Yo sí entré en Alhucemas

 

Viaje a la pesadilla española de 1921 en el Rif 

Por Clemente González Suárez

(I)

“Creo que estuve trabajando hasta más o menos 1919, cuando se estaban construyendo los Balconcillos, lo que ahora llaman Camino del Rey. Yo quería haber trabajado en aquella obra, pero resultó que se interpuso la milicia, me llamaron para ir a África, a servir los intereses del rey, como se decía antes. Me sortearon y como mi familia … en mi casa, se carecía de recursos, no pudieron librarme o al menos elegir un destino en la península y evitarme acudir al conflicto que entonces se libraba en el protectorado español en Marruecos. Allí estuve hasta finales de 1921; fui de los pocos que huyendo en desbanda desde Annual, camino de Melilla y después de sobrevivir a la ratonera que se convirtió uno de los desfiladeros de montaña más intrincados de toda aquella comarca, que ahora no recuerdo su nombre. Lo que si recuerdo perfectamente, vaya, como si hubiera sido ayer, fue el paso de un río, creo que le llamaban Igan o algo parecido, allí nos protegieron los de la Caballería del Regimiento de Alcántara, que gracias a ellos llegué a Monte Arruit y desde allí, en el mismo día, no sé cómo, me vi enrolado en un grupo motorizado que partía para Melilla, donde llegué escapando milagrosamente de la masacre en que se convirtió todo aquello, aunque un trozo de metralla, recibido a la salida de aquél avispero, me dejó este recuerdo para siempre —dijo tocándose la rodilla de su pierna lisiada.”

Esto me lo contaba, allá por 1972, un “abuelete” que se encargaba de la guarda y custodia del almacén de herramientas y materiales en la Casa Forestal del Pantano del Chorro, durante las obras de las presas de los embalses del Guadalteba y del Guadalhorce durante un descanso en mi excursión al desfiladero de los Gaitanes y sus fantásticos Balconcillos, hoy llamado Camino del Rey.

Aquella historia me atrapó sobremanera y desde entonces, siempre, quise conocer aquellos tristes lugares de los que me hablaba el veterano. Después de aquél encuentro fueron muchas lecturas y muchas investigaciones… y heme aquí que en este julio de 2023 ¡por fin! voy a conocer esos lugares.

Pegada la nariz en la escueta ventanilla del avión que me lleva a Melilla, sobrevolamos la siempre imaginada Mar Chica, el Atalayón, la Restinga, Nador, el Gurugú… Cuantas veces he leído, imaginado y soñado con estos nombres que me evocaban las historias de las contiendas de las diferentes campañas militares llevadas en estas montañas del Rif.

El avión se posa suavemente en la pista del aeropuerto, ya estoy en Melilla, ¡por fin! Es la primera vez que visito esta población española en territorio africano. En el edificio de la terminal me espera Benito Gallardo organizador de la excursión que llevaremos a cabo al día siguiente a las montañas de Annual, me monto en su coche, no recuerdo su marca, pero sí que parecía que tuvo días mejores, aunque le agradezco que me haya recogido en el aeropuerto. Me deja en el hotel Rusadir[2] que ya tenía reservado, le digo que, si quiere un café, pero declina la invitación, otros asuntos le esperan, pero no se marcha sin recordarme que al día siguiente hemos quedado citados a las 05.00 horas en la puerta del Casino Militar, en la plaza de España, para marchar a Marruecos. Es temprano, tanto que la habitación que tenía reservada aún no estaba lista, dejo mi mochila en recepción y me dispongo a dar una vuelta por el centro de la ciudad, antes pregunto a la recepcionista por la Oficina de Turismo, me dique que está aquí cerquita, en la plaza de la Cuatro Culturas… y allí me dirijo. La oficina está cerrada, para hacer tiempo entro en un bar de esta plaza y pido un café. Plaza de las Cuatro Culturas, me pregunto por qué de las cuatro, que yo sepa solo hay tres, a saber: cristiana, musulmana y hebrea, la cuarta la ignoro… y la hindú, me ilustra el camarero que me está sirviendo el café, en respuesta a la pregunta que le hice antes.

Es pronto… es temprano, vuelvo a mi hotel y ya está preparada la habitación, subo mi mochila y mi cartera de viaje y me dispongo a conocer un poco la ciudad, no sin antes preguntar a la recepcionista por el cementerio militar al que tengo gran interés por conocer, previo, a la visita que haremos mañana a los territorios del llamado “Desastre de Annual”, en el antiguo protectorado español y rendir mis respetos por todos aquellos hombres que dieron su vida por un ideal, por un ideal patrio y de obediencia a unos mandos que no siempre acertaron impartiendo sus órdenes.

