Versos de abril
I
El amanecer vertió el jugo a los amantes fieles de ayer.
Me recreo en tu imagen como un niño con el cometa Halley.
Deja ya de ser tan fugaz, necesito tu permanencia.
Luce en mis noches aciagas, revitaliza mis saetas.
Peticiones claman correspondencia a los gritos de nadie.
Tu beldad se alejó de mi ser para subrayar su donaire.
No me dejes caer en la trampa de la acidia,
extintora de todo aliento y todo afán.
Cupidíneos pesares (como el castor) construyen sus presas.
Las miradas se queman al cegarlas tus brechas de humo.
Se almacena la chatarra de romance que no expresas.
Las rebajas de besos dejaron de ser bien de consumo.
El amanecer exprimió zumo que concedió acidez al aire.
Me dan miedo las motos pero me atraes subida a esa Harley.
Los monos de Neruda se balancean en hilos de Eros. Y Carmen
me dejó prendado de sus New Balance en aquel certamen
que puedan al corredor sostener tras corrosivas
caídas en menos de lo que cantan sirenas.
Nadie me armó caballero ni puso en mi mano una espada,
¿por qué será que me lanzo contra todos a tu batalla?
Veo en perlas y luceros dulces elixires que anhelo.
¿Cómo sabré si el destino, al seguirte, no se volverá fiero.
Sé conmigo. Sé que no habrá retirada
en el campo de promesas que se van.
II
Conducto subceleste ante ojo me aterra,
da ósculos de piel, sana azul palestra.
El rostro aguarda tumbada la doncella,
a su caballo no lo engullen rastreras
cucarachas trepan ladrillos de olvido
que en otoño al árbol dejan sin vestido.
Devorado el potro que apela a su llanto,
la melancolía se anega callando.
Tamaño hediondo de bestias protervas
como el conducto subceleste no aterra.
La nube ennegrece y con peces enturbia.
El cielo es un mar, cetáceos se agolpan
por no erradicar su nocturna aurora.
III
Tenemos que hablar de muchas cosas,
tantas… que el ciclo de la vida, en su devenir,
debería concedernos unas pocas detenciones del
tiempo
(como en baloncesto),
para otorgar más vida a este
y colmarlo de la luz, la intensidad,
la viveza, el color y la sensación de plenitud
con la que a mí me has ganado.
En este encuentro que es la vida,
nos jugamos mucho más que marcar algunos tantos.
Tanto da ganar o perder
si no disfrutamos del partido.
¿Por qué banda persigues tú el balón?
Voy contigo.
IV
Dame de beber…
de lirios y grandezas;
Parla, mi sed.
Algún bus, algún metro, algún taxi,
vamos hacia la Gran Vía.
Tus labios cubren mis ojos,
no veo nada, mi hambrienta,
a duras penas pago al conductor.
No me des un respiro.
No me das tregua.
No conoces el significado
de la palabra “calma”.
Llegamos a la Gran Vía,
nuestro parque temático favorito.
Apriétame más la mano.
Un vestido, una buena cena
y todo lo que tú quieras.
Un hotel silencioso,
aguarda nuestra banda sonora
insomne.
V
Sorpresa de árbol deshojado
por la incertidumbre de una bocanada
ciudadrealeña.
La espiritualidad lunar de tus Rondas.
Abandonarse en tus hogareñas manos.
Los jardines del Campus,
la Dorada,
las terrazas del Torreón,
los partidos de Champions en el Doncel,
la plaza del Pilar,
Pío XII,
Las Vías…
Fernando Mascuñana lee a Flaubert,
filólogos que soñábamos
con ser escritores.
Y seguimos.
Y soñamos.
Y con Ciudad Real.
VI
las
conclusiones pesimistas nunca vienen solas
no
siempre caerán todas las brevas
los
personajes que abrevas no se personan
los
tarados no cotizan en mi bolsa mental
esta
llamada no se hizo
VII
Es tan fuerte tu cariño
que su ausencia se denota.
Es tan dura tu presencia
que mi alma se trastoca.
Me haces frágil e indeleble
en mi pechito de vidrio,
que te late y te refleja,
al pasar de tu destino.
Los cuatro elementos te hablan,
llamas danzan a tu paso.
Fuego y aire recriminan
que tú no me haces ni caso.
Agua y tierra te acarician,
cordobesa, la guitarra,
y la música que suena
poco a poco me desgarra.
Cristian Lázaro es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.