Microrrelato de Elina Pereira Olmedo
Aquel gato llevaba ya tiempo asaltando a la pequeña mata de hortensias. Nadie sabía qué estaba destruyendo la matita, que hasta entonces había prosperado feliz protegida del sol bajo la sombra móvil de la glicinia.
Aquel
gato, que iba y venía por los descampados que rodeaban la finca, venía en busca
del pienso que los dueños dejaban siempre a mano-así pretendían controlar la
población de ratones de campo-y martirizaba a la pequeña planta. Asestaba
zarpazos a las hojas, desgarrándolas. Cuando ya no hubo hojas, la emprendió con
los tallos tiernos. Las demás plantas presenciaban ansiosas la lenta muerte de
su compañera.
Hasta
esa noche; después de dar buena cuenta del pienso, el animal se acercó como de
costumbre a la plantita, convertida ya en unos desgarbados tallos teñidos de
marrón. De pronto, una fina y flexible rama de la glicinia que la cubría se
desprendió de a pérgola, y, quizá llevada por la brisa, fue a enroscarse al
cuello del gato. Este, al sentir aquel extraño abrazo, tiró para alejarse; la
rama se apretó más. El animal siguió tirando y asestando zarpazos que la rama
esquivaba fácilmente gracias a los movimientos del propio cuerpo del felino.
Cuando, al fin, cesaron las sacudidas, la rama se desenroscó fácilmente de
aquel cuerpo ya fláccido, y, como un resorte, volvió a enroscarse en la pérgola.
Robledo de Chavela, 24
de enero de 2023
Fotografía de la autora
Elina Pereira Olmedo es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.