Val Marchante, poemas

 

Verdades ocultas

La censura se refugia en los bolsillos,

el humano calla

clausura el objetivo de traspasar la trinchera,

la voz se silencia,

pero el argumento de su vida es la tinta

y así, oculta las verdades en el papel

entre letras disfrazadas o versos encriptados

mientras el cuerpo agita sus articulaciones

y los labios se eclipsan

en el interior de la mordaza que los aprisiona.

 

El humano que calla se descalza en el papel

y anda con libertad sobre las líneas del párrafo

donde el farsante no entiende el contexto

y sus pisadas no pueden aplastarla.

 

Habría que airear el pensamiento de los ignorantes

sacar a pasear a los arrogantes de la mano

y rasgar su corteza para que entiendan

que no hay verdades absolutas

pero sí existen las palabras.


Avanzar

Hay que resistir la inclemencia del tiempo

como el árbol viejo,

acolchar los socavones del invierno

y seguir avanzando,

atravesar el charco que reafirma la humedad

y pisar en el terreno seco

aunque mueran bajo los pies las hojas secas.

 

Hay un destino en las ramas que permanecen

y en los brotes que se renuevan cada año,

no en la conciencia del apego a lo absurdo.

 

Habría que desechar la corteza áspera de la piel

y alisarla con un masaje ligero de néctar

para eliminar las capas amarillas

que no otorgan vida a los tallos verdes.


Cuando el sueño te atrapa

En el umbral del letargo se abandona la conciencia,

la realidad se borra y desaparecen los pies

porque no existe el peso de la carne.

El salto que provoca el bostezo

es el principio del pozo

donde mueren las horas vestidas de largo.

 

La luz es difusa y no penetra por la ventana,

en realidad, no hay ventana con cristal.

Los muros se alteran al apoyar la espalda,

se cae en la inmensidad de la nada

donde se avanza a paso lento

y la voz se deforma hacia los lados.

 

Se transita en soledad,

con la pesadez de creerse muerto,

o en el mejor de los casos de sentirse inútil

con la voluntad aprisionada entre sueños

que atrapan la existencia.

 

El asfalto se hace dueño de los zapatos que calzas,

y se permanece inmóvil

mientras las sombras rodean los rincones.

Intentas alzar la voz por encima de los hombros

suplicando salir del engranaje,

pero no se escucha ningún sonido en el aire

porque eres un ser que se mueve en el letargo de la noche.

 

Despiertas con imágenes oscuras en la retina,

retorcido bajo las sábanas que te cubren

y el sudor pegado a la piel

a la espera de que aparezcan las primeras luces del día

que calmen la inquietud de la noche.


Val Marchante es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.