Por la calle Ejército Español al final de esta subo por la calle Castelar hasta llegar a la plaza dónde se encuentra el cementerio municipal de la Purísima Concepción. Nada más cruzar el umbral de la gran puerta metálica de ingreso al campo santo ya me sobrecoge el ánimo. Una vez dentro del recinto tuerzo a la derecha y me encamino por una larga calle hasta la zona de lo que llaman “Las Ánimas”, esto son las fosas de los Héroes Anónimos, fosa común donde yacen los restos de todos los asesinados en Monte Arruit; frente a ellas se abren las escalinatas —entre dos galerías de nichos dónde descansan los restos de muchos militares fallecidos durante las Campañas de Marruecos—, que llevan al Panteón de los Héroes. En la parte izquierda del comienzo de estas escaleras se encuentra el monolito alzado en memoria de los que fueron asesinados en Monte Arruit en 1921. La puerta del panteón está cerrada, lo que me impide poder ver el interior, pero solo con recrear la vista en el imponente monumento alzado sobre el panteón ya merece la pena llegar hasta aquí. Sobre el panteón hay como un círculo de escaleras, interrumpidas por cuatro ventanales o lucernarios, uno en cada lado, orientados perfectamente a los cuatro puntos cardinales, en el que da al norte se alza una imagen de la diosa Niké, la diosa de la Victoria y el Sufrimiento, a los pies de esta, un cartel dice: “Melilla, a los que sucumbieron por la Patria”.  

Termina mi vista en el pabellón de Regulares de Alhucemas. Allí dejo descansando para la eternidad, los restos de aquellos valerosos soldados que dieron su vida por la defensa y el acatamiento de unas ordenes no siempre acertadas.

Después de esta visita quiero conocer la que se denomina “Melilla la Vieja”. Esta ciudadela es una fortaleza enclavada sobre un peñón. Hace como una península que se adentra en el mar, unida por un istmo entre la plaza de Armas y la avenida del General Macías. Entro por la puerta de Santiago que va a dar a la llamada ensenada de Los Galápagos, se trata de una playa de fina arena y que a esta hora está repleta de bañistas…unos chicos se lanzan al mar desde las más alta rocas disfrutando de las cálidas aguas de la ensenada.

Pero ha de ser una visita rápida pues mañana he de madrugar. De todas formas, entro en la ciudadela por la puerta de la Marina y desde aquí recorro callejuelas, plazas y murallas medievales y visito algún museo. Aunque para recorrer y conocer toda esta ciudad necesitaría mucho más tiempo, tiempo del que carezco pues la jornada de mañana promete ser intensa.

La alarma del teléfono comienza a zumbar a las 04.30 horas, me aseo y me visto y tras tomar un ligero café que me he preparado en mi infernillo portátil, me dispongo a salir del hotel. La puerta está cerrada, pero al momento un vigilante de guardia que ya me estaba esperando, pues ya avisé el día anterior de mi temprana salida, me abre la puerta. Me encamino a la cercana plaza de España donde ya aguarda el autobús a los excursionistas que vamos a emprender nuestro viaje a las tierras del Rif, a Marruecos. El día se presenta magnífico, cielo totalmente raso y de momento, corre un airecillo muy agradable. Veremos qué tal será cuando nos adentremos en los territorios desnudos de toda vegetación y calcinados por el sol en esta parte del Rif Oriental.

Tras los saludos y presentaciones tomo asiento en el autocar y tras unos minutos de esperar a el resto de excursionistas que faltan, tomamos camino hacia la frontera.

En poco tiempo nos ponemos en la frontera y tras estar una media hora esperando por los engorrosos trámites del sellado de pasaportes continuamos nuestro viaje.

¡Entramos en Marruecos! Es la primera vez que paso a este país desde Melilla. Las otras veces que lo he visitado he entrado por Ceuta o directamente desde Algeciras a Tánger, pero por aquí es la primera vez.

