Verdades ocultas
La censura se
refugia en los bolsillos,
el humano calla
clausura el
objetivo de traspasar la trinchera,
la voz se
silencia,
pero el
argumento de su vida es la tinta
y así, oculta
las verdades en el papel
entre letras
disfrazadas o versos encriptados
mientras el
cuerpo agita sus articulaciones
y los labios se
eclipsan
en el interior
de la mordaza que los aprisiona.
El humano que
calla se descalza en el papel
y anda con
libertad sobre las líneas del párrafo
donde el
farsante no entiende el contexto
y sus pisadas no
pueden aplastarla.
Habría que
airear el pensamiento de los ignorantes
sacar a pasear a
los arrogantes de la mano
y rasgar su
corteza para que entiendan
que no hay
verdades absolutas
pero sí existen
las palabras.
Avanzar
Hay que resistir
la inclemencia del tiempo
como el árbol
viejo,
acolchar los
socavones del invierno
y seguir
avanzando,
atravesar el
charco que reafirma la humedad
y pisar en el
terreno seco
aunque mueran
bajo los pies las hojas secas.
Hay un destino
en las ramas que permanecen
y en los brotes que
se renuevan cada año,
no en la
conciencia del apego a lo absurdo.
Habría que
desechar la corteza áspera de la piel
y alisarla con un
masaje ligero de néctar
para
eliminar las capas amarillas
que no otorgan vida a los tallos verdes.
Cuando el sueño te atrapa
En el umbral del letargo se
abandona la conciencia,
la realidad se borra y
desaparecen los pies
porque no existe el peso de la
carne.
El salto que provoca el bostezo
es el principio del pozo
donde mueren las horas vestidas de
largo.
La luz es difusa y no penetra por
la ventana,
en realidad, no hay ventana con
cristal.
Los muros se alteran al apoyar la
espalda,
se cae en la inmensidad de la
nada
donde se avanza a paso lento
y la voz se deforma hacia los
lados.
Se transita en soledad,
con la pesadez de creerse muerto,
o en el mejor de los casos de
sentirse inútil
con la voluntad aprisionada entre
sueños
que atrapan la existencia.
El asfalto se hace dueño de los
zapatos que calzas,
y se permanece inmóvil
mientras las sombras rodean los
rincones.
Intentas
alzar la voz por encima de los hombros
suplicando salir del engranaje,
pero no se escucha ningún sonido
en el aire
porque eres un ser que se mueve
en el letargo de la noche.
Despiertas con imágenes oscuras
en la retina,
retorcido bajo las sábanas que te
cubren
y el sudor pegado a la piel
a la espera de que aparezcan las
primeras luces del día
que calmen la inquietud de la
noche.
Val Marchante es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.