Rafael Vilches Proenza, poemas


En el hospital

 

(Oración por la amada)

Todas estas semanas han sido irreales (…).

Sé, tesoro mío, que debería caer de rodillas en este instante

y quedarme así mientras estés en el hospital.

Carson McCullers

 

Virgen de Coromoto, ahora que la casa en mí es invisible

las abejas no traen más dulzor

y cruzo el miedo hacia la noche con mis hijos.

Oro en las horas que le agobian

en esa sala de hospital donde convalece.

Hazme beber el vino

con el mosto de su vientre,

limo rebelde de las llanuras del Cauto.

La alegría de los hijos levanta mi tristeza y la casa,

en las noches nos sabemos solos.

Doy voces y no responde.

Qué hago con la casa,

cómo le confieso a los pequeños que está sobre la cuerda.

Los astros la contemplan abismados en su desamparo.

Con quién comparto la estación estéril.

No puedo pensar con el corazón.

Ella está enferma.

Se afiebra el cielo en mil soles.

Su voz distante,

dolorosa

llaga en la mañana

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como si se pusiera la tarde en mi herida

a contemplar la impotencia del amado.

Virgen de Coromoto, es Ítaca,

imploro a los seres del Olimpo,

sea salva en la hora horrenda

cuando le ofrendo mis días a Dios.


Deseo

Que mi patria sea el recinto

que en tu tienda reservas para mitigar el cansancio,

pausa para el ordinario bregar de estos días.

Que mi ausencia te ponga a volar.

Yo ya sé lo que es perder el fondo del pozo,

planear en el vacío hasta las manos de Dios.

Y es que voy al martirio, muchacha;

la obediencia no es mi fuerte.

No me vendo.

No me traiciono.

Y le entro de frente al muro,

a la  bestia.

Le muestro mi sangre en la herida,

y no le temo.

Mi militancia es protegerte de la jauría,

y edificar el rebaño para nuestra manada.


Siempre

Siempre hay una mujer que teje el silencio

cuando la soledad abruma,

atenta a espantar los pájaros,

toma mi mano, me lleva al banco cercano,

contemplamos al barrendero arrastrar castillos,

acaricia hojas que no serán mañana primavera,

Siempre hay una mujer

un silencio, una soledad,

donde poder contar gota a gota las hojas,

las estaciones, la primera llovizna,

cuando una mujer teje el silencio uno existe.



Qué bandadas de pájaros estremecen tus tardes

¿Qué isla es esta tan negra y triste?

Charles Baudelaire

 

Qué bandadas de pájaros estremecen tus tardes.

Dónde se refugian tus temores

cuando el viento arrecia

y la lluvia no amaina.

Qué recónditos parajes te abrigan y enaltecen.

Cuáles astros se prenden a tu noche

que no alcanzo a distinguirlos.

Qué tiernas floraciones ven tus ojos

que mi corazón no presiente.

Cómo podrás imaginar la sepultura

donde proyecto el día de mañana.

Cómo arrullo la antorcha

para que su fuego

no sucumba en mi pecho.

En esta hora los hijos duermen

y yo restauro mi tristeza

con el aire callado de la noche,

los recios olores del día, las minucias,

los rigores de la distancia.

Ahora en la espera del ciberespacio

clamo por una palabra tuya que estalle en la pantalla

y me hable de Portuguesa, de la rutina de los días

en Río Acarigua sin pretensión alguna.


Rafael Vilches Proenza es miembro de honor de la Unión Nacional de Escritores de España.