Sinforosa Farnesio hacía pócimas para todos los males, tenía bebedizos para el remedio que hiciera falta: el mal de amores; el mal de ojo; el reuma; el baile de S. Vito…y todos los hacía con el agua de la fuente vieja de Caldebarcos (que está envenenada), azúcar y limón. A Sinforosa, terminaron colgándola de una higuera por estafadora; tuvieron que ahorcarla tres veces, porque como era muy alta le llegaba al suelo con la punta de los pies. Hay quien asegura que no murió del todo, y que estafó al verdugo como estaba acostumbrada; que escapó por el monte, llegó al Ezaro y desde allí siguió hasta Coruña. Allí se lió con Victorio Dubtsong: un tejano enamorado de la Torre de Hércules, que coleccionaba mantis religiosas y le enseñó lo que no sabía .Sinforosa era una alumna muy aplicada, cuando se cansó de él, le corto los testículos y lo dejó desangrándose en una habitación de mala muerte de la calle Florida (antiguo barrio de alterne de A Coruña), encima del prostíbulo donde la tenía trabajando. Sinforosa cogió cuatro trapos y huyó a las tierras del Limia en mitad de la noche. No creo que se quedara mucho tiempo: el que huye una vez, se acostumbra a levantarse para seguir huyendo.
Gustavo Sampedro tenía el diablo en el cuerpo. Teresa de Jesús, quiero decir, Teresa la hija de Jesús el molinero, le roció la caseta con agua bendita, pero no sirvió de nada, Gustavo siguió cantando la regueifa a los hombres más fuertes de Lira, y subiéndose a un pino hasta que pasase la marejada.
– ¡Baja de ahí cabrón, te voy a enseñar yo a andar haciéndole versos a mi mujer!
– Sube tú si puedes, yo no bajo que no me da la gana.
– Gustavo soltaba todo lo que le venía a la cabeza sin pensarlo siquiera era un soñador que confundía el amor con la necesidad, la humildad con el disimulo, el miedo con el respeto…a lo mejor, nunca llegó a tener el diablo en el cuerpo, y lo único que le pasaba es que había perdido el norte.
Al dentista falso de Lira, Fermín Cacho, se le murieron media docena de pacientes en la consulta, para que escarmentara de andar suplantando a gente de bien, le arrancaron todos los dientes sin anestesia, sólo le dejaron en la boca las muelas del juicio. El herrero Juan Guzmán, fue el encargado de quitárselas. El herrero Juan Guzmán es el hombre más optimista de Lira, e intentó consolar a su manera a Fermín Cacho mientras le arrancaba el último diente:
Tu tranquilo Fermín, las muelas tienden a juntarse, ya verás como dentro de un tiempo ni se te nota; ya verás como dentro de un tiempo nos acordamos de este día tomándonos un vino y te da la risa. Ahora haces las maletas, antes de que la familia de alguna de las víctimas que dejaste se le ocurra quemarte y te vas un tiempo a algún pueblo alejado de Lira, a trabajar de ginecólogo pongamos por caso.
Manuel Jacobo González Outes es miembro de honor de la Unión Nacional de Escritores de España.