Una puesta de sol
El reflejo del sol cae
sobre el calmo mar
en la tarde inexpresiva
de quietud extrema, inmóvil,
y las aguas, cálidas, salinas,
de densa, azulada irisación
te atraen a su seno.
En ellas, inerte , pierdes
la noción del tiempo presente.
El sol continúa su descenso imparable,
alcanzado ya su máximo fulgor,
anaranjado, rojo, ardiente,
perfecta redondez incandescente
devorada por la infinitud del orbe.
Anochece en la bahía
de misteriosa bruma envuelto el aire
y mis pasos se pierden en la arena
persiguiendo un sueño inalcanzable.
La playa vacía
Ya se quedó el verano sin risas
el mar sin azul,
la noche sin luna,
ya no extienden las muchachas
sus cabelleras sedosas
en la arena de la playa,
ni los muchachos
las deshilachan ya con sus dedos,
el amor se ha despertado.
El bullicio de las noches,
los amaneceres cálidos,
¿hacia dónde se han marchado?
¿Por dónde los bellos cuerpos,
morenos y cimbreantes,
pasean su desnudez?
¿Por qué orillas solitarias?
Y los amores tardíos
¿cuándo volverán a amarse
si el otoño llega frío?
Nada de lo que fue ya queda
en la playa vacía
esperaré solitaria hasta que vuelvan.
La tarde
La tarde derrama su melancolía
hora tras hora,
sobre la playa vacía
y caen al mar mis lágrimas
llorando tu ausencia,
como un rito aprendido
de dolor que es dicha
y a través del tiempo y la distancia
incluso eternamente, tú y yo,
amándonos continuaremos.
Melancolía porque te has ido
y hasta que vuelvas, melancolía,
pequeña muerte,
que nos da la vida.
La luz de la luna
Prefiero la luz de la luna para amar,
el aire fresco, la brisa marina
que nos envuelve en la noche calmada,
sintiendo bajo nuestros cuerpos
la cálida arena y el agua que llega
despacio a la orilla, dibujando
un cerco de plata.
Prefiero la noche para amar,
la hora incierta en que todo
se desdibuja, entre sombras
y susurros, nada importa,
todo fluye y te transporta,
como el aire, como el mar,
como las olas en su bello diálogo,
una vez y otra, y mil veces más,
cada vez que llegan a la orilla
se llena tu alma de felicidad
y la noche sigue tendiendo su manto
de estrellas que caen en la arena.
El mar me salva
El mar me salva,
el mar me salva siempre
de mis decepciones,
de mis amarguras,
de mis errores, siempre.
El mar me salva
de mis confusiones,
de mis dramatismos,
de mis lágrimas infinitas,
me salva siempre,
de mis equivocaciones,
de mi indecisión,
de mi propia sombra.
Él me salva porque
a él acudo
y le hago entrega de todo,
ya no queda nada,
una vez más y siempre
todo se lo lleva
y limpia mi alma.
El mar siempre me salva.
Siempre hay un motivo
Siempre hay un motivo
para empezar el día,
una sonrisa nueva,
una mirada distinta,
de personas anónimas
que también se preguntan
por qué amanece otra vez,
pues les pesa la vida.
Vivimos inmersos
En nuestro propio mundo
creyéndonos únicos
en sufrimiento:
egoístas, egocéntricos,
narcisistas, poseídos
de una inmerecida
superioridad: yo, yo,
me siento mal,
cuando lo tienes todo.
Y te dejas abatir
por tus fantasmas,
quieres morir,
no soportas tus fracasos
ni tu infelicidad,
aunque en ellos te recreas
una vez más.
No hay otra realidad,
mas la tienes cerca,
solo mira a los demás,
ellos también sufren
debajo de su antifaz,
y vienen y van
por la estrecha calle
de la soledad.
Y la vida sigue,
no le tengas tanto miedo
y resiste;
nada es tan tremendo
como tu mente te dice.
Temprano en la playa
Llego temprano a la playa
y tan sólo unas huellas de gaviota
atraviesan la arena inmaculada.
El horizonte diáfano;
tan sólo unas velas blancas
se atreven a vulnerarlo.
Todo es quietud y armonía
en esas horas tempranas.
