Yo sí entré en Alhucemas

 

Viaje a la pesadilla española de 1921 en el Rif

 (y II)

Dar Drius es una población grande… atrás íbamos dejando la llanura, la gran llanura, esta inmensidad que se extiende por entre montañas al norte y al sur hasta más allá de Monte Arruit. Ya habíamos cruzado el río Kert, uno de los más importantes de todo el Rif Oriental y que marcó, tras diversas campañas, el límite de los dominios españoles, dominios que se podían preservar con relativa firmeza.

Dar Drius es la última población de importancia de la llanura. Poco después llegamos a Ben Tieb, este es un pueblo más o menos grande. En este pueblo ocurrió aquella conocida anécdota (si es que se le puede llamar así) consistente en el famoso menú elaborado a base de huevos que la Legión ofreció al general Primo de Rivera cuando visitó esta posición en 1924. El presidente del consistorio no estaba por la labor de prolongar la estancia de las fuerzas en la zona, siendo partidario de acabar con las campañas militares que tanto costaban a España en hombres y dinero. Ante esto y para avergonzarle, los mandos de la Legión prepararon todo el menú a base de huevos; Primo de Rivera, haciendo de tripas corazón y pese a la evidente insubordinación por la indirecta de falta de valentía, decidió seguir manteniendo al ejército en sus posiciones.

En Ben Tieb pasamos de largo, pegado al cristal de la ventana voy observando la vida y las personas que nos vamos cruzando, voy tomando fotos. Hay personas sentadas a las puertas de sus casas, niños sentados en unos escalones que siguen con la mirada el paso del autocar. Un motocarro medio desvencijado aparcado a la orilla de una terriza calle, al lado una “Vespino” que vio años mejores y que parece imposible que “eso” pueda funcionar y llevar a su dueño a ninguna parte. Unos obreros nos saludan a la puerta de un un edifico en obras, ambos se cubren la cabeza con unas gorras de colores chillones y por supuesto, calzados con las inevitables chanclas. Hay que ver como a esta gente les gustan ese cómodo calzado. Recuerdo que al referir esa anécdota alguien del autocar nos dijo que en Marruecos solo hay dos fábricas: una de Mercedes viejos y medio desvencijados y otra de chanclas, lo que nos hizo reír por la ocurrencia.

Ronronea el autocar superando las primeras pendientes, ahora la carretera serpea por estas laderas ganando rápidamente altura dejando ver, allá abajo, las amarillentas llanuras de Ben Tieb y más a lo lejos Dar Drius pese a las brumas de la calima que se extienden por todo este territorio. Estas laderas de las montañas por donde vamos, están resecas por el sol y solo unos escuálidos y raquíticos matorrales crecen, a duras penas, por estos lugares. Pasamos por una aldea donde varios jóvenes se quedan mirando el paso del autocar, mientras este comienza a trepar por las laderas de estas montañas, frente a nosotros y al otro lado del valle se aprecia como un carril que, que según nos explican esa era la antigua carretera que unía Annual con Ben Tieb y que por esa zona se encontraría la posición que se denominaría Intermedia B. La imaginación tiene que hacer un trabajo extra para poder vislumbrar, si quiera por mera aproximación como tuvo que ser la marcha de nuestros soldados por estos parajes. Estoy ensimismado en estas reflexiones cuando oigo decir que hemos llegado al collado que separa estas montañas, las vistas desde aquí son impresionantes y aún más impresionante es la carretera que describiendo curvas y más curvas, algunas inverosímiles nos llevan al famoso desfiladero de Izzumar[1], el tristemente famoso sitio donde se cometieron las escabechinas más terribles: las tropas provenientes de Annual y de las demás cercanas posiciones huían a la desesperada por estos angostos valles, los moros disparaban a discreción desde las cimas de las lomas y de las laderas de estos, ocasionando cientos de muertos —más de mil, según algunos autores—, mulas, caballos, algún camión —que pronto quedaría destrozado—, quedaría desparramados por estas ardientes tierras, expuestos a la posterior rapiña de la morisma.

Los luctuosos sucesos ocurridos aquí, junto con los asesinatos cometidos por los rifeños en Monte Arruit fueron los hechos más execrables de todas las campañas de Marruecos. Uno cierra los ojos y parece escuchar los “paqueos” de los fusiles rifeños, los alaridos y gritos de dolor de los heridos al ser rematados y profanados sus cuerpos por las gumías de los rifeños, los rebuznos de las mulas y el relincho de los caballos abatidos por los disparos de los moros, animales rodando por las pendientes, alguna mula, que sirve para evacuar a los heridos, cae rodando por los despeñaderos en una amalgama de herido, animal y camillas que van a parar al fondo de los barrancos. Aún así muchos lograron llegar a Drius y desde allí a Monte Arruit donde la mayoría fueron pasados por las armas cobardemente, algunos llegaron hasta Melilla enloquecidos, perdida la razón de haber sobrevivido de aquél, cuasi, exterminio de los soldados españoles.

