había perdido a mi amor.
Yo nunca le dije que ella fue quien me “obligó” pero de forma positiva y
esperanzadora a seguir adelante, a no caer, a no sucumbir ante la pena y el
dolor. Pero nunca se lo dije, CIPRÉS, ella se fue sin saber esto y no puedo evitar
sentirme culpable por ello.
Cuando ella me decía:
- Quieres más a mi hermano Víctor, le consientes más que a mí y más que
a Bruno.-
Yo nunca le dije: - No hija mía, no es así, no creo
que haya ninguna madre que quiera más a un hijo que a otro, tal vez le consienta
más por su corta edad y porque tal vez es un poco más frágil y necesita más
mimos pero tú fuiste el motor de mi vida en un momento crucial y delicado de la
misma. Yo a ti te debo mucho. Gracias a ti, tuve ilusión por vivir, cuando te
vi por primera vez y supe que eras mi niña… luego fui capaz de sentir ganas de
vivir y por eso llegué a conocer a otro AMOR, a un amor grande que se convirtió
en mi segundo marido, que llegó a ser un padre para ti y que gracias a él están
tus hermanos, esas dos criaturas que ahora se convierten en otro motor para
seguir adelante y no irme detrás de ti… aunque eso… si supiera que volvería a
verte… no me importaría, porque no me hago a la idea de no volver a verte,
Noemí, no sé qué voy a hacer sin tu presencia, sin tu risa, tus preguntas, tus
respuestas, tu alegría y ese amor que ponías en todo lo que hacías y en todo lo
que te quedaba por hacer…
Esto no se lo dije
nunca CIPRÉS, y me condeno por ello, sé que con sentirme culpable no
arreglo nada, no tiene solución, quiero pensar que ella me escucha, desde ese
otro lugar que no sabemos dónde está, esa dimensión desconocida, extraña,
inhóspita, solitaria, inexpugnable y misteriosa.
Si pudieras contestarme, sé que lo harías, sé que me
dirías lo que piensas desde tu majestuosidad, desde tu perenne visión, desde tu
sabio conocimiento. Has visto tanto… eres longevo, hermoso, estático y solemne.
Nos recuerdas que el mundo es bello y que la vida vale
la pena pero… cuando ocurre algo así…
CIPRÉS, a mí me gustaría formar parte de ti, verlo
desde tu prisma para comprender el devenir y los avatares de la vida. Tú los
comprendes, los respetas y te haces cargo de ellos. No te inmutas, permaneces
alerta, expectante y esperas como pasa el tiempo con esperanza y resignación
pero nosotros los humanos… sufrimos de un modo lacerante, nos peleamos con
nosotros mismos y con lo que nos rodea en una lucha inútil por sobrevivir.
Huimos de la realidad, nos escondemos de ella, salimos corriendo porque no
tenemos esa fortaleza, nos falta algo que tú tienes y que yo te estoy
implorando ahora…. En el presente… sí CIPRÉS, solicito de ti todo lo que me falta: oxígeno para respirar , ánimo
para seguir, indulgencia para perdonarme a mí misma, resignación para
levantarme día a día y no caer nada más despertar y poner un pie en el suelo.
Estoy a punto de derrumbarme, estoy a punto de tirar
la toalla y dejarme llevar por la desesperación y el desaliento pero… tengo que
seguir, al menos unos años más para criar a Bruno y a Víctor.
Quiero dejar todo atado y bien atado, verlos crecer al
menos, hablarles de Noemí, decirles que
un día tuvieron una hermana maravillosa que un buen día fue reclamada en el
Cielo porque posiblemente era tan maravillosa que resultaba etérea y la
necesitaban con premura en un lugar a donde deseamos llegar lo más tarde
posible.
Que ellos son tan maravillosos como ella pero nacieron
con otra misión, la de estar en la TIERRA, durante un período más largo, no sé
tal vez porque todos tenemos un destino o es algo que no se llama destino,
tiene otro nombre que desconocemos y por más que lo intentamos no desciframos
como se llama o como debemos definir.
Ella está contigo, CIPRÉS, descansa contigo para
siempre porque yo así lo he querido, he querido que la acogieras en tu
seno; tú, que has sido mi confidente
durante tantos años, te conviertes en una segunda madre para mi niña.
Ahora es tuya, cuídala y protégela del viento, de la
tempestad, de la lluvia y el rocío. Contigo descansará bien, eres un buen
testigo del tiempo y de la vida. Eres mi amigo y ahora lo serás de ella más que
nadie.
Te quiero,
Noemí, te quiero CIPRÉS. Quiero que me esperéis los dos, aunque no me
traigan aquí cuando muera, estaré con vosotros donde quiera que esté porque os
llevo en el corazón y así será mientras viva.
Hasta siempre.
Lucía y David
se miraron de hito en hito. Permanecieron cogidos de la mano mientras Lucía
leía la carta que habían encontrado semienterrada al pie de aquel fantástico
ciprés.
Sintieron un escalofrío y cuando la lectura tocó a su
fin los ojos de los dos jóvenes estaban llenos de lágrimas.
Descubrieron sin querer que en aquel lugar maravilloso
donde habían decidido comenzar su vida y donde deseaban ver crecer a sus hijos
albergaba una historia dramática y también conmovedora.
Alguien tenía a aquel ciprés como confidente desde
hacía muchos años: su antigua dueña y también y lo más seguro… al pie de aquel
ciprés descansaban… las cenizas de una niña cuya vida fue segada en trágicas
circunstancias.
Lucía portaba en ese momento un ramo de flores con
las que, con gran alegría tenía pensado
decorar su salón, el salón de su nuevo
hogar.
Miró una vez más a David el cual asintió sin palabras,
con un movimiento de cabeza a algo que tenían los dos en mente hacer después de
finalizada la lectura de aquella peculiar y estremecedora carta.
Lucía entregó
la carta a David y los dos al mismo tiempo y como si de un ritual se tratara se
agacharon al unísono, depositando el ramo y la carta en el mismo lugar
donde la encontraron: semienterrada acompañando tal vez las cenizas de Noemí.
Tras una oración en silencio y con los ojos llenos de
lágrimas, volvieron a mirarse, se dieron un beso y lanzaron otro al ciprés y a lo que éste albergaba.
Ana Julia Martínez Fariña es delegada en Galicia de la Unión Nacional de Escritores de España. Está galardonada con el escudo de oro de la UNEE.