La carta (reflexión poética)
Hoy le escribo una carta
a mi alma, a tu alma,
a vuestra alma.
Con una pluma llena de tinta,
de color verde esperanza,
tengo preparada una goma
de palomas blancas,
que, con sus alas,
al agitarlas,
van borrando el dolor
y las lágrimas.
Cuando creo que aclara
la mañana dorada y las
certezas dominan las
aborrecidas dudas,
las vicisitudes parecen
ir menguando, entre
incredulidad, impotencia,
desconcierto y ante la
atenta mirada del discreto
viento, sabedor de secretos.
Apenas soy consciente
del significado de la palabra
“silencio”.
Él está mudo porque
le han arrancado
el último grito de su voz,
en una acción atroz de violencia,
injusticia o temor.
¡Silencio, sustantivo
que se hace verbo,
mutismo deliberado o
irreflexivo, que se ha
instalado en nuestras vidas!
El silencio se abstiene, llora
desconsolado, grita de impotencia,
mira, siente miedo, se avergüenza,
tiembla, piensa,
es la consecuencia que viene
después de un acto consumado,
de un cruel desmán o de un grave
pecado de omisión por no
socorrer a tiempo a alguien
que lo necesitó.
Pero también llega después de
la más hermosa declaración de amor.
¡Mi carta va dirigida a nobles seres,
que son capaces de construir la
más sólida fortaleza,
sujeta de la nada,
que refuerzan sus cimientos
con trenzados lazos de amor,
para que ni el implacable discurrir
de los años ni la absurda fatalidad
puedan lograr en gélidos inviernos
¡Ssss… escucha!
Son los latidos
de los corazones puros.
Su lub dub es fuerte,
claro y seguro.
El carrusel de la vida
les regala momentos
de cal y de arena,
ellos siguen palpitando
marcando su ritmo,
ajenos a cualquier pena.
El brillo de sus miradas
refleja inocencia pura.
El alma se baña
en sus pupilas
como delicadas gotas
de lluvia fina.
Niñas y niños del presente,
mujeres y hombres
de un futuro latente.
Algunos castigados por
la cruel iniquidad
pagan precios muy altos
como el de perder
su propia vida.
Cultivando principios
y valores en el corazón
de nuestros pequeños,
recogeremos los frutos
de un árbol,
cuya savia ha sido
abonada con nutrientes
de tolerancia, amor y respeto.
Citas robadas
Fue en el clamor de un
deseo
espontáneo, salvaje
e ingenuo,
donde sin previo aviso
a mi corazón se le olvidó
el camino a casa de regreso.
Deleite, placer, fuego,
despilfarro de anhelos
colman mis citas robadas,
desgastando el intenso
cansancio sin llegar a repetir nuestros besos.
Una piel tersa un rostro
nuevo
ocupan por completo
mis inquietos pensamientos.
Eres el sol naciente de una
incipiente historia,
que va tomando forma
en el paisaje de mi vida.
Rompes la monotonía de las calles de mi existencia
que están aún vacías.
Amor, tú que caminas
por los senderos de los
preceptos, deberás saber
que en el juego de los
amantes,
la lógica reflexiva se ha quedado
¡corta en su sustento!
Así como no existe noche sin día,
no hay bajada sin subida,
tampoco se puede atracar
a la vez en dos puertos.
Porque se quedará un
corazón roto esperando un regreso.
¡Oh naturaleza divina!
¿Por qué me castigas dándole rienda suelta,
a pensamientos prohibidos?
Si estamos hechos de barro que es suave y fresco.
¿Por qué llenas mi cántaro
de fuego
para que se consuma mi razón
y se esfume mi alegría?
No puedo luchar contra mi
interior
seguiré preso en tu boca
condenado en la cárcel de
tu cuerpo.
Perlas oscuras
Tus lágrimas son perlas tan oscuras
que se confunden con la negra noche,
los sollozos se tornan en reproche
por una vida llena de locuras.
Su amor ávido va tras aventuras
dejando en otro lecho su derroche,
te desvaneces tras la medianoche
rota de tristezas y de amarguras.
Permite que tu corazón olvide
nuevos caminos se abren para ti.
¡Razonar o sentir! ¿Quién lo decide?
El amor y el rencor te
divide
derrota las dudas que
combatí.
¡Soy tu sensatez! deja que te cuide.
Serenos caudales de
meditación avanzan
por mis turbulentos pensamientos.
A veces con sabor dulce,
otros tantos con sabor a
ajenjo o artemisia amarga,
que desdibuja los vértices
de mi calma.
Cascadas de sensatez
son mi brújula,
me indican que para casi
todo en la vida hay un
momento;
que aquellas cosas que
son incontrolables para
el ser humano,
deberán ser relegadas
a medida que pasa el
tiempo, excluidas de la mente ,
teniendo una actitud consciente.
Pues solo soy un títere
de la vida,
ya que juega con mi tiempo
me pierde, me encuentra y cuando caprichosamente quiere,
me muestra una salida;
para poder lograr ver
un día claro sin nubes,
sin melancolía.
Impertinente hado,
muéstrame el camino
que deberé seguir,
para conformarme con
mi destino;
que venga como venga,
deberé asumir.
Ruth Álvarez Duque es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.