Dejamos atrás el tristemente famoso desfiladero y al poco llegamos a una especie de monumento levantado en honor de los rifeños que cayeron en estos lugares, subrayando la gesta de como un pequeño ejército de poco más de 3.000 hombres sin apenas preparación pudieron abatir, sin armamento adecuado —solo disponían de viejos fusiles—, vencer a todo un poderoso ejercito moderno, con piezas de artillería potentes, aviones y demás pertrecho de guerra, estimándose en unos 10.000 soldados los que perdieron la vida por el ataque de los rifeños.

Al salir del desfiladero, de aquellas angostas montañas divisamos las grandes llanuras alomadas de Annual. El autocar aparca a un lado de la carretera, sobre una especie de zona terriza. Allí nos bajamos y por una pista ascendimos a la loma donde estaba ubicado el campamento de Annual. Nos estuvieron explicando la situación de los diferentes regimientos: los campamentos de África, Regulares, Ceriñola y en una pequeña loma cercana se levantaban las tiendas del general Silvestre y de su Plana Mayor. Benito Gallardo, ayudándose de croquis y de varias tomas aéreas de la época nos fue señalando las diferentes posiciones: allá al fondo, hacia el este, nos señaló el monte Abarrán, para muchos el comienzo del fin, el comienzo del desastre que se avecinaba en los días venideros. Los jefes de las kábilas “amigas” ya habían avisado a los mandos españoles de que las cosas no estaban tranquilas, que se estaba preparando un ejército en la zona de los Beni Urriagel y que se abstuvieran de cruzar el río Amekrán y mucho menos tomar la posición del monte Abarrán, pero el deseo casi, casi codicioso, las célebres “Bigotadas” del Comandante General de Melilla, de avanzar lo más posible para lograr tomar Alhucemas antes del 25 de julio, fiesta del patrono de España, aquel Santiago Matamoros que apareció milagrosamente en la batalla que libraban las tropas cristianas contra las árabes en la localidad riojana de Clavijo dando la victoria a los cristianos.

Al sur nos señalaba una alomada colina dónde se situó la posición de Igueriben, la triste posición de Igueriben dónde se sacrificaron mas de dos centenares de soldados, algunos lograron llegar al campamento de Annual —dónde ahora estamos, justamente 102 años después—, en tan mal estado que más de uno murió al atiborrarse de agua, ya que en la posición, acosada por los rifeños, no disponían de nada y lo peor ni una gota de agua, y viendo y notando el calor que hace aquí con la tierra achicharrada por el sol, los matojos resecos y ardientes piedras, no me extraña admitir todo lo que se cuenta de ese infierno que sufrieron nuestros soldados: se bebieron los jugos de las latas de conserva, las colonias, la tinta de los tinteros y cuando todo eso se terminó, bebieron los propios orines mezclados con azúcar, allí en aquella loma, nuestros hombres llegaron al límite de la resistencia humana. Hoy, paradójicamente, existe un gran depósito de agua en la cumbre de Igueriben.

Esparcimos unas rosas rojas por esta ardiente tierra, regada antaño por la sangre de nuestros hombres, y mantuvimos unos minutos de silencio por aquellos que perdieron la vida defendiendo, no el honor de una patria, sino las ordenes de unos mandos que no merecían ser tales. Después de hacernos unas fotos de grupo, fuimos abandonado en silencio —todos recordando aquel horror, todos recordando aquel desastre— aquél triste lugar hasta subirnos de nuevo en el autocar. 

Reanudamos la marcha en dirección norte, a encontrarnos con la costa mediterránea. Vamos camino de Tazaghine por una estrecha carretera entre un valle seco, de tierras áridas. Tras una serie de curvas el autocar entra en el valle que forma el río Bougrawa, las laderas son de tierra arcillosa, barrancos y cárcavas erosionadas por la escorrentía. En las zonas altas se ven algunas casas de aspecto humilde y más adelante se levantan otras viviendas de apariencia más pomposas en bloques de pisos encima de estas barranqueras. Tierras amarillas resecas y barrancas se suceden, cuando el autocar gira hacia la derecha, camino de Tazaghine, en este momento abandonamos el valle del Bougrawa al que no volveremos a ver hasta casi su desembocadura, cuando tomemos la carretera de Alhucemas. Unos corrales de cabras nos reciben a la entrada del pueblo; más adelante unos cafetines, ahora vacíos, nos muestra una sucesión de sillas y mesas esperando a los clientes que no tardaran en llegar para saborear el oloroso y dulzón té a la menta, típico marroquí. Más allá en una caseta de mampostería en cuyas paredes hay pintado unos pollos y un gran letrero en árabe, indica que es un comercio de venta de estas aves. Por la puerta asoma un rifeño con su chilaba y calzando las consabidas chanclas de plástico de color azul con bandas blancas, que se nos queda mirando como diciendo: “sí, aquí se venden pollos”.

