La mirada
No
siento la mirada de quien más he amado toda mi vida.
Tus
palabras susurrantes me confiesan al oído secretos delirantes,
que
no se corresponden con tus elocuentes palabras,
a
las que estoy acostumbrada.
Unos
ojillos febriles e inocentes,
de
persona desvalida y a mi merced,
me
recuerdan aquellos ojos color miel,
de
mirada rotunda a veces,
o
tan tierna otras,
que
me arropaban y me hacían descansar
en
un colchón de plumas invisibles.
Pero
ahora miran y no ven.
Me
reconoces y me ves triste:
«Te
veo una carita tristona»,
-me
dices-.
Finjo
una disculpa y huyo,
no
quiero que me veas llorar.
En
tus momentos de lucidez vuelves a ser tú...
pero
son tan pocos.
¿Dónde
estás? ¡Vuelve!
¡Quiero
que vuelvas!
Vuelve,
por favor.
No
me dejes huérfana de tus besos y caricias.
No
puedo dormir sin tus buenas noches de cada día.
Ahora
espero inútilmente y el teléfono no suena.
¡Te
necesito, papá! ¡Te necesito!
Te quiero tanto.
En el Hospital Universitario Gregorio Marañón, 21-12-2020.
Del poemario “Flores en la cabeza”. 2023
Esta
cabeza mía. Esta mente. Estas neuronas.
Este
engranaje que ni de día ni de noche deja de funcionar.
Parece
que sueñas, pero no, piensas y piensas y piensas...
Quizá
parecen sueños, pero no, piensas.
¿Qué
podría hacer descansar a esta mente que discurre de
continuo…?
¿Qué
hacer, cómo hacerlo y de qué manera…?
Algunas
personas se distraen bailando,
se
relajan escuchando música,
disfrutan
mirando el fuego.
¿Cómo
podría yo valorar lo maravilloso que es el tiempo que
se
acaba?
¿Acaso
mis neuronas no renacen cuando mueren?
¿Cómo
puedo dejar de pensar?
¿Cómo
parar este motor que no requiere combustible,
y
cuanto más sufre más se acelera?
Dichosos
aquellos que pueden dejar de pensar…, de sufrir.
Del poemario “Flores en la cabeza”. 2023
Soledad
Es
invierno y hoy ha salido el sol.
Niños
corren por una céntrica plaza citadina.
Mujeres
con abrigos de piel,
toman
el vermut en refinadas cafeterías.
El
más elegante comercio de la ciudad,
tiene
sus puertas abiertas, aunque sea domingo.
El
cielo brilla azul.
Los
enfermos en los hospitales cercanos
ven
entrar los rayos del sol por las enormes ventanas de las habitaciones,
pero
no pueden disfrutar de su calor.
Un
anciano sale a pasear con su perrito,
seguramente
vive solo.
Mira
a lo lejos y ve jóvenes riendo;
le
recuerdan a sus hijos.
Ellos
no tienen tiempo de visitarle.
Al
menos tiene a su fiel amigo,
que
le brinda un apoyo generoso y le alegra en su soledad.
Él
le acompañará en la vejez.
Su
perro y los precoces rayos de sol de un invierno,
que
todavía no acaba.
Del
poemario “Flores en la cabeza”. 2023
La dama pagana (Dama de elche)
Ni
diosa ni Vírgen, mujer eres.
Gesto
adusto, mirada baja.
Belleza
de guerrera.
No
hay ternura en tu cara hispana.
Cargada
de lujos te presentas,
sin
corona ni túnica inmaculada.
Te
engalanan amuletos y joyas.
Los
cabellos en trenzas escondes.
Noble sí, ricos atavíos.
Tocados,
collares y diademas,
piedras
preciosas engarzadas.
Grandes
rodetes en las orejas
ocultando
tus largos cabellos.
Íbera,
griega o fenicia,
eres
mujer de brava alcurnia.
Serás
diosa de la fecundidad o de la muerte,
o
tan solo mujer mediterránea.
Inédito
Olivares
Silencio en la habitación.
Noche en vela, rigor mortis.
La vida nos hizo mutis.
La resignación no llega.
No veo tus ojos de miel.
Ni tu sonrisa hacia un lado.
Tu cara cérea y fría.
Mis lágrimas corren silentes
por tu cuerpo
Las manos que ayer fueran hierro,
hoy bruñido mármol son.
Tu pasado deja rastro,
que a todos nos ennoblece.
Mi condena en solitario sigo.
A olivares perfumabas.
En estas infernales noches
en que se ha convertido mi alma.
Desde mi ventana
Desde mi
ventana veo pasar la vida.
Veo los
rayos de sol en verano, y los jóvenes que caminan de la mano, se abrazan y se
besan.
Desde mi
ventana, muy pocos años veo caer los copos de nieve, y el suelo cubrirse de una
espuma blanca inmaculada que da pena pisar.
Desde mi
ventana veo a la gente que camina con premura por el frío,
hombres y
mujeres cargados con bolsas de comida,
otros que
caminan aprisa, se encaminan a sus trabajos,
ahora casi todos en casa encerrados por la
pandemia.
Niños antes
saltarines que jugaban o iban al
colegio,
ahora ya ni
eso.
Todo desde
mi ventana,
porque no
salgo,
y si lo hago
es llena de esfuerzo y dolor,
con la
sonrisa del buen actor,
que nadie
sabe cómo es su vida tras el telón.
Dedicado a
los enfermos de Fibromialgia y Encefalomielitis Miálgica (Síndrome de fatiga
crónica). Publicado en la revista Afibrón.
Forma parte
del poemario “Flores en la cabeza”
El teléfono no quiere sonar
Soneto al silencio
El teléfono no quiere sonar.
Tanto calor marchita mis violetas.
Ya mi cabeza gira cual veleta,
retumbando, no dejo de penar.
Ni los pequeños en la calle gritan,
ni el cartero llama hoy dos veces,
ni se escuchan los muelles de la cama,
ni los grillos dormidos resucitan.
Con luna llena Roma nos alumbras.
En el tórrido estío nos amamos.
Enfermos de amor, los brazos caídos.
Sin palabras marchaste, sin palabras.
Cual tambor de feria aquel verano,
tu silencio retumba en mis oídos.
Antología “La nave di Amleto”. “Essere e non essere della parola tra silenzio e poesía”.
Agosto 2022
Victoria Suéver es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.