Cristian Lázaro, poemas

 

Versos de abril

I

El amanecer vertió el jugo a los amantes fieles de ayer.

Me recreo en tu imagen como un niño con el cometa Halley.

Deja ya de ser tan fugaz, necesito tu permanencia.

Luce en mis noches aciagas, revitaliza mis saetas.

Peticiones claman correspondencia a los gritos de nadie.

Tu beldad se alejó de mi ser para subrayar su donaire.  

No me dejes caer en la trampa de la acidia,

extintora de todo aliento y todo afán.

Cupidíneos pesares (como el castor) construyen sus presas.

Las miradas se queman al cegarlas tus brechas de humo.

Se almacena la chatarra de romance que no expresas.

Las rebajas de besos dejaron de ser bien de consumo.

El amanecer exprimió zumo que concedió acidez al aire.

Me dan miedo las motos pero me atraes subida a esa Harley.

Los monos de Neruda se balancean en hilos de Eros. Y Carmen

me dejó prendado de sus New Balance en aquel certamen

que puedan al corredor sostener tras corrosivas

caídas en menos de lo que cantan sirenas.

Nadie me armó caballero ni puso en mi mano una espada,

¿por qué será que me lanzo contra todos a tu batalla?

Veo en perlas y luceros dulces elixires que anhelo.

¿Cómo sabré si el destino, al seguirte, no se volverá fiero.

Sé conmigo. Sé que no habrá retirada

en el campo de promesas que se van.


II

Conducto subceleste ante ojo me aterra,

da ósculos de piel, sana azul palestra.

El rostro aguarda tumbada la doncella,

a su caballo no lo engullen rastreras

cucarachas trepan ladrillos de olvido

que en otoño al árbol dejan sin vestido.

Devorado el potro que apela a su llanto,

la melancolía se anega callando.

Tamaño hediondo de bestias protervas

como el conducto subceleste no aterra.

La nube ennegrece y con peces enturbia.

El cielo es un mar, cetáceos se agolpan

por no erradicar su nocturna aurora.


III

Tenemos que hablar de muchas cosas,

tantas… que el ciclo de la vida, en su devenir,

debería concedernos unas pocas detenciones del tiempo

(como en baloncesto),

para otorgar más vida a este

y colmarlo de la luz, la intensidad,

la viveza, el color y la sensación de plenitud

con la que a mí me has ganado.

En este encuentro que es la vida,

nos jugamos mucho más que marcar algunos tantos.

Tanto da ganar o perder

si no disfrutamos del partido.

¿Por qué banda persigues tú el balón?

Voy contigo.  


IV

Dame de beber…

de lirios y grandezas;

Parla, mi sed.

Algún bus, algún metro, algún taxi,

vamos hacia la Gran Vía.

Tus labios cubren mis ojos,

no veo nada, mi hambrienta,

a duras penas pago al conductor.

No me des un respiro.

No me das tregua.

No conoces el significado

de la palabra “calma”.

Llegamos a la Gran Vía,

nuestro parque temático favorito.

Apriétame más la mano.

Un vestido, una buena cena

y todo lo que tú quieras.

Un hotel silencioso,

aguarda nuestra banda sonora

insomne.


V

Sorpresa de árbol deshojado

por la incertidumbre de una bocanada

ciudadrealeña.

La espiritualidad lunar de tus Rondas.

Abandonarse en tus hogareñas manos.

Los jardines del Campus,

la Dorada,

las terrazas del Torreón,

los partidos de Champions en el Doncel,

la plaza del Pilar,

Pío XII,

Las Vías…

Fernando Mascuñana lee a Flaubert,

filólogos que soñábamos

con ser escritores.

Y seguimos.

Y soñamos.

Y con Ciudad Real.

 

VI

las conclusiones pesimistas nunca vienen solas

no siempre caerán todas las brevas

los personajes que abrevas no se personan

los tarados no cotizan en mi bolsa mental

esta llamada no se hizo

 

VII

Es tan fuerte tu cariño

que su ausencia se denota.

Es tan dura tu presencia

que mi alma se trastoca.

Me haces frágil e indeleble

en mi pechito de vidrio,

que te late y te refleja,

al pasar de tu destino.

Los cuatro elementos te hablan,

llamas danzan a tu paso.

Fuego y aire recriminan

que tú no me haces ni caso.

Agua y tierra te acarician,

cordobesa, la guitarra,

y la música que suena

poco a poco me desgarra.


Cristian Lázaro es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.