Salimos del pueblo, atrás dejamos unas viviendas rodeadas de lo que parece unos vertederos de basuras, así al menos parece viendo la cantidad de plásticos, escombros y otros materiales que afean sobremanera esta parte de la población.

A poco más de un kilómetro llegamos al cruce de carreteras, estamos a mitad de camino de las antiguas posiciones de Sidi Dris al oeste y Afrau al este, dirección a Nador, bordeando la costa hasta la desembocadura del río Kert y desde ahí a Segangane y Nador; y hacia a la izquierda dirección Alhucemas, también bordeando la costa y a través de las playas de Sidi Dris y el cabo Kilates.

Seguimos la excursión, pues, en dirección oeste en busca de tan emblemática población. Vamos entre el mar y las arcillosas montañas, cruzamos el seco lecho del río Bougrawa que habíamos dejado atrás antes de llegar a Tazaghine y al coronar un pequeño puerto se abre entre nosotros la inmensa playa de Sidi Dris, A la entrada de la playa cruzamos el río Amekrán, de tan tristes recuerdos: “Recuerda decirles a tus mandos que se abstengan de cruzar el Amekrán y mucho menos de tomar Abarran, las kábilas andan revolucionadas”. Nosotros felizmente lo cruzamos, como un hito geográfico más de estas tierras; a la izquierda, el vasto territorio en el que tanto sufrieron nuestros soldados en el ataque a esa posición.

Estas son las llamadas “Tierras malas” (Badlands), estas formaciones me recuerdan perfectamente a las Bárdenas Reales de Navarra y al desierto de Tabernas en Almería, o a los paisajes del Altiplano Granadino de Orce y Galera, aunque el parecido y la propia formación geológica que conforman estas montañas de Sidi Dris son mucho más precocidas a las de Navarra, pues su composición y formación es casi la misma. Conforme va avanzando el autocar veo y distingo las diferentes formaciones de estas llamadas tierras malas: terrazas, conglomerados, algunas coberteras calcáreas que se distinguen por los estratos completamente horizontales de esta roca que se alternan con las arcillas y areniscas. Valles cerrados, pináculos, cárcavas y barrancos se van sucediendo ante nosotros y que la erosión, motivada por los agentes atmosféricos, han ido tallando caprichosamente su estructura. Ahora los tonos ocres, caolines y amarillentos dan paso a las tierras de tonos rojizos, debido a la presencia de óxidos de hierro. Más adelante comenzamos a bordear el cabo Quilates y ante nosotros aparece la esbelta figura del faro del mismo nombre. Este faro se construyó en 1928, una vez pacificado el territorio tras el desembarco de Alhucemas, aunque en 1911 ya fue proyectado por el ingeniero Francisco Bardán, Matéu. Se trata de una construcción de dos plantas rematada por una torre de 30 metros cuyos destellos alcanzaban las 25 millas marinas. Continuando con nuestro viaje, cruzamos el río Nekor y la división de las regiones Oriental y Tanger – Tetuan. Más adelante y en la llanura, pronto pasamos por el aeropuerto de Alhucemas y poco después, frente a unos complejos turísticos se alza el bastión español del Peñón de Alhucemas, un trocito de tierra española a pocos metros de la costa marroquí. En Axdir, patria chica del caudillo Abd-el-Krim y lugar donde estuvieron prisioneros nuestros soldados por año y medio, pasando todo tipo de penalidades e imaginándonos la vida que tuvieron que pasar durante su cautiverio, se nos vuela la imaginación, tanto que no llegamos a comprender semejante situación. En Axdir tomamos una desviación a la derecha, nos dirigimos hacia el oeste, Subimos unas rampas en la montaña que nos deja ver un paisaje majestuoso conforme vamos ganando altura. Allá abajo podemos ver el Peñón de Alhucemas en la bahía del mismo nombre y ya bajando ahí, entre playa Calabonita y playa del Quemado se alza la villa de Alhucemas. ¡Por fin Alhucemas! Donde un general cabezón quiso meter sus bigotazos de finas guías y pereció en el intento sin vislumbrar siquiera su objetivo.

No fue el día de Santiago Matamoros, no fue el 25 de julio, pero sí fue un mes de julio, 102 años después del Desastre de Annual, que entré, yo si entré en Alhucemas.

Clemente González Suárez, autor del artículo, es escritor, Vocal Honorario y Escudo de Oro de la Unión Nacional de Escritores de España y vicepresidente del Colectivo Malagueño de Escritores.

(1) El nombre de desfiladero de Izzumar, se cree que fue dado por los españoles, los rifeños llaman a este sitio incluida la sierra que lo rodea como Laasara o La Asara, que traducido del rifeño sería algo parecido a “Exprimidor”, notas de Milkinze y José Ortín.