Juan Francisco Díaz Navarro
El viejo párroco de la iglesia de San Juan Bautista abre la nave a las ocho de la mañana como todos los días. No presta demasiada atención a las cosas que se encuentran dentro del templo porque no hay nada diferente en lo que fijarse. Todavía está a oscuras y se dirige hacia la sacristía para prepararse. A las nueve de la mañana le corresponde oficiar la misa. Por eso, se coloca la vestimenta sacerdotal y sale a preparar el altar. Al volverse, se da cuenta de que ya hay una mujer sentada en un banco. Se encuentra en actitud de oración. Federico Cascales se sorprende un poco, es demasiado temprano todavía y no quiere molestarla. Para las pocas creyentes que suelen estar a esas horas, tampoco es él nadie para interrumpirla. Se sonríe y mira al cielo. «Todavía hay esperanza, Señor; todavía los seres humanos pueden cambiar y no ser esos monstruos que salen en las noticias, matando, violando, pegando; aún queda gente buena, personas de corazón». Una lágrima se le escapa de los ojos al pensarlo. Vuelve a mirarla sorprendido por la tranquilidad con que espera a que comience a dar su sermón.
Fragmento del libro Tiempos de amor y de muerte, de Juan Francisco Díaz Navarro.
El autor es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.