Ya en la carretera comenzamos la excursión propiamente dicha por estas, otrora, tierras del Protectorado Español. A la derecha se levanta la mole del Gurugú y su famoso Barranco del Lobo hace acto de presencia; en frente, la Mar Chica, en cuyas aguas ya se refleja el sol naciente de este nuevo día. Llegamos a Nador, donde en una cafetería, que precisamente está frente al instituto español Lope de Vega, ya nos están esperando con los desayunos preparados. Después de un copioso desayuno continuamos nuestra marcha. Pasamos por Touima y enfilamos una recta hasta Zeluán, a poca distancia aparecieron las casas de Monte Arruit. El autocar paró en la cuneta de la carretera antes de cruzar un puente. Nos dijeron que mirásemos a nuestra derecha, y allí tras las ventanillas del autocar aparecía el único edificio, al parecer, que sobrevive a la triste historia de este sitio. Se trata de un edificio viejo, feo en la que era la aguada de Monte Arruit, esa aguada que tantas vidas se cobró de nuestros soldados cuando iban a abastecerse de agua, acosados y tiroteados por las tropas rifeñas. Aún permanece, lo que parece ser, los abrevaderos de los animales. Recuerdo todo lo leído sobre este sitio y no me puedo imaginar lo que tuvieron que pasar nuestros soldados en este sitio.

Dejamos atrás Monte Arruit y seguimos camino de Tistutín; una inmensa llanura se abre ante nosotros y al poco pasamos cerca de un cerro al que llaman “La Muela de Tistutín”, al llegar a esta población nos recuerdan que hasta aquí llegaba el tren de Melilla, más allá la carretera continuaba por estas inmensas llanuras cortada de repente, por el cauce del río Igan y sus trincheras. El autocar hace una parada y nos comentan como fue, exactamente en este lugar, donde tuvieron las famosas cargas del Regimiento de Caballería Cazadores de Alcántara 14, al mando del teniente coronel Fernando Primo de Rivera; según nos cuentan, hasta en ocho ocasiones cargaron los escuadrones contra los moros, dando protección a los soldado de la Columna Navarro en su huida hacia Melilla, aunque finalmente quedarían, la gran mayoría, en la posición de Monte Arruit donde fueron masacrados tras la rendición acordada con las tropas de AbdelKrim. Después de estar un rato parados en la cuneta cerca de un antiguo puente, ya destruido y de recrearnos la vista por estas vastas llanuras que llaman de El Garet, la mente se nos retrotrae y cerrando los ojos y dejando volar la imaginación parece que estamos viendo a aquellos héroes cargando contra las tropas enemigas, el fragor de la batalla, el relincho de los caballos a punto de enloquecer, disparos, gritos de muerte, las cornetas tocando ¡a la carga! Una y otra vez, cuerpos de soldados y animales rodando por los suelos y taludes de estos escarpes de las riberas del Igan, en estas resecadas e inhóspitas tierras. El toque de claxon del autocar me saca de mis pensamientos que ya volaban por aquellos aciagos días del verano de 1921 donde cientos de nuestros soldados encontraron la muerte. Continuamos nuestro camino, una mirada atrás, al arroyo seco del Igan y un solitario árbol por toda vegetación, parece rendir homenaje a todos los que cayeron en este fatídico lugar.

El autocar circula por una larga y recta carretera en medio de esta inmensa llanura, poco después cruzamos el emblemático río Kert en el que solo se aprecia algunas pozas cuyas aguas de un color oscuro dejan mucho que desear. Cruzados el río nos adentramos en la populosa villa de Dar Drius. En esta población se iban reuniendo las tropas que huían en desbandada desde Annual. Aquí y ante la ausencia del general Silvestre, desaparecido en Annual, toma el mando el general Navarro. Esta posición de Dar Drius era la que más seguridad ofrecía a las tropas y parecía idóneo para hacerse fuerte en este lugar de cara al enemigo; estaba bien provista de víveres, municiones y el abastecimiento de agua estaba asegurado por la cercanía del río. Parecía lógico pues, acuartelarse aquí para hacer frente a la morisma, pero ante la llegada de noticias y el temor a que se estaba preparando una gran ofensiva de los rifeños se precipitaron los acontecimientos de aquél 23 de julio de 1921 –hoy, cuando recorro estos mismos territorios, hace exactamente 103 años de aquella “desbandá”– en que toda la tropa, al mando del general Navarro abandona la posición camino de Monte Arruit, lugar donde encontrarían la muerte la mayor parte todos nuestros soldados.

Después de cruzar el Kert entramos a la población de Drius, el autocar toma una rotonda y gira a la derecha camino de Ben Tieb, en la misma rotonda, pero al lado contrario veo una señal de tráfico que indica la dirección de Midar y esto me trae al recuerdo, que al igual que los que huían de Annual estos lo hacían desde estas otras posiciones: Azrú, Cheif, Izan Lassen… al mando del teniente coronel Romero, que perecería en el repliegue hacia Dar Drius.

Continuará…

Clemente González Suárez es escritor, Vocal Honorario y Escudo de Oro de la Unión Nacional de Escritores de España y vicepresidente del Colectivo Malagueño de Escritores.