Caminantes por la orilla
también van desperdigando
sus pisadas somnolientas,
meditando, tal vez soñando,
y se alejan, otros llegan
trazando nuevas historias
en un vaivén incesante
de alegrías y tristezas.
La playa a horas tempranas
es un refugio para el alma.
La marea
La marea me trae
la marea me lleva
unas veces estoy lejos
otras muy cerca.
Como las olas,
mi vida va rompiendo
contra las rocas.
Una corriente fría
nace del fondo
y atraviesa mi cuerpo
arrasando con todo,
con lo bueno y lo malo,
con el amor y el odio.
Ya está la mar en calma
y mi vida serena y sosegada.
La marea me trae
la marea me lleva
unas veces estoy lejos ,
otras, muy cerca.
Trilogía de la luna
I
La luna preside el cielo
en la noche interminable
y tú despiertas de tu sueño
anegado en lágrimas imparables.
Y sales a buscarla
por los caminos oscuros,
ella siempre en el centro
te observa con sus ojos profundos.
Ya no sientes miedo,
tus pasos son seguros
y en la inmensidad de la noche
recibes, pleno, su influjo.
Los árboles te arropan
con sus brazos poderosos
y ya no miras atrás,
lo has olvidado todo.
En el cielo está lo que añoras,
en el cielo está lo que buscas:
el Universo total,
y en el centro, la luna.
II
Luna redonda, enorme,
que nos miras desde arriba,
lugar privilegiado
desde donde nos vigilas.
Te pavoneas
luciendo tu hermosura
de orbe a orbe,
presumiendo de blancura.
Tu sonrisa inmensa, amplia,
nos contagia y llena
la tierra de energía.
Y nos sigues mirando
con tu cara ancha
de ojos traviesos.
Te sabes importante
y avanzas por el cielo
negro, de estrellas
envidiosas salpicado.
Estrellas que te adoran,
como nosotros te adoramos,
presumida y picarona.
Bondadosa lo das todo,
te das toda entera,
redonda esfera
de luz y de amor.
Cada noche te esperamos
para recibir tu don,
luna grande ,luna clara,
luna enorme de amor.
III
Luna, luna, luna, luna,
deja que te mire
y me impregne de tu hermosura,
de tu pausada elegancia,
de tu glacial compostura.
Déjame seguir tus pasos
a lo largo de la noche,
ya que los míos se pierden
sin rumbo, sin horizonte.
Cuando ya el sol se esconde
salgo a buscarte,
quiero encontrar tus ojos
que me miran sin juzgarme.
Nadie como tú me entiende
ni sabe cómo tratarme;
yo solo contigo hablo
pues no existo para nadie.
Luna, dame tu mano,
déjame que suba arriba
y que me siente a tu lado:
sé tú mi mejor amiga.
Soneto de la playa
Al final de la playa hay unas rocas
recubiertas de verdes suavidades
y en su interior profundas oquedades,
forman cuevas abiertas como bocas.
El agua que allí llega se desboca
y extiende inusitadas claridades,
volviendo luego a las profundidades,
lecho amoroso que su ansia sofoca.
Cuántas tardes de estío habré pasado
sentada en esas rocas, extasiada,
mirando al mar, de puro, contemplado;
no de él desviando la mirada,
las horas pasan sin variar mi estado
que ante dicha visión ya todo es nada.
Entre las dunas
Entre las dunas,
salvaje,
así quiero estar,
con la playa desierta,
solo el mar por delante.
El rumor de las olas
mi sola melodía
y las gaviotas volando
mi compañía.
La arena blanca
es mi lecho
y por la noche,
estrellas en el cielo.
Así quiero estar:
en la playa desierta,
y enfrente, el mar.
La blanca espuma
es la suave caricia
que me envuelve,
me abraza,
renueva mi vida.
Por la orilla, mis pisadas
dibujan un camino
de recuerdos, de historias,
de sueños no cumplidos.
Y sigo la estela
de sur a norte,
igual que mi destino,
no importa adonde.
Delante el mar,
detrás las dunas,
no necesito ni quiero
mayor fortuna.
Esta es la vida soñada,
ésta es la vida que anhelo:
la arena, el mar
y el cielo.
Sensibilidad
Sensibilidad,
ingrata cualidad,
amargo estado en que el alma
se vuelve de papel,
frágil y delicada.
