También
cabe destacar el fenómeno de las autoediciones de libros. Hasta ahora nunca he
necesitado recurrir a ello. Tengo editores y confío en ellos. Tampoco pretendo
decir que es más fácil publicar que exponer, porque son estamentos y
situaciones diferentes. Recuerdo lo difícil que era exponer en las galerías de
Madrid en la época de la Transición, cuando estudiaba Bellas Artes. En aquel
entonces era frecuente ver a artistas, incluso de renombre, codearse con los
mismos galeristas y críticos que siempre o casi siempre les ninguneaban a la
hora de la verdad. La feria de vanidades no suele ser ajena al mundo de las
adulaciones. Por eso, siempre dudé que aquellas amistades fuesen sinceras.
Al
igual que el artista debe tener su público, debe preferir su propio espacio,
por muy decorativo que intente ser y trabajar para embellecer otros hogares.
Me
baso en mi experiencia de haber realizado un facsímil de catálogo para dar idea
de cómo sería un catálogo de una exposición mía. Ocurrió con Margarita de
Lucas, cuando estuve trabajando con la Galería Edurne. Su idea era exponer en
Lanzarote y enviar el proyecto a las instituciones, crear un facsímil de la
idea con un catálogo de tirada muy restringida y a bajo precio.
Cuando
pienso en la autoexposición de mis obras en mi espacio, puedo decir que también
puede valer como espacio-facsímil.