Kintsugi
La taza quebrada de color cobalto y oro se
asemeja a la vida.
Esqueleto roto por el paso
del tiempo
donde las cicatrices nos
cobijan.
De nuevo la contemplo bajo
los focos amarillos,
luz golpeada por cada curva
de aspecto distinto,
simplemente es una obra de
arte.
¿Y no es eso la vida?
La transformación del yo
desde el momento en que nacemos,
con todos nuestros
desgarros que nos enseñan que el camino
es un terreno fangoso y
frágil
que nos va mostrando nuevos
precipicios.
Soy una taza completamente
restaurada,
dentro del oceáno que con
cada luna despierta de nuevo
ante el amanecer.
La voz se entrecorta cuando
se enfrenta a la verdad.
Todo renace, todo se cobija
en las esferas planetarias,
fugaz como el beso que nace
de los principios.
Vuelvo la cara a la luna
y le doy la espalda al sol.
Decoro la rotura con oro y
barro
hasta ser un nuevo yo.
Ahora
que la luz cegadora deslumbra la monotonía constante
de
los días y las noches decido tejer el tiempo entre mis manos,
sostener
el universo y alcanzar los planetas antes del declive.
Aclaro
la voz que día a día se transforma en certeza sin dudas.
Siento
claramente la sabiduría del paso del tiempo,
de
la madurez emocional.
Observo
que ya no caigo ante cualquier obstáculo
y
que mis partidas están llenas de reinas y damas blancas.
El
tablero donde cada movimiento es un avance,
cada
frente un ataque y cada final una batalla ganada.
Verónica Esquinas es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.