Victoria Suéver, poemas

La mirada

No siento la mirada de quien más he amado toda mi vida.

Tus palabras susurrantes me confiesan al oído secretos delirantes,

que no se corresponden con tus elocuentes palabras,

a las que estoy acostumbrada.

 

Unos ojillos febriles e inocentes,

de persona desvalida y a mi merced,

me recuerdan aquellos ojos color miel,

de mirada rotunda a veces,

o tan tierna otras,

que me arropaban y me hacían descansar

en un colchón de plumas invisibles.

 

Pero ahora miran y no ven.

Me reconoces y me ves triste:

«Te veo una carita tristona»,

-me dices-.

Finjo una disculpa y huyo,

no quiero que me veas llorar.

 

En tus momentos de lucidez vuelves a ser tú...

pero son tan pocos.

¿Dónde estás? ¡Vuelve!

¡Quiero que vuelvas!

Vuelve, por favor.

No me dejes huérfana de tus besos y caricias.

No puedo dormir sin tus buenas noches de cada día.

Ahora espero inútilmente y el teléfono no suena.

¡Te necesito, papá! ¡Te necesito!

Te quiero tanto.


En el Hospital Universitario Gregorio Marañón, 21-12-2020.

Del poemario “Flores en la cabeza”. 2023



Pensar

Esta cabeza mía. Esta mente. Estas neuronas.

Este engranaje que ni de día ni de noche deja de funcionar.

Parece que sueñas, pero no, piensas y piensas y piensas...

Quizá parecen sueños, pero no, piensas.

¿Qué podría hacer descansar a esta mente que discurre de

continuo…?

¿Qué hacer, cómo hacerlo y de qué manera…?

Algunas personas se distraen bailando,

se relajan​ escuchando música​,

disfrutan mirando el fuego​.

¿Cómo podría yo valorar lo maravilloso que es el tiempo que

se acaba?

¿Acaso mis neuronas no renacen cuando mueren?

¿Cómo puedo dejar de pensar?

¿Cómo parar este motor que no requiere combustible,

y cuanto más sufre más se acelera?

Dichosos aquellos que pueden dejar de pensar…, de sufrir.

 

Del poemario “Flores en la cabeza”. 2023


Soledad

Es invierno y hoy ha salido el sol.

Niños corren por una céntrica plaza citadina.

Mujeres con abrigos de piel,

toman el vermut en refinadas cafeterías.

El más elegante comercio de la ciudad,

tiene sus puertas abiertas, aunque sea domingo.

El cielo brilla azul.

Los enfermos en los hospitales cercanos

ven entrar los rayos del sol por las enormes ventanas de las habitaciones,

pero no pueden disfrutar de su calor.

Un anciano sale a pasear con su perrito,

seguramente vive solo.

Mira a lo lejos y ve jóvenes riendo;

le recuerdan a sus hijos.

Ellos no tienen tiempo de visitarle.

Al menos tiene a su fiel amigo,

que le brinda un apoyo generoso y le alegra en su soledad.

Él le acompañará en la vejez.

Su perro y los precoces rayos de sol de un invierno,

que todavía no acaba.

 

Del poemario “Flores en la cabeza”. 2023


La dama pagana (Dama de elche)

Ni diosa ni Vírgen, mujer eres.

Gesto adusto, mirada baja.

Belleza de guerrera.

No hay ternura en tu cara hispana.

 

Cargada de lujos te presentas,

sin corona ni túnica inmaculada.

Te engalanan​ amuletos y joyas​.

Los cabellos en trenzas ​escondes.

 

 Noble sí, ricos atavíos.

Tocados, collares y diademas,

piedras preciosas engarzadas.

Grandes rodetes en las orejas

ocultando tus largos cabellos.

 

Íbera, griega o fenicia,

eres mujer de brava alcurnia.

Serás diosa de la fecundidad o de la muerte,

o tan solo mujer mediterránea.

 

Inédito


Olivares

Silencio en la habitación.

Noche en vela, rigor mortis.

La vida nos hizo mutis.

La resignación no llega.

 

No veo tus ojos de miel.

Ni tu sonrisa hacia un lado.

Tu cara cérea y fría.

Mis lágrimas corren silentes

por tu cuerpo

 

Las manos que ayer fueran hierro,

hoy bruñido mármol son.

Tu pasado deja rastro,

que a todos nos ennoblece.

 

Mi condena en solitario sigo.

A olivares perfumabas.

En estas infernales noches

en que se ha convertido mi alma.


Desde mi ventana

Desde mi ventana veo pasar la vida.

Veo los rayos de sol en verano, y los jóvenes que caminan de la mano, se abrazan y se besan.

Desde mi ventana, muy pocos años veo caer los copos de nieve, y el suelo cubrirse de una espuma blanca inmaculada que da pena pisar.

Desde mi ventana veo a la gente que camina con premura por el frío,

hombres y mujeres cargados con bolsas de comida,

otros que caminan aprisa, se encaminan a sus trabajos,

ahora  casi todos en casa encerrados por la pandemia.

Niños antes saltarines que jugaban o  iban al colegio,

ahora ya ni eso.

Todo desde mi ventana,

porque no salgo,

y si lo hago es llena de esfuerzo y dolor,

con la sonrisa del buen actor,

que nadie sabe cómo es su vida tras el telón.

Dedicado a los enfermos de Fibromialgia y Encefalomielitis Miálgica (Síndrome de fatiga crónica). Publicado en la revista Afibrón.

Forma parte del poemario “Flores en la cabeza”


El teléfono no quiere sonar

Soneto al silencio

El teléfono no quiere sonar.

Tanto calor marchita mis violetas.

Ya mi cabeza gira cual veleta,

retumbando, no dejo de penar.

 

Ni los pequeños en la calle gritan,

ni el cartero llama hoy dos veces,

ni se escuchan los muelles de la cama,

ni los grillos dormidos resucitan.

 

Con luna llena Roma nos alumbras.

En el tórrido estío nos amamos.

Enfermos de amor, los brazos caídos.

 

Sin palabras marchaste, sin palabras.

Cual tambor de feria aquel verano,

tu silencio retumba en mis oídos.

Antología “La nave di Amleto”. “Essere e non essere della parola tra silenzio e poesía”.

Agosto 2022

Victoria Suéver es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.