Se podrían escribir cientos de páginas demostrando a verdaderas heroínas que cambiaron el rumbo de la historia bien por sus descubrimientos como Maria Salomea Skłodowska-Curie o como la menos reconocida Mileva Marić Einstein. Por su valentía, tendríamos a Isabel Zendal o a Ende, la pintora de Dios, pionera en el arte en España y muy probablemente también de Europa, como la iluminadora de manuscritos en el Reino de León a finales del siglo X. Cabe mencionar a Teresa Díez, la primera gran pintora de la historia del arte español cuya actividad artística se desarrolló en la provincia de Zamora entre 1320 y 1350. Sin embargo, un sesgo cognitivo ha relegado a la mujer a un segundo plano en el que no se le ha atribuido sus verdaderos méritos.
Las Sinsombrero, Maruja Mallo, Margarita Manso, Concha Méndez, María Zambrano, Marga Gil Roësset, María Teresa León, Josefina de la Torre o Ernestina Champourcín; poetas, escritoras, ensayistas, pintoras, escultoras, defensoras de la justicia han descrito históricamente, mediante su verbo y a través de sus manos y pluma firme, la situación religiosa, social, económica, política y su insondable sentir en el que vivían. Ellas fueron excluidas y apartadas de todas las participaciones y foros de discusión que, como derecho humano fundamental tenían.
En otros muchos casos, para las más rebeldes, el acoso psicológico se hizo insostenible y tuvieron que tomar la decisión de refugiarse en jaulas de cristal sin barrotes de hierro como conventos, núcleos familiares o el exilio en tierras desconocidas, cuna y fin de sus vidas como si fuesen una especie en exterminio.
Muchos fueron los misóginos que nos desposeyeron al derecho del uso de la razón y nos sometieron a la esclavitud del pensamiento causando miserias para el alma; pero, aun así, nuestras poetas y escritoras nos enseñaron que la verdadera arma está en la mente y su fiel escudera, la pluma, peligro para los que poseían el poder político o familiar.
La pluma que enseña a reflexionar, a descubrir y pensar era, es y a no ser que cambie mucho el ser humano, será, el arma más temible. Mucho más temido que los actuales virus que nos acosan sin descanso.
Nosotras, las afortunadas, las poetas y escritoras del siglo XXI cuya libertad de palabra y firma, hoy se nos permite y visibiliza, estamos obligadas a promover la educación. Para ello, es de vital importancia que esa educación se base en la equidad e igualdad y comience desde la infancia.
Seguiremos reclamando al igual que lo hizo Virginia Woolf, una “habitación propia” donde plasmar nuestras ideas, conservarlas, transmitirlas y publicarlas. Hoy, desde esa habitación, aplaudo y agradezco a todas mis antecesoras por su legado a la humanidad. Ellas, junto con el apoyo de muchos de ellos, han conseguido dejarnos un camino menos angosto.
Escritora (autora de Flores entre Escombros, Las Ventanas del Mundo, Susurros al Aire. La Quinta Clave)
La autora es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.