Cual el cristal, transparente,
que todo lo ve
y todo lo siente.
Con qué facilidad se rompe
mi triste corazón,
un día tras otro
voy recogiendo trozos
y recomponiéndolo.
La vida no se para
Por qué la vida no se para
en aquel momento feliz,
en aquel instante,
en que creíste tocar el cielo
con la punta de tus dedos.
Por qué no se paró aquella noche,
aquella madrugada,
en un bello viaje o de una llegada
en los besos y abrazos
o al cruzarse dos miradas.
La vida sigue inexorable,
apenas rozas la gloria
ya se te escapa
y sigues amontonando tus recuerdos
que poco a poco
se van diluyendo en el tiempo,
ahora solo queda el profundo vacío,
la soledad es lo que queda
de la vida que pasó
y ni siquiera las lágrimas
te harán recuperar ni un solo instante
de aquella felicidad.
Los que fueron ya no son,
los que estaban ya no están,
no te aferres a nada ni a nadie
y deja todo pasar,
no quieras retener
lo que es imposible ya.
Mira al frente y sé feliz,
lo que una vez viviste
es ya tuyo para siempre
y contigo morirá,
no vivas en el pasado,
tienes más vida por delante,
vuela alto, coge aire,
empieza ya a soltar lastre
y andando con paso ligero
disfruta bien tu viaje.
Cómo admiro a esa gente que ama normal,
sin aspavientos,
sin alterarse, sin añorar,
que no derrama una lágrima en el adiós,
que no vuelve la mirada
cuando ya el camino se interpone entre los dos,
que no echa de menos,
que no quiere volver
a lugares, a recuerdos,
que no se le encoge el alma
cuando en un punto lejano
los ve desaparecer.
Cómo la admiro... a esa gente,
cuando se van, cuando vienen
sin llevar en su equipaje
el peso enorme de unas palabras,
de un beso, de una caricia
que en el pasar de los años
de nuevo han cobrado vida,
y aquí están, a tu lado,
no los puedes apartar,
hora tras hora
y en cualquier lugar,
ellos, los recuerdos,
los lugares, los amores
que fueron, son y serán, ellos,
pasado, presente y futuro,
sé que nunca se irán.
Barcos en la lejanía,
¿adónde vais?
decidme vuestra ruta.
Velas al viento,
¡cuántas tempestades
os habrán deshecho!
Ni tormenta, ni huracán
pueden a estos navíos
doblegar en su afán.
Mi corazón, barco velero,
tampoco se domeña
con viento ligero,
que aguanta tempestades
y después de hundido
bien puede resurgir
de las profundidades.
Ulises
Yo como Ulises un día
oí cantos de sirenas,
pero en lugar de alejarme
yo quise irme con ellas.
¡Si mi barca ya maltrecha,
partida, resquebrajada,
había ya zozobrado antes de verlas!
¡Ya, qué más daba!
Me fui con ellas, huí,
atravesé los océanos,
contra las rocas rompí
hasta hacerme mil pedazos.
Y volví.
No era mi mundo.
Ellas tan libres, y yo,
ahogada en mi propio llanto,
no supe ser como ellas:
solas, altivas, seguras,
del mar y las rocas dueñas,
sin miedo ni culpa.
Me produjo espanto
sentirme desnuda
y al fin tuve que pedir,
como Ulises,
unas fuertes ligaduras.
Nada es nuestro.
Nada es tuyo ni mío,
nada es del tiempo,
nada es de ayer,
ni del hoy ni del mañana,
nada es real,
ni nuestra propia alma.
Nada es eterno,
ni lejano ni próximo,
ni verdadero.
Nada es triste ni alegre,
nada es propio ni ajeno,
ni mortal o inmortal,
ni duradero,
ni pasajero o fugaz,
nada es perpetuo.
Nada cierto ni incierto,
nada seguro, nada certero,
nada odiado ni amado,
nada imperfecto o perfecto.
Nada es lo que es,
nada es nada,
ni crucial ni banal,
ni de la tierra o del cielo.
Nada eres, nada soy,
y nunca nada seremos.
Nada el ayer, nada el hoy,
nada es el alma ni el tiempo.
Rosa María Costa